Una manguera expulsa un potente chorro de agua frente a Alfredo Araya, unos días después de que un gigantesco taladro alcanzara una veta subterránea.

Una perforación de 90 metros de profundidad hasta el manto acuífero puede costar unos 20.000 dólares en Caracas, de siete millones de habitantes. Un gasto que vecinos de edificios o de calles beneficiadas “pagan entre todos”, comenta a la AFP Araya, un ingeniero civil de 68 años dedicado a este negocio.

Dalila Escalona puso 400 dólares de sus ahorros en una colecta para un pozo en el edificio donde vive, en el acomodado barrio caraqueño de Los palos grandes.

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“Estamos haciendo un gran sacrificio (…). No ha sido fácil la recaudación”, dice esta arquitecta de 59 años. “Aunque todos estemos comprometidos, no todos tenemos las posibilidades de pagarlo”.

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La planificación de la perforación en el edificio de Escalona requirió cinco meses de negociaciones vía WhatsApp entre vecinos, buscando opciones de financiamiento, explica.

El privado Observatorio de Servicios Públicos (OVSP) estima que casi nueve de cada 10 venezolanos sufren interrupciones en el suministro de agua. Hay comunidades que pasan meses sin recibir una gota.

Un 56,7 % de los cerca de 30 millones de habitantes del país se ven obligados a almacenar agua en pipotes y botellas vacías en sus casas y 18,5% paga cisternas, según el OVSP.

“Reserva” de agua bajo tierra

Soportado por una grúa, un taladro cilíndrico perfora canales verticales de unas 12 pulgadas de diámetro y un rango entre 70 y 150 metros de profundidad.

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La perforación de pozos como ese ha aumentado exponencialmente en los últimos años, indica Araya.

Bajo el valle de Caracas hay “un enorme depósito de agua” por infiltraciones de lluvias y riachuelos que nacen en El Ávila, la montaña que rodea la ciudad, declara a la AFP José María de Viana, expresidente de la compañía de agua Hidrocapital (1992-1999).

Amplias zonas de la capital se abastecían con esa “reserva” en las décadas de 1950 y 1960, dice De Viana; pero los sistemas de distribución Tuy I, Tuy II y Tuy III, este último culminado en 1980, desplazaron las perforaciones.

Administrada por la estatal Hidrocapital, esa red surte la ciudad desde embalses a kilómetros de distancia.

Sin embargo, el deterioro de estaciones de bombeo puso en jaque el servicio, que además depende de gigantescas inyecciones de fondos públicos, pues terminó siendo prácticamente gratuito durante la era chavista, iniciada en 1999.

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Hace 20 años, Caracas recibía 20.000 litros de agua por segundo y hoy recibe 8.000 menos, según De Viana.

Con tal déficit, la competencia entre empresas perforadoras, anteriormente solicitadas por haciendas y fincas de la provincia, es voraz en la capital.

Y durante el confinamiento por la pandemia del coronavirus se multiplicaron pedidos, pues mucha gente, encerrada, vio “la necesidad” del pozo, asegura Araya.

Pero hay obstáculos en ese boom. Las compañías necesitan permisos estatales que pueden causar retrasos y, en caso de excavar en suelo público, organismos de seguridad pueden pedir “contribuciones” (sobornos), sostiene Araya. “Es un peaje que tienes que pagar”.

Alternativa pública

Alcaldías como la opositora Chacao han perforado gratuitamente pozos en sectores golpeados por la recurrente escasez.

Los cinco pozos excavados por esa alcaldía y otros dos en construcción son la “grandeza” para vecinos como Julio Blanco, de 45 años, quien ha pasado hasta tres meses sin agua en El Bucaral, barriada de pobres viviendas de bloques.

A veces le toca ir al cerro El Ávila con pimpinas (bidones) y una carretilla para recogerla de las quebradas.

“Cuando el agua llega aquí todos brincamos. Es como una emoción: ¡Ay, llegó el agua!”, relata Blanco. Vivir sin agua “es traumático”, lamenta.