Uno de los argumentos más empleados en los juicios por violación es que la víctima no evitó la agresión (no huyó o luchó contra sus agresores). Hoy, un estudio del University College de Londres (UCL), advierte de que esta reacción tiene una base neurocientífica.

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A la vista de los resultados, el estudio científico pide que las leyes tengan en cuenta las pruebas neurocientíficas que sugieren que en una violación o agresión, el miedo y la amenaza pueden hacer que las víctimas queden atenazadas y sean físicamente incapaces de responder al asalto.

La investigación, publicada en Nature Human Behaviour, ha sido realizada por el profesor Patrick Haggard y Ebani Dhawan, exestudiante del University College de Londres (UCL).

Se cree que el 30 % de las mujeres sufren agresiones o violaciones a lo largo de su vida.

El 70 % de las mujeres que han acudido a los servicios de urgencias tras una agresión dijo sentirse “congelada” durante la terrible experiencia, e incapaces de moverse o gritar.

El estudio cita antecedentes judiciales como el del caso R v Lennox (2018), en Australia, en el que el abogado defensor cuestionó a la víctima porque no se resistió ni mostró señales de lucha. Para este abogado estaba claro: la víctima permitió la agresión, la culpa fue suya.

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Sin embargo, los investigadores sostienen que la inmovilidad de la víctima puede ser totalmente involuntaria, en cuyo caso la culpa es inapropiada.

Las investigaciones han demostrado que, ante una amenaza, la respuesta del cerebro puede incluir el bloqueo de los circuitos neuronales que controlan voluntariamente el movimiento del cuerpo.

Muchos animales quedan brevemente paralizados ante una amenaza leve, lo que les deja mejor preparados para rápida una reacción de lucha o huida. Sin embargo, ante una amenaza inmediata y grave, el comportamiento puede cambiar a una inmovilidad prolongada en la que el cuerpo queda completamente congelado o flácido.