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Pese al contexto económico adverso y los escándalos de corrupción que golpearon a su entorno, La Libertad Avanza consiguió un triunfo legislativo más amplio de lo previsto. Los analistas coinciden en que el resultado no expresa tanto un voto de entusiasmo como un reflejo de prudencia: el temor a “volver atrás” con el kirchnerismo pesó más que el malestar con la gestión. El oficialismo no solo retiene su base, sino que amplía su margen de maniobra política en el Congreso, abriendo una nueva etapa para el Gobierno de Javier Milei.
Contra todos los pronósticos, el oficialismo obtuvo una victoria tan amplia como inesperada. En las elecciones legislativas nacionales, La Libertad Avanza (LLA) superó el 40 % de los votos a nivel país, imponiéndose con una diferencia que ni propios ni ajenos anticipaban, incluso en la provincia de Buenos Aires, donde venía de sufrir una derrota contundente en los comicios locales de septiembre.
El resultado no solo tomó por sorpresa a la oposición y a las consultoras, sino que alteró el tablero político: Javier Milei convirtió lo que se proyectaba como un plebiscito de castigo en un voto de refrendo a su gestión.
A pesar de los escándalos recientes por supuestas coimas y corrupción, del desgaste propio de la gestión y de una economía aún frágil, el Gobierno logró salir airoso y fortalecido de las urnas.
La categórica victoria confirma que su mensaje —centrado en la disciplina fiscal, la confrontación con la “casta” y la promesa de orden— mantiene vigencia en el escenario político argentino. Pero también, según coinciden varios analistas, refleja un componente emocional más profundo: el miedo al regreso del kirchnerismo.
Los especialistas coinciden en que se trata de un triunfo tan contundente como estratégico: le da a Milei un Congreso más favorable, una legitimidad renovada y un margen de maniobra que pocos imaginaban después de un 2025 marcado por los reveses.
El nuevo Congreso y la correlación de fuerzas
El nuevo equilibrio que dejaron las elecciones legislativas redibuja el mapa de poder en el Congreso. La Libertad Avanza, junto a sus aliados, pasará a ser la primera minoría en la Cámara de Diputados, desplazando al bloque peronista Unión por la Patria.
En total, el oficialismo contará con 107 bancas propias, en alianza con el PRO y un sector del radicalismo.
Aunque el oficialismo no alcanzó el quórum propio, el salto político es evidente: superar el tercio de la Cámara le otorga a Milei un escudo institucional que neutraliza el riesgo de juicio político y refuerza su capacidad de veto ante iniciativas que considera fiscalmente inviables.
El nuevo orden que regirá a partir del 10 de diciembre marca un cambio profundo en la arquitectura del poder. En el último año, el Ejecutivo enfrentó resistencia en temas sensibles —como las leyes de Discapacidad, Financiamiento Universitario y Emergencia Pediátrica—, aprobadas con apoyo opositor y todavía sin aplicación, según el Gobierno, por “limitaciones presupuestarias”.
Con una bancada más sólida y fuerte, Milei gana margen para sostener su programa de ajuste y reforma estructural.
En el Senado, LLA pasará a contar con 19 bancas propias, consolidando su presencia territorial, mientras que el kirchnerismo sufre una fuerte retracción. De las ocho provincias que renovaron senadores, el oficialismo se impuso en seis —CABA, Chaco, Entre Ríos, Neuquén, Salta y Tierra del Fuego— y obtuvo en todas ellas los dos escaños por la mayoría.
Con la victoria consumada, Milei se mostró en el búnker libertario con un tono más sereno que en otras ocasiones.
Habló de “una oportunidad histórica” y anticipó una nueva etapa de diálogo con los gobernadores, con el objetivo de convertir en leyes los principios del Pacto de Mayo. El mensaje combinó firmeza y apertura, buscando proyectar la imagen de un liderazgo más dialoguista.
“Queremos invitar a la gran mayoría de los gobernadores que tendrán representación parlamentaria a discutir en conjunto estos acuerdos. En definitiva, ahora sí podremos traducir en leyes las consignas del Pacto de Mayo”, señaló el presidente.
“Tenemos una oportunidad histórica e irrepetible como país. Tenemos la responsabilidad de dejar de lado los intereses partidarios y pensar en clave nacional. Confiamos en que podemos trabajar en conjunto con todas las fuerzas con las que compartimos puntos de acuerdo, para lograr los cambios que la Argentina pide a gritos desde hace tantos años”, agregó.
El peso del poder nacional y el voto oculto
En septiembre, el peronismo había celebrado un triunfo cómodo en las elecciones provinciales de Buenos Aires: Fuerza Patria superó a La Libertad Avanza por más de 13 puntos, lo que muchos interpretaron como una señal de recuperación del espacio opositor.
Apenas seis semanas después, el escenario cambió de manera drástica. El resultado nacional tomó por sorpresa a analistas y dirigentes y obligó a revisar las interpretaciones sobre el comportamiento del electorado bonaerense y del interior.
En diálogo con France 24, la analista política Lucía Bonetto Cornatosky sostiene que el resultado de las legislativas debe leerse, ante todo, como un reflejo del peso estructural del poder nacional. En su visión, cuando la elección es federal el oficialismo logra instalar el marco de discusión y definir la agenda sobre la que se vota.
