La sensibilidad y determinación del médico para ayudar a estas mujeres quedó manifiesta en una entrevista en 2014, cuando el Parlamento Europeo le concedió el Premio Sajarov por su lucha contra la violencia sexual:

 “Cuando violan a una mujer, allá donde sea, es a mi mujer a la que violan. Cuando violan a una hija, a una madre, es a mi hija y a mi madre a las que están violando”.

Nació en 1955 y fundó el Hospital Panzi en Bukavu en 1999, en el este del Congo. Allí trata a las mujeres que son violadas por los grupos armados, muchas veces en grupo, usadas como un arma de guerra más, y se ocupa de aminorar los efectos devastadores de esos daños, tanto físicos como morales, con una prioridad:

“No debemos precipitarnos con una operación si no hemos recuperado psicológicamente a esa mujer”.

Para ello cuenta con un equipo de asistencia social, psicológica y psiquiátrica, que ayudan antes de proceder a un tratamiento quirúrgico complicado, ya que muchas mujeres acuden con destrozos físicos en su aparato genital.

Después son mujeres que resurgen con una fuerza espectacular. Mujeres que han sido violadas durante días por seis o siete rebeldes o soldados que les han hecho de todo. Después resurgen como líderes de comunidades”, dijo en Blu Radio Xavier Aldekoa, el escritor español que hizo un perfil sobre Mukwege.

El hospital lo concibió para permitir a las mujeres dar a luz en condiciones óptimas. En poco tiempo el centro se convirtió en una clínica de tratamiento de las violaciones debido al horror de la segunda guerra del Congo (1998-2003), durante la que se cometieron numerosas violaciones masivas.

El doctor se enteró que fue galardonado este viernes cuando estaba en el quirófano de su hospital de Panzi practicando una operación: “Estaba en el quirófano (…) de repente entró gente y me informaron sobre la noticia”, dijo Mukwege al periódico noruego VG.

Este médico congoleño siempre ha tenido claro que las violaciones perpetradas por militares son “una potente arma de guerra”, que busca “destruir no solo físicamente a la mujer, sino a toda la comunidad a la que pertenece” y que se prolonga cuando se producen embarazos de niños no deseados.

Hijo de un ministro pentecostal, estudió Medicina en Burundi y después comenzó a hacer prácticas en el Hospital Cristiano de Lemera, en Kivu del Sur.

Conmocionado por las ablaciones (extirpación del clítoris) que sufrían las mujeres en el país decidió especializarse en Obstetricia y Ginecología y después de completar su formación en Francia regresó a Kivu del Sur en 1989.

Como cirujano jefe, él y su equipo han intervenido a miles de mujeres víctimas de violaciones y de la ablación.

“El trabajo que hace es imparable y arriesgado, porque su denuncia al Gobierno ha provocado que esté amenazado de muerte”, agregó Aldekoa en la emisora. El comunicador vive en el Congo y ha hecho varios cubrimientos sobre la labor de Mukwege.

El artículo continúa abajo

En su trayectoria no lo ha tenido fácil porque Mukwege ya tuvo que dejar el Hospital de Lemera (Kivu del Sur), tras ser destruido el 6 de octubre de 1996 en un ataque que precedió a la Primera Guerra del Congo (1996-1997), que derrocó al dictador Mobutu Sésé Seko.

En octubre de 2012 Mukwege sufrió un atentado en el que murió uno de sus colaboradores. En una entrevista, en 2012, Mukwege dijo no sentirse un héroe por haber ayudado a tantas congoleñas:

“Sólo hago lo que tengo que hacer. Como ser humano, no puedo entender que no se actúe en esta situación. No siento que esté haciendo nada especial”.

Como hombre, además, tiene la responsabilidad de trasladar a otros hombres que rompan su silencio frente a los abusos: “Debemos decir a las mujeres que vosotras sois como mi madre, como mi mujer, y que esa violencia no es aceptable”.