El papa Francisco, en sus tradicionales votos navideños, envió un fuerte mensaje a los cardenales de la Iglesia católica. En casi nueve años de pontificado, el pontífice hizo a menudo de este encuentro anual una antología de reprimendas severas.

En 2014, enumeró 15 “enfermedades” que aquejan a la Curia, que van del “Alzheimer espiritual” a la “fosilización mental”. Pero después de tres años, esta edición adoptó un tono más moderado de lo que esperaban sus opositores.

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Navidad “es el momento en que cada uno de nosotros debe tener el coraje […] de liberarse de sus vestimentas y de su cargo, del reconocimiento social, de su pedazo de gloria del mundo y de asumir su propia humildad”, declaró el papa ante sus cardenales y obispos, reunidos en la Sala de Bendiciones del Vaticano.

En un discurso de 30 minutos, Francisco, de 85 años, planteó al sínodo el futuro de la iglesia, dos meses después del lanzamiento de una consulta inédita entre fieles del mundo entero.

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Tras recordar que la Curia (gobierno central de la iglesia) “no es solamente un instrumento logístico y burocrático”, sino “el primer órgano llamado a dar testimonio”, el papa planteó: “La organización que debemos instalar no tiene modelo de empresa, sino modelo evangélico”.

“Nosotros, miembros de la Curia, debemos ser los primeros en comprometernos con una conversión a la sobriedad”, insistió, tras llamar a “vivir con transparencia, sin favoritismos y sin amiguismos”.

“Todos nosotros somos leprosos en busca de cura”, expresó Francisco.

“El orgulloso, enfermo en su pequeño mundo, no tiene más pasado ni futuro, no tiene raíz ni fruto, vive con el gusto amargo de la tristeza estéril”, declaró en referencia a las críticas al modo de vida de algunos miembros del clero.