A los gritos y sin entender ni un ápice, y mucho menos de qué lo acusaban, Andrés Felipe Ballesteros Uribe fue arrojado a un calabozo de la inhumana prisión de Keko, relata el portal Krak.

Allí no es el único de los 1.600 reos que permanece abandonado a su suerte sin tener derecho a un juicio ni un proceso justo, pasando hambre y sed, a merced de lo que puedan llevarle sus familiares, prosigue el sitio web. Esa ayuda tampoco ha podido ser frecuente, pues el único que ha podido viajar es su hermano, Juan Carlos, en contadas oportunidades, siendo la primera nueve meses después de su aprehensión, agrega.

Las sensaciones que le quedaron [a Juan Carlos] en ese primer viaje fueron terribles, no solo por las condiciones deplorables en las que encontró a su hermano menor, sino porque notó desde el primer minuto que en Tanzania la justicia es simplemente inexistente y solo hace parte de la gran cadena de podredumbre y corrupción que permea a gran parte de la sociedad tanzana”, cuenta Krak.

Su caso ha estado a cargo de varios abogados, “cada uno menos diligente que el anterior”, comenta ese medio. La embajada de Colombia en Kenia ha tratado de ser diligente para prestar ayuda a la familia Ballesteros, pero la cautela con la que han tenido que actuar para evitar que se levante un muro burocrático de corrupción ha dificultado cualquier avance, indica.

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En junio pasado un juez levantó los cargos “debido a las evidentes inconsistencias del caso, entre éstas, que en los informes policiales no coincidían las cantidades de droga que supuestamente el sindicado había ingresado a Tanzania“, continúa la crónica, pero todo terminó siendo una ilusión.

“Las autoridades policiales que estaban presentes en el juicio le pidieron a Andrés Felipe Ballesteros acompañarlos de nuevo ‘de manera preventiva’, lo que no significaba nada distinto que la fabricación de nuevos cargos y empezar todo desde ceros”, relata el portal.

Ballesteros se encontraba haciendo un viaje para celebrar su cumpleaños. Dejó en Colombia a su esposa, a una hija de 12 años y a un hijo que en ese entonces tenía apenas 4 meses con el que recién habló por teléfono por primera vez en junio de este años. Según el medio, la familia ahora se aferra a que la iglesia pueda ser la clave para interceder por la libertad del joven para salir del dramático infierno que lleva un lustro viviendo en África.

¿Por qué la injusticia que denuncia la familia del joven? Krak asegura que en ese país capturan viajeros principalmente blancos en el aeropuerto y “les formulan cargos infundados a la espera de que los familiares o las representaciones diplomáticas de los caídos en desgracia paguen fuertes sumas de dinero por la libertad de los encartados”.

Pero allí también caen incluso los locales. Además de los casos de un griego y un indonesio, mencionados por el mismo medio, hace tan solo unos días, Europa Press publicó el caso de un periodista local que parece haber caído en este mismo círculo de corrupción. Erick Kabendera, corresponsal de medios extrajeros, ha denunciado situaciones que no han gustado al gobierno local, por lo que se especula con que la medida es una represalia para acallarlo.