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El caso de Alejandro Guevara Mosquera, condenado por el Juzgado de Riosucio a diez años de prisión tras ser hallado culpable de abuso en perjuicio de una menor en 2018, pone en primer plano el trasfondo estructural de los delitos contra niños en Colombia. Guevara, que abusó de la confianza otorgada por su cercanía familiar con la víctima de seis años, cometió el delito en dos ocasiones y la sentencia fue confirmada posteriormente por tribunales superiores tras recursos de apelación y casación, de acuerdo con el artículo original. Más allá del proceso penal, este caso revela cómo la dinámica de confianza y manipulación facilita la comisión y el encubrimiento de estos delitos, dificultando su identificación temprana y oportuna denuncia.
Las investigaciones en psicología y criminología, como las de la Fundación ANAR en España, coinciden en que el entorno de confianza entre agresor y víctima es predominante en la mayoría de los casos de abuso infantil. El estudio señala que en aproximadamente el 90% de los casos el agresor es un familiar, conocido o alguien con cierta autoridad que utiliza su posición para generar momentos de privacidad y manipular emocionalmente a la víctima y su entorno. En el caso de Guevara, esta dinámica fue palpable: el agresor ingresaba al hogar de la menor con excusas para encontrarse a solas con ella, valiéndose de su rol conocido para ocultar sus acciones.
Factores como la manipulación económica y emocional, los regalos o las amenazas, son frecuentemente empleados por los agresores para mantener el silencio de las víctimas. UNICEF advierte que estos mecanismos generan miedo y un sentido de secreto, lo que retrasa muchas veces la denuncia o dificulta la declaración de los hechos. En este contexto, la revelación que hizo la niña a su madre fue determinante y poco frecuente dentro de las tendencias identificadas por los especialistas.
El caso también destaca desafíos significativos en el funcionamiento del sistema de justicia. La defensa técnica deficiente, motivo planteado en el recurso de casación por la defensa de Guevara, es una preocupación recurrente en casos graves. Si bien la Corte señaló que ello no invalidó el debido proceso en este caso, la situación subraya la importancia de contar con representación legal adecuada. Periodistas de investigación, como Bastian Obermayer, han enfatizado la necesidad de rigor en la documentación y en la verificación de los hechos, sobre todo en delitos que se presentan en ámbitos privados y suelen permanecer invisibles.








El aumento de las denuncias por abuso infantil en Colombia, reportado por la Fiscalía General, refleja mayores niveles de sensibilización, pero también evidencia que persisten fragilidades en la protección de los menores, tanto en ámbitos rurales como urbanos. De fondo, el informe “Abuso Infantil en América Latina” elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) advierte sobre el impacto psicológico duradero que este tipo de delitos tiene en el desarrollo emocional y social de las víctimas.
En conclusión, la historia judicial de Alejandro Guevara Mosquera revela la necesidad urgente de mecanismos integrales de prevención, intervenciones judiciales especializadas y estrategias comunitarias basadas en la ruptura del silencio y la vigilancia ética sobre quienes detentan autoridad sobre menores. El caso trasciende la sanción individual y evidencia un problema social que merece atención multidisciplinaria y sostenida.
¿Qué medidas existen para la detección temprana del abuso infantil? La pregunta resulta relevante porque, como se señala en el texto, muchos casos no llegan oportunamente al conocimiento de las autoridades debido al secreto y al miedo que sienten las víctimas. Diversos estudios y guías, como la de UNICEF, resaltan la importancia de la educación a padres y maestros para identificar señales de alerta y establecer canales de comunicación confiables con los menores.
El fortalecimiento de la capacidad de detección en ámbitos familiares, escolares y comunitarios puede facilitar intervenciones más rápidas, minimizar daños a largo plazo y garantizar la protección efectiva de los niños afectados. La detección temprana no solo es un asunto privado sino que constituye un reto social y político, dada la magnitud del problema identificada por organismos como la Fiscalía General de Colombia.
¿Cuáles son las consecuencias psicológicas del abuso infantil? Esta cuestión adquiere relevancia a la luz del informe de la CEPAL citado en el texto, que subraya el profundo impacto emocional y social sobre las víctimas. Los efectos pueden extenderse por años, interfiriendo en el desarrollo de la autoconfianza, las relaciones interpersonales y la salud mental general.
Comprender la gravedad de las secuelas facilita la creación de redes de apoyo, programas de intervención y políticas públicas que priorizan la atención psicológica y la reparación integral de las víctimas. Esta perspectiva es indispensable para dimensionar las implicaciones de los casos como el de Alejandro Guevara Mosquera y su trascendencia social.
* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.
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