La intervención de unos 500 bomberos evitó que se redujera a cenizas una obra que desde hace ocho siglos se ha convertido en un símbolo de la ciudad y que el presidente francés, Emmanuel Macron, prometió reconstruir.
Los cañones de agua, que vistos desde la distancia parecían los arbotantes que sujetan las paredes de la catedral, lograron imponerse al avance del fuego, aunque no evitaron que dos tercios de su cubierta, al igual que su célebre aguja -ambos añadidos al templo gótico en el siglo XIX-, quedaran totalmente destruidas.
El fuego, originado por causas todavía desconocidas en el tejado, que estaba en restauración, también dañó buena parte de las obras interiores, aunque no las reliquias que atesora el templo, entre ellas la corona de espinas de Cristo.
Con las primeras llamas, sonaron las campanas del templo, un clamor muy ligado a la historia de Francia, a sus eventos felices y a los dramas más tristes.
Estas son las imágenes que se conocen del templo:











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