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“Roguemos por todos los que por alguna circunstancia de la vida han llegado acá a purgar sus penas y para que regresen a la sociedad convertidos en mejores seres humanos”, con esas palabras el padre Marino Salazar bendijo la nueva cárcel de Puerto Triunfo hace 17 años, una cárcel que según los políticos de la época era casi un lujo por su infraestructura y espacios.
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La realidad, sin embargo, fue otra. En la cárcel construida para 500 personas privadas de su libertad, 1.300 reclusos están muriendo, literalmente, de hambre, sed y enfermedades que deberían estar ya erradicadas en estos tiempos como la tuberculosis.
Desde 2023 han fallecido en la que la es llamada la cárcel de la muerte 15 reclusos, el último caso ocurrió esta semana, un hombre que se encontraba en el patio 10 de la cárcel El Pesebre y que desde hace días había sido aislado por un grave cuadro de salud, probablemente asociado a una desnutrición severa.
Jorge Carmona, defensor de derechos humanos de las personas privadas de la libertad, y quien lleva años suplicando que las autoridades hagan algo en este centro penitenciario, reiteró que la situación es tan dramática que cualquier adjetivo se queda corto para describir lo que ocurre dentro de los muros.
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“Allá hay gente con tuberculosis que apenas atienden la primera fase, una atención para una tuberculosis es larga, pueden ser tratamientos de más de un año, allá los atienden tres meses y vuelven y los llevan a los pabellones”, manifestó Jorge.
Una visita de defensores de derechos humanos hace dos meses evidenció la situación y le pidió al ministerio de Justicia y al director de la Uspec que ellos mismos recorran los pasillos y comprueben el infierno que es la cárcel para los 1.300 reclusos que además tienen que soportar el hacinamiento con unas temperaturas superiores a los 40° C.
Hace dos meses había muerto otro hombre, también según sus familiares por física hambre. En abril, 80 personas han tenido que ser trasladadas de urgencia a Medellín en medio de graves cuadros de desnutrición.
La situación es tan grave que los familiares de los reclusos se juntan para recolectar alimentos y tratar de ingresar lo más que puedan, pero la cantidad de personas detenidas que necesitan algo que comer y tomar hace que todo esfuerzo sea insuficiente.
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