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El robo al museo del Louvre de ocho conjuntos de joyas fue un trabajo realizado por expertos, a los que la policía sigue buscando. Sin embargo, sacar beneficio económico de la operación será difícil, ya que venderlas en su estado actual es imposible. Las autoridades manejan dos hipótesis principalmente: Un encargo de un coleccionista privado que las mantendrá ocultas o que sean desmontadas, fundidas o talladas de nuevo para ser revendidas.
Los delincuentes que perpetraron el robo se llevaron ocho piezas “de un valor patrimonial incalculable”, según las autoridades. Entre ellas, la diadema de Eugenia, que cuenta con casi 2.000 diamantes, y el collar del conjunto de zafiros de María Amelia, última reina de Francia (esposa de Luis Felipe I, rey de los franceses de 1830 a 1848), y de Hortensia de Beauharnais (madre de Napoleón III). Está compuesto por ocho zafiros y 631 diamantes, según la página web del Louvre, que no abrirá sus puertas este lunes 20 de octubre.
Revender estas joyas en su estado actual es imposible, indicaron los expertos, porque están registradas en inventarios reales e imperiales, así como en los del museo. Por lo tanto, el robo podría responder a un “encargo privado” de un coleccionista de piezas históricas, siempre y cuando las guarde en secreto.
Joyas desmontadas y revendidas
No obstante, la hipótesis más probable sigue siendo la de la reventa de las joyas una vez desmontadas. Magali Teisseire, experta en joyería de la casa de subastas Sotheby’s, así lo explica: “Un diamante de talla antigua puede volverse a tallar en otra forma y revenderse. Desafortunadamente, si se vuelven a tallar, no se puede determinar su procedencia, ya que ya no son piedras con un corte, facetas o inclusiones reconocibles”.




Para Olivier Valmier, comisario de subastas, ha comenzado una carrera contra reloj para evitar la destrucción de estas joyas, cuyo oro podría fundirse rápidamente. “El oro históricamente está extremadamente cotizado. Esta semana alcanzó un récord de 120.000 euros el kilo, pero el valor del oro es menor que el de las piedras preciosas por unidad”, dice. Los expertos capaces de tallar de manera óptima diamantes de tal tamaño son raros y el trabajo podría llevar varios meses.
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“Recuperaremos las obras y los autores serán llevados ante la justicia”, prometió el domingo por la noche en las redes sociales el presidente francés Emmanuel Macron tras el robo. “Se está haciendo todo, en todas partes, para lograrlo”, añadió el jefe de Estado, quien lamentó un robo que es “un ataque a un patrimonio que valoramos, porque es nuestra historia”.
Unos sesenta investigadores de la Brigada de Represión del Bandidismo (BRB) de la policía judicial parisina y de la Oficina Central de Lucha contra el Tráfico de Bienes Culturales (OCBC) están movilizados. Este robo es el primero registrado en el Louvre desde el de un cuadro del pintor francés Camille Corot en 1998, que nunca fue recuperado.
Robos espectaculares y objetos no siempre recuperados
Los robos espectaculares, como el de las joyas del Louvre, son llevados a cabo por individuos muy preparados y organizados a través de una red. No es la primera vez que una gran institución cultural mundial es despojada de objetos incalculables.
Algunos nunca han sido recuperados, como en el atraco al museo Isabella Stewart Gardner de Boston. En 1990, dos hombres vestidos con uniformes de policía activaron la alarma de incendio en plena noche. Sustrajeron de sus marcos trece pinturas y dibujos de Rembrandt, Vermeer y Manet. El museo sigue ofreciendo diez millones de dólares a cambio de cualquier información.
Doce años después, el museo Van Gogh de Ámsterdam fue objetivo de la mafia napolitana. Los delincuentes treparon al techo con una escalera, rompieron la ventana y descendieron a la sala de exposición por una cuerda. Las pinturas fueron recuperadas en 2016, en casa de uno de los jefes. También se recuperó, tras un robo espectacular en 2004 en Oslo, el famoso cuadro El grito de Munch.
Otro ejemplo es el robo de 21 joyas en un museo de Dresde, Alemania, perpetrado por un clan berlinés en 2019. El caso no está completamente resuelto, ya que tres conjuntos de joyas siguen desaparecidos.
El Louvre, por su parte, ya había sido escenario de un robo igualmente espectacular. En 1911, La Gioconda fue robada, esta vez por un vidriero que trabajaba para el museo. El cuadro recuperó su lugar dos años después.
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