Todo cambió para esta joven, de 25 años, el 3 de agosto de 2014. Aquel día la comarca iraquí de Sinyar, donde nació y creció, vio como una columna de vehículos de los terroristas llegaba para iniciar una operación salvaje de sometimiento y de exterminio.

Su objetivo era acabar con los yazadíes, una minoría religiosa de etnia kurda asentada en el norte de Irak, cuyas raíces se remontan a 2.000 años en los que ha sufrido 74 genocidios, y a los que los yihadistas del Estado Islámico (EI) consideran infieles.

La masacre del grupo terrorista supuso la muerte de unas 5.000 personas, según cálculos no oficiales, y la esclavitud de alrededor de 3.000 niñas y mujeres que fueron sometidas a ventas y reventas para su explotación sexual.

Una de ellas fue Nadia Murad. Aquel día estaba junto a su madre y sus 12 hermanos en su natal Kojo, un pueblo agrícola, del que los yihadistas se llevaron a todo el mundo.

Durante tres meses Murad sufrió un tormento del que logró escapar en noviembre de aquel mismo año gracias a los vecinos que la ayudaron a salir de la zona controlada por los terroristas para llegar a un campo de refugiados en Irak y trasladarse posteriormente a Alemania.

Desde allí comenzó a alzar la voz para denunciar el suplicio de los yazidíes y el 16 de diciembre de 2015 contó su experiencia en el Consejo de Seguridad de la ONU, que la nombró embajadora de esta organización.

Su rostro comenzó a hacerse habitual en las conferencias de Naciones Unidas y organismos internacionales, en donde sin descanso narra una y otra vez el horror que aún vive su pueblo.

Murad “es el testigo que cuenta de los abusos perpetrados contra ella y contra otros”, argumentó hoy el comité Nobel para conceder el galardón.

Denis Mukwege y Nadia Murad

Artículo relacionado

Otorgan Nobel de Paz a pareja que combate la violencia sexual como arma de guerra

Murad es “una de las cerca de 3.000 niñas y mujeres que han sufrido abusos sexuales como parte de la estrategia militar del yihadista Estado Islámico que usaba ese tipo de violencia como un arma contra los yazidíes y otras minorías religiosas”, agregó el comité del Nobel.

El galardón lo comparte con el congoleño Denis Mukwege, un médico que lleva años trabajando en la recuperación física y psicológica de las mujeres violadas durante los conflictos armados.

Denis Mukwege

Artículo relacionado

Doctor que cura cuerpo y alma de mujeres violadas en las guerras, nuevo Nobel de Paz

El reconocimiento de este viernes con el Nobel de Paz se suma al que ya recibió en 2016 del Parlamento Europeo, que le otorgó el Premio Sajarov a la Libertad de Conciencia, un premio que la Eurocámara concede desde 1988 a personas y organizaciones que defiendan los derechos humanos y las libertades fundamentales.

Luego de recibir el reconocimiento hace dos años, subrayó en una entrevista:

“Este premio va en contra de los objetivos que persigue el grupo Estado Islámico, ya que quieren erradicar a los yazidíes y cuando nos capturaron querían quitarnos nuestro honor, dignidad y orgullo. Este premio nos ha devuelto el orgullo y la dignidad, y por ese motivo se lo quiero dedicar a todas las víctimas en el mundo del EI u otros grupos”.

Además, la joven yazidí ha venido insistiendo en la necesidad de que se cree un tribunal especializado que juzgue a los responsables de los crímenes cometidos por el EI en Siria e Irak, donde a finales de junio de 2014 proclamó un “califato” en los territorios que había conquistado hasta ese momento y que en julio de 2017 daba sus últimos coletazos.