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Las elecciones del 4 de noviembre en Estados Unidos, con triunfos de los demócratas en Virginia, New Jersey y Nueva York, y la aprobación en California de una reforma para redefinir los mapas electorales, envían un mensaje rotundo a Trump y su partido: el votante vuelve a poner en el centro la economía doméstica, el costo de la vida y la sensación de que “algo tiene que cambiar”. Para el Partido Demócrata, aunque carece de una figura nacional que articule el momento, se abre una ventana de oportunidad hacia las elecciones de mitad de mandato de 2026, pero solo si logra convertir el impulso en máquina política y narrativa unificada.
El 5 de noviembre de 2024, una ola republicana arrasó Estados Unidos en unas elecciones que trajeron, dos meses después, a Donald Trump de nuevo a la Casa Blanca. Presidencia, Senado y Cámara de Representantes se tiñeron del rojo MAGA (Make America Great Again), un movimiento polarizador que condensó muchos de los malestares de la sociedad estadounidense. Entre ellos, el alto costo de vida heredado del mandato de Joe Biden.
Un año después, el 5 de noviembre de 2025, Trump amaneció con malas noticias: en la gran primera cita electoral tras su victoria, los demócratas lograron imponerse en carreras clave. En Virginia, el estado contiguo a Washington D. C. donde buena parte de la población trabaja para la Administración central, la demócrata Abigail Spanberger se alzó con la gobernación con un margen de 15 puntos sobre la republicana Winsome Earle‑Sears y se convertirá en la primera mujer gobernadora.
En New Jersey, la también demócrata Mikie Sherrill venció a Jack Ciattarelli, respaldado por Trump, en la carrera de la gobernatura, con un resultado proyectado cercano al 56% frente al 43%.
La pugna más diciente tuvo lugar en Nueva York, la primera ciudad del presidente y la urbe más poblada del país. El demócrata socialista Zohran Mamdani, un musulmán de 34 años, se impuso en la carrera por la Alcaldía, marcando una victoria simbólica y estratégica frente a Andrew Cuomo, también apoyado por el magnate republicano. No sirvieron las amenazas de recortes federales, ni el tono hostil.
Spanberger y Sherrill, ex agente de la CIA y ex piloto de helicóptero de la Marina, respectivamente, del ala moderada del Partido Demócrata, con un tono marcado anti-Trump y un discurso a favor de mejorar las condiciones de “asequibilidad” del costo de vida. Mamdani, con una retórica confrontativa hacia el presidente, pero liderando también la narrativa de hacer que la llamada Gran Manzana sea menos costosa.
En California, el electorado aprobó la Proposición 50, que permitirá redibujar los distritos congresionales para favorecer al Partido Demócrata en las próximas elecciones a la Cámara de Representantes federal, que tendrán lugar en noviembre de 2026 en el marco de las elecciones de medio término, denominadas ‘midterm’.
Resultados que también hablan de las consecuencias de una inflación interanual del 3%, que no ha mejorado sustancialmente desde el regreso de Trump al Despacho Oval, y con un ‘shutdown’, un cierre del gobierno federal, que ya es el más largo en la historia del país y que repercute en la economía de millones de familias.
“El Partido Republicano, que abanderó la causa del costo de vida hace un año, la abandonó ahora para centrarse en la agenda maximalista del presidente, con la concentración de poder en el Ejecutivo, la política exterior o la persecución a la oposición”, remarca el analista internacional Marco Frieri.
El mandatario, tras la derrota electoral, externalizó las culpas. En su primer mensaje en redes sociales expresó: “Según los encuestadores, que Trump no estuviera en las papeletas y el ‘shutdown’ fueron las causas del fracaso electoral”. Este miércoles, sin hacer autocrítica, repitió la fórmula en su primera comparecencia del día.
Según una encuesta a pie de urna realizada por la agencia de noticias ‘Associated Press’, el electorado llamado al voto acudió a expresar su opinión política con una preocupación por encima de las demás: la economía. Aproximadamente el 50% de los electores en Virginia priorizaron la calidad de su bolsillo a temas como la inmigración o la educación.
