Efectivamente, Akerman publica en el diario capitalino el trino que escribió Guerra el 26 de julio de 2017, en el que dice: “Mi lucha contra la corrupción no es de oportunidad política. El corrupto no puede tener beneficios, se deben crear los ‘muros de la vergüenza’”.

Esos muros, se supone, serían para exhibir los rostros de los políticos corruptos. Pero hasta ahora el país no ha visto el primero de ellos. Sin embargo, Akerman dice que desea apoyar esa iniciativa desde su columna y le quiere dar “una manito” a la senadora “para exhibir el rostro de los corruptos, empezando con algunas de las personas que cuentan con un lugar honorífico y meritorio en esta cruzada”.

Precisamente, comienza con el exgobernador de Sucre Julio César Guerra Tulena, tío de la senadora Guerra, sobre quien, esta semana, la Contraloría General de la República profirió un “grave fallo” por responsabilidad fiscal.

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“El señor Guerra Tulena se hizo acreedor de su espacio en este muro de la vergüenza ya que fue encontrado responsable, junto a otros funcionarios, de la desaparición de 2.398 millones de pesos de recursos de la salud”, escribe Akerman y ofrece el documento del ente de control fiscal.

“Según la Contraloría, […] Guerra Tulena firmó, de su puño y letra, la autorización de los pagos a la Clínica de Rehabilitación Nuevos Amaneceres de Sucre, mediante resoluciones expedidas entre septiembre de 2014 y diciembre de 2015 por tratamientos médicos”, continúa el columnista aportando también esos documentos y citando testimonios.

Akerman también menciona a uno de los hermanos de la senadora Guerra, Joselito Guerra de la Espriella, que, asegura el columnista, “fue condenado a 90 meses de prisión por enriquecimiento ilícito, estafa y falsedad agravada en el escándalo que el país conoció como el Proceso 8.000”.

“Básicamente el señor Joselito recibió dineros del narcotráfico provenientes del Cartel de Cali. Así de claro y así de sencillo. Fuera de eso, Joselito fue el responsable de llevar a la Casa de Nariño a los hermanos Nule, hoy presos por corrupción, para reunirse con el expresidente Álvaro Uribe Vélez con el fin de hablar de proyectos de infraestructura”, dice Akerman, y cita una columna de María Jimena Duzán.

También relaciona en este listado a otro hermano de la senadora uribista, Antonio, que, escribe Akerman, “fue acusado de tener vínculos con el paramilitarismo, beneficiarse de su aparato militar e incluso de ser un apoyo de la operación militar de las autodefensas”.

Así mismo, sostiene que “en la sentencia que condena a 40 años al exsenador Álvaro García Romero por la masacre de Macayepo, hablan de varias reuniones de miembros de la familia Guerra con paramilitares”, y que “Antonio Guerra de la Espriella se entregó a las autoridades después de que la Corte Suprema de Justicia le ordenara medida de aseguramiento como presunto autor de los delitos de enriquecimiento ilícito, concierto para delinquir agravado, cohecho y tráfico de influencias por el caso de Odebrecht”.

Por último, Akerman mete a la lista a Miguel Alfonso de la Espriella Burgos, primo de la senadora Guerra, conocido como Miguelito, “condenado por constreñimiento al elector y concierto para delinquir en los inicios del escándalo conocido como la parapolítica”.

Termina diciendo que “todos estos hechos fueron realizados mientras Antonio, Joselito y Miguelito ocuparon, en diferentes momentos, sillas en el Congreso. Va bien el muro de la vergüenza, vergüenza, vergüenza”.