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Este artículo fue curado por pulzo   Oct 6, 2025 - 10:25 pm
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Las relaciones entre Donald Trump y Luiz Inácio Lula da Silva podrían entrar en una inesperada etapa de cercanía, luego de que los dos líderes sostuvieran una conversación telefónica que ambos calificaron de “amistosa” y en la que el presidente de Brasil planteó revisar las medidas comerciales contra su país y las sanciones contra los funcionarios a cargo del enjuiciamiento a Jai Bolsonaro.

“Es un tipo simpático. Yo solo hago negocios con los que me caen bien, y él me cayó bien”. El primer puente para reparar la relación binacional lo tendió Donald Trump durante su intervención ante la Asamblea General de Naciones Unidas. Dos semanas después, una charla telefónica amistosa con Luiz Inácio Lula da Silva podría terminar de reparar el vínculo.

Antes de la inesperada confesión de Trump ante la ONU, las relaciones entre Brasil y Estados Unidos eran tan tensas que motivaron una de las acciones más duras en la guerra arancelaria del líder conservador: un impuesto de importación adicional de 40% por lo que según él era una “caza de brujas” desatada contra el expresidente Jair Bolsonaro.

El razonamiento de Trump era que el enjuiciamiento penal de Bolsonaro constituía una emergencia económica, y por lo tanto existían las condiciones para que Brasil fuera uno de los países más castigados el llamado “Día de la Liberación”, cuando repartió sus aranceles recíprocos al mundo entero.

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Adicionalmente, sancionó al juez del Supremo Tribunal Federal que supervisó el caso de Bolsonaro, Alexandre de Moraes, y canceló las visas de seis funcionarios de alto rango, entre ellos el procurador general Jorge Messias.

Aun así, el proceso contra Bolsonaro siguió su curso y el 11 de septiembre fue condenado a 27 años de prisión por encabezar un plan golpista para desconocer los resultados electorales y perpetuarse en el poder.

Lula no solo no hizo ninguna concesión, sino que en la Asamblea General de la ONU aseguró que no existían justificaciones para tomar medidas unilaterales y arbitrarias contra las instituciones y la economía de Brasil. No mencionó a Trump, pero dejó clara su posición sobre los aranceles y las sanciones.

Lula a quemarropa

Durante los 30 minutos del encuentro telefónico de este 6 de octubre, el mandatario progresista le recordó las dos cuentas pendientes a su homólogo: le pidió que eliminara el arancel adicional de 40% y solicitó también el fin de las “medidas restrictivas contra autoridades brasileñas”.

Aparentemente, Bolsonaro no formó parte del intercambio. Al menos no fue mencionado ni por el boletín oficial de la Presidencia brasileña ni por la publicación de Trump en la red Truth Social, en la que señaló que las conversaciones se centraron “en la economía y el comercio entre nuestros dos países”.

Lula le recordó que Brasil era uno de los tres países del G20 (las 20 principales economías del mundo) con los que Estados Unidos tenía superávit comercial. El argumento resta peso a la decisión de imponer aranceles recíprocos, que estaban dirigidos a casos en los que la balanza comercial era desfavorable para Washington.

El mandatario brasileño también destacó el encuentro como una “oportunidad para la restauración de las relaciones amigables de 201 años entre las dos mayores democracias de Occidente”.

La respuesta de Trump no podría ser más sorprendente. Después de que ante la ONU vaticinara que a Brasil le iría mal, “a menos que trabaje con nosotros”, su pronóstico cambió en línea con esa afirmación: “¡A nuestros países les irá muy bien juntos!”.

Consecuencias ya a la vista

Los impuestos de Trump ya han comenzado a mostrar sus efectos en la economía de los dos países. Las exportaciones de café brasileño a Estados Unidos se han reducido en 70%, y eso ha empujado al alza los precios en este país, que recibe de Brasil un tercio de su suministro de granos de café.

Los tostadores norteamericanos han tenido que acudir a alternativas más costosas en otros países. Consecuencias similares se han visto con los envíos de carne desde el gigante suramericano.

Lula se hizo acompañar en la llamada por el vicepresidente y ministro de Industria y Comercio, Geraldo Alckmin, el canciller Mauro Vieira y el ministro de Hacienda, Fernando Haddad.

Ahora los tres se convertirán en interlocutores del secretario de Estado Marco Rubio, que fue designado por Trump para establecer las coordinaciones para dar seguimiento a la conversación, de acuerdo con el boletín del palacio de Planalto.

Pero las conversaciones seguirán dándose al más alto nivel, pues ambos mandatarios coincidieron en que habrá encuentros presenciales en el futuro.

Trump prometió “más discusiones” y anunció reuniones “en un futuro no muy lejano tanto en Brasil como en los Estados Unidos”.

Lula, por su parte, sugirió un encuentro en la cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), a la que ambos asistirán este mes en Malasia, e invitó a Trump a la reunión de Naciones Unidas para el cambio climático COP30, que se llevará a cabo en Belem, Brasil, en noviembre.

El intercambio de teléfonos para “establecer una vía directa de comunicación” es más que lo que la mayoría de los líderes del mundo han conseguido de Trump sin haber cedido un milímetro en sus posiciones.

Con Reuters, AP y EFE

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