Un tercio de los votantes en New Jersey se decantaron por lo mismo: un tercio pusieron los impuestos y la situación económica en primer lugar a la hora de votar, mientras el crimen o los migrantes quedaron rezagados en su lista de preocupaciones. Dos asuntos donde pone habitualmente la retórica Trump.
Para los demócratas, las victorias clave del martes son doblemente estratégicas: les permite capitalizar vulnerabilidades reales en el electorado y también construir un relato extrapolable a escala nacional. Hacer del argumento contra la inflación, que usó el republicano en 2024, una causa para quitarle las mayorías legislativas el próximo año.
Para el magnate y los suyos, el resultado de ayer podría leerse en clave de aviso: más allá de la movilización de las bases MAGA sobre las guerras culturales, la inmigración o la Defensa, el bolsillo de la clase media sigue pidiendo auxilio.
Un aviso para Trump, pero sin terremoto nacional
Los resultados del martes representan un mensaje claro para Donald Trump y su partido: el impulso republicano que arrasó hace un año no se traduce automáticamente en apoyo a nivel local o estatal. Los votantes urbanos y suburbanos, especialmente en estados como Virginia o New Jersey, optaron mayoritariamente por candidatos demócratas que centraron sus campañas en cuestiones cotidianas como la vivienda, los impuestos y los servicios públicos, mientras los republicanos insistían en temas nacionales como la inmigración o la seguridad.
“El mensaje que mandan los comicios es el rechazo a la interferencia de lo federal en lo local, el hastío sobre la agresividad de EE. UU. incluso frente a países aliados, la preocupación por el aumento leve de precios y falta de soluciones a la vivienda”, señala el experto en política estadounidense Rafael Piñeros.
El alcance del mensaje tiene además matices. Se trata de elecciones celebradas en territorios de mayoría demócrata, que a nivel federal son poco determinantes —excepto Nueva York y California— en la composición del Colegio Electoral. Además, los comicios locales suelen reflejar preocupaciones inmediatas más que tendencias estructurales.
“Trasladar la victoria de ayer al próximo año puede ser peligroso”, añade Piñeros sobre las elecciones de medio término, donde los electores estadounidenses deberán renovar un tercio del Senado (34 escaños) y la totalidad de la Cámara de Representantes (435 asientos).
En otras palabras: no hay una traslación automática entre el voto local y el voto nacional, pero sí una advertencia para el trumpismo sobre los límites de su narrativa cuando el debate se traslada al terreno doméstico.
A nivel demográfico, las mujeres jóvenes podrían ser clave: “Fueron las que más se fueron a la izquierda en estas elecciones, con segmentos poblacionales en Nueva York, Virginia o New Jersey votando hasta en un 80% por los demócratas. Trump apostó mucho a los jóvenes varones durante su campaña, y le dio frutos, pero descuidó a las mujeres, que son las que más votan en los comicios en Estados Unidos”, señala el analista político Rodrigo Balvanera.
El votante independiente y los trabajadores de clase obrera deberían estar asimismo en las prioridades de los republicanos de cara a 2026, subraya.
“El presidente sabe de la importancia de las elecciones del año entrante. Sabe que si los demócratas recuperan la Cámara e incluso el Senado, su Presidencia está prácticamente acabada dos años antes del fin de su período por el bloqueo que ejercerán en el Legislativo”, agrega Marco Frieri.
Los demócratas, ¿camino a un nuevo amanecer?
Los resultados de los comicios del martes confirman que el Partido Demócrata sigue siendo hegemónico en los grandes centros urbanos y en los estados más progresistas del país.
“La mayor victoria que pueden vender los demócratas es haber recuperado la bandera del costo de vida”, apunta el analista Marco Frieri. “Las figuras nacionales ya vendrán, pero debían recuperar una bandera que les aúne y lo hicieron esta campaña”, añade.
En California, el gobernador Gavin Newsom, un opositor acérrimo a Donald Trump que a menudo adopta su tono crítico en redes sociales, consolidó su capacidad para proyectar liderazgo dentro del partido, reforzando su perfil nacional a través de una red de apoyo local que se mantiene sólida y organizada.
Su gestión, respaldada por amplias mayorías en las urnas, le permite presentarse como una de las voces más visibles del ala institucional demócrata, aunque todavía sin dar el paso hacia una eventual candidatura presidencial.
