Por: El Colombiano

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Este artículo fue curado por Sarah Gutierrez   May 22, 2025 - 11:32 am
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En las últimas horas, se conoció que el papa León XIV firmó los decretos para autorizar la beatificación de la monja colombiana Inés Arango y el obispo español Alejandro Labaka, quienes fueron asesinados en julio de 1987 por indígenas de la selva amazónica ecuatoriana cuando llegaron a esa zona como misioneros.

Los decretos de reconocimiento como venerables fueron aprobados este 22 de mayo, durante la audiencia concedida al cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos. Se busca honrar su misión y legado tras sufrir una muerte violenta, justo cuando pretendían defender los derechos de los indígenas.

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La religiosa es Inés Arango Velásquez, nacida en Medellín en 1937, en una familia creyente que le enseñó desde niña el servicio por el otro. Tuvo una infancia y una adolescencia entre la parroquia y la escuela, según relatos que constan de las Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia, la comunidad a la que perteneció desde 1955 y donde terminó su formación.

Estuvo en un internado de esta congregación religiosa, en Yarumal, Norte antioqueño, y allí, según recuerdan estas historias, empezó a demostrar su gusto por ayudar a los demás. Estaba en el lugar indicado, pues las Terciarias Capuchinas llegaron desde España a Colombia para ser misioneras y ese fue el camino que siguió Inés Arango, quien también fue profesora en Antioquia, Tolima y Córdoba. Era muy joven cuando se ofició como religiosa y tomó los hábitos, tenía 17 años, según los registros sobre su trayectoria.

“Inés es una mujer muy receptiva y luchadora, soñadora y crítica, feliz y cantarina. La música que Inés va escuchando en su interior, unida a todo lo que va aconteciendo a sus hermanos los Huaorani, va inclinando su corazón, cada vez más, a los últimos”, escribió la hermana Isabel Valdizán Valledor de la comunidad religiosa, quien también recordó que era “una mujer de fe, alegre, entregada a Jesucristo en su fraternidad y para los que más necesitaban”. Para la hermana Valdizán Valledor, Inés “entregó la vida”.

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Para 1977, cuando tenía 40 años, la religiosa antioqueña participó en la primera expedición misionera de las Terciarias Capuchinas, en Aguarico, Ecuador. Estando en el país vecino, Inés se movió por varias comunidades, inclusive como superiora, y se dedicaba a evangelizar a los indígenas huaorani, bajo la guía, entre otros, de fray Manuel (el obispo Alejandro Labaka). “También sor Agnese llegó a conocer la crítica situación de los indígenas tagaeri, en la mira de las compañías petroleras y madereras”, se lee en la reseña del Vaticano.

En 1987, el obispo y la religiosa trabajaban como misioneros en el Vicariato Apostólico de Aguarico, en las comunidades indígenas de la zona, muy aisladas, con quienes era difícil la comunicación porque ni siquiera hablaban la misma lengua. Allí, ambos dedicaron varios años de servicio misionero.

El 21 de julio de 1987, cuando intentaban entrar a los tagaeri para establecer contacto con ellos, convencidos de que serían víctimas de la expansión de la industria petrolera, fueron recibidos con lanzas y flechas por una tribu indígena y allí murieron.

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“Ambos ofrecieron conscientemente su vida en fidelidad a su misión, un testimonio reflejado también en una carta que sor Agnese (Inés) escribió la noche antes de partir, en la que dejó disposiciones casi como si fuera un testamento. Su muerte tuvo una gran repercusión y hasta hoy se mantiene una fuerte fama de santidad, acompañada por algunos signos”, señalaron desde el Vaticano al dar a conocer la noticia de su reconocimiento.

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