La especialista en comunicación digital agrega que también hubo un voto libertario oculto, el llamado “efecto vergüenza”, que volvió a aparecer en las urnas, especialmente en provincias donde las encuestas preveían un escenario cerrado.
Territorio, boleta única y el miedo a volver atrás
El sociólogo y politólogo Sebastián Halperin, profesor de Opinión Pública en la Universidad Católica Argentina, la UCES y la Universidad Camilo José Cela, coincide en que la oposición no logró transformar su ventaja de septiembre en un capital nacional.
Según explica a France 24, los intendentes peronistas en la provincia de Buenos Aires no mantuvieron el impulso y la adopción de la boleta única papel “redujo la capacidad de movilización y de acompañamiento territorial”.
A eso, añade, se sumó el papel de Diego Santilli, un candidato que, con raíces en el peronismo y trayectoria en el PRO, supo hablarle al votante moderado y canalizar el descontento sin romper con el electorado del centro.
Desde otra perspectiva, el consultor Gonzalo Sarasqueta, director del Máster en Comunicación Política y del Laboratorio Digital de Narrativas Políticas de la Universidad Camilo José Cela, destaca la lógica del rechazo al kirchnerismo como motor del voto.
“Lo que sigue primando es el rechazo al pasado. El gobierno se siente tranquilo porque ve que en la gente hay un miedo mayor: el regreso del kirchnerismo”.
Ese temor, añade, actuó como un aglutinante emocional que volvió a reunir a sectores dispares. Pero también llama a poner el resultado en perspectiva:
“No es un triunfo espectacular; es un triunfo sólido, pero es el tipo de victoria que puede obtener una fuerza en una elección de medio término. De hecho, Cambiemos en 2017 consiguió un porcentaje mayor. Aun así, Milei está lejos del 56 % logrado en 2023”.
Halperin coincide en que ese reflejo fue decisivo: “El temor a volver al pasado pesó más que el enojo actual con el Gobierno”.
El ciclo histórico y el desafío que sigue
El analista político Federico Miravet invita a poner el resultado en perspectiva histórica: desde 1983, la política argentina se estructura sobre el eje peronismo–antiperonismo. Ese ciclo, comenta a France 24, volvió a manifestarse con la victoria de Santilli en Buenos Aires y el avance libertario a nivel nacional.
“El peronismo muta dentro del mismo partido —dice—, mientras que el antiperonismo cambia de sello. En 2015 fue Macri, en 2023 Milei; ahora vuelve a expresarse con otros protagonistas”.
Miravet advierte que lo más notable es la persistencia del patrón, incluso en un contexto adverso: inflación, recesión, escándalos y causas judiciales no impidieron el triunfo oficialista. “Ahí surge la gran pregunta: ¿estaba todo tan mal o la sociedad decidió no mirar hacia atrás?”.
Para Bonetto, el Gobierno consiguió presentarse con una narrativa más positiva: “No es la motosierra ni solamente el recorte. Hay una idea de futuro, de que se puede estar mejor y de que existe un camino”.
Sarasqueta coincide y observa un cambio de tono en Milei tras la victoria: “Fue uno de sus discursos más racionales. Empezó a distinguir con qué fuerzas puede construir alianzas temporales. Es el tono de un presidente que entiende su necesidad de buscar consensos”.
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En esa línea, Halperin advierte que el discurso de Milei “invita al optimismo en cuanto a la moderación”, aunque llama a la cautela.
“Si uno mira en perspectiva, el riesgo es que el Gobierno se sienta envalentonado por un triunfo que, creo yo, ni él esperaba. Eso podría reducir su permeabilidad para ampliar la base de sustentación política”, señala.
Miravet concluye que el desafío empieza ahora. “La economía no mejora por el resultado, pero los mercados reaccionan. Y el ‘riesgo kuka’, ese fantasma que La Libertad Avanza supo explotar, parece agotado. Esa carta ya no se puede volver a jugar”.
Los mercados celebran y Trump refuerza el apoyo a Milei
El impacto político del resultado también se extendió al plano internacional. Días antes de la elección, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, había condicionado el apoyo financiero de su país a que Milei y su coalición salieran fortalecidos de las urnas. Tras la victoria, el republicano felicitó al libertario en su red social Truth Social.
“Felicitaciones al presidente Javier Milei por su aplastante victoria en Argentina. ¡Está haciendo un trabajo excelente! El pueblo argentino justificó nuestra confianza en él”, escribió.
La declaración generó una lectura entre inversores y analistas: el respaldo estadounidense —junto al triunfo electoral— reforzó la percepción de que el Gobierno podrá asegurar recursos externos y avanzar con su plan de reformas.
Con la economía todavía en tensión, un Congreso más favorable y el aval explícito de Washington, Milei inicia una segunda etapa de gobierno con más poder político que al comienzo de su gestión.
La incógnita, advierten los analistas, es si ese capital servirá para moderar o para profundizar su proyecto. En cualquiera de los casos, el resultado de octubre confirma que el miedo al pasado sigue siendo, al menos por ahora, su aliado más eficaz.
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