En Nueva York, figuras como el alcalde electo Zohran Mamdani y otros representantes del ala más progresista confirmaron que la base demócrata sigue viva y dispuesta a empujar al partido hacia posiciones más ambiciosas en materia de justicia social, vivienda y cambio climático.
Sin embargo, los resultados también reflejan un equilibrio complicado entre las corrientes internas de la formación, con fortalezas a nivel local, pero carente por el momento de un líder a escala país que consiga condensar las distintas sensibilidades en un proyecto común que sirva de un nuevo amanecer tras la fórmula Joe Biden – Kamala Harris.
No obstante, las elecciones legislativas de 2026 podrían servir de trampolín: “Tienen una lógica local, no nacional. Importan más las propuestas que hace un candidato a congresista en su distrito que los mensajes nacionales, y los demócratas tienen una oportunidad de reconstruir sus mayorías desde ahí antes de pensar en un liderazgo más amplio”, dice Rodrigo Balvanera, analista político.
Así las cosas, las ‘Midterm 2026’ abren una ventana estratégica para el partido azul en Estados Unidos: los triunfos en feudos urbanos y suburbanos muestran que la formación política aún conserva una base sólida desde la que rearticular sus mayorías legislativas de cara a noviembre del año que viene. El reto, más que ideológico, podría estar en saber catalizar los vientos favorables actuales en un músculo político que recupere el control de la narrativa en los próximos 12 meses.
‘Midterm’ 2026, el termómetro definitivo
Los comicios de ayer pudieron trasladar mensajes preliminares tanto a demócratas como a republicanos. Sin embargo, las elecciones de medio término de 2026 se perfilan como el gran examen político del segundo mandato de Donald Trump.
En juego estarán la totalidad de los 435 escaños de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado —34 asientos—, además de una docena de gobernaciones y cientos de cargos locales y judiciales.
Una cita electoral nacional que se leerá irremediablemente en clave de plebiscito a la gestión del magnate y medirá el clima político nacional cuando Trump cumpla su segundo año en la Casa Blanca. Las estadísticas históricas sostienen que el desgaste del Ejecutivo suele traducirse en cambios en el Congreso.
En el corto plazo, los retos no son menores. Estados Unidos vive hoy el cierre de gobierno más largo de su historia (al momento, 36 días), y cruces de responsabilidades entre los rojos republicanos y los azules demócratas al tiempo que millones de familias batallan por comer.
Un sondeo de Gallup publicado esta semana muestra que el 56% de los estadounidenses desaprueba la gestión del presidente durante el cierre gubernamental, frente al 38% que lo respalda.
Los republicanos mantienen el control de ambas cámaras, pero sus mayorías son estrechas y frágiles, en particular en la Cámara Baja, donde las divisiones entre los trumpistas más duros y el ala moderada dificultan la gobernabilidad.
Si los demócratas logran recuperar aunque sea una de las cámaras en 2026, podrían bloquear buena parte de la agenda legislativa de Trump, incluida su reforma migratoria y los recortes presupuestarios propuestos para programas sociales.
Los estrategas republicanos son conscientes de esa amenaza. En los últimos meses han comenzado a insistir en un discurso de estabilidad y crecimiento económico, intentando alejar la atención del ‘shutdown’ y de las disputas internas. Del otro lado, los demócratas preparan su narrativa en torno a la “fatiga trumpista”, la pérdida de poder adquisitivo y la erosión institucional que, argumentan, ha acompañado el regreso del republicano a la Casa Blanca.
Las ‘midterms’ de 2026 no solo decidirán el equilibrio de fuerzas en el Congreso, sino también el grado de gobernabilidad de los próximos dos años hasta las presidenciales de 2028, donde Trump, que coqueteó con aspirar a un tercer mandato pese a la prohibición constitucional, ahora dice que respaldaría una fórmula entre JD Vance y Marco Rubio, actuales vicepresidente y Secretario de Estado, respectivamente.
Si las elecciones locales del 4 noviembre sirvieron para empezar a tomar el pulso al país, las de medio término serán el verdadero termómetro del estado de ánimo de Estados Unidos bajo Trump 2.0: ¿respaldarán los estadounidenses al republicano o se empezarán a buscar nuevos contrapesos? La respuesta, en unos 365 días.
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