Por: RFI

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Este artículo fue curado por pulzo   Oct 8, 2025 - 9:40 am
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Mientras Francia sigue sin primer ministro desde hace varios días, la incertidumbre política se instala. Más allá de los juegos de poder, las consecuencias económicas ya son visibles: crecimiento en declive, empresas cautelosas, hogares preocupados.

Francia no tiene primer ministro desde el lunes por la mañana. El último Gobierno solo ha durado trece horas, un récord de brevedad que ilustra el grado de inestabilidad política en el que se encuentra sumido el país. Y esta situación, lejos de limitarse a los círculos del poder, tiene efectos muy reales en la economía. Según varios economistas, en particular los del banco BNP Paribas, la crisis política ya le habría costado a Francia cerca de 0,3 puntos de crecimiento en 2025. Puede parecer marginal, pero representa más de 8.000 millones de euros menos de riqueza nacional.

En pocas palabras, una economía que podría haber crecido un 1 % este año tendrá que conformarse con un 0,7 %. La razón de esta desaceleración es simple: el miedo al futuro. Los hogares ahorran más y las empresas aplazan sus inversiones. En otras palabras, todo el mundo guarda su dinero a la espera de una señal política más clara. Este clima de incertidumbre actúa como un freno colectivo que ralentiza la máquina económica.

Hogares preocupados y empresas cautelosas

Los franceses, ya afectados por la inflación y la pérdida de poder adquisitivo, temen ahora una subida de los impuestos o una reducción de las ayudas públicas. Ahorran más. Antes de la crisis del Covid, la tasa media de ahorro rondaba el 15% de la renta disponible. En 2025, roza el 19%, una de las más altas de Europa. Este reflejo de precaución tiene efectos directos sobre el crecimiento. Cuando los hogares gastan menos, el consumo se ralentiza. Ahora bien, el consumo representa la mitad del PIB francés. Cuando este motor se agota, toda la economía se estanca.

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El mismo fenómeno afecta a las empresas. Menos pedidos, más incertidumbres y una fiscalidad considerada inestable. Los directivos de las empresas prefieren esperar a que lleguen tiempos mejores antes de lanzarse. Desde la disolución de la Asamblea Nacional en junio de 2024, las inversiones han caído un 1,5%. Los empresarios temen que un futuro gobierno, sea cual sea, vuelva a cambiar de rumbo. Se les había prometido que el recargo excepcional sobre las sociedades sería temporal, pero finalmente podría prolongarse. El resultado es un clima de expectación y desconfianza, en el que cada decisión política suspendida se convierte en un freno económico concreto.

Una economía ralentizada, pero aún sólida

A pesar de este clima tenso, no todo es negro. La economía francesa muestra cierta resistencia. Los inversionistas extranjeros siguen apostando por Francia. La balanza por cuenta corriente —la diferencia entre lo que el país vende y lo que compra— se mantiene globalmente equilibrada. Y, según el barómetro EY 2025, Francia sigue siendo el país más atractivo de Europa para las inversiones extranjeras. Algunos sectores incluso están experimentando un repunte: la aeronáutica recupera una sólida cartera de pedidos, la producción agrícola mejora tras una primavera favorable y la producción industrial en su conjunto está recuperando terreno desde la era poscovid. La tasa de empleo, por su parte, alcanza el 69,6%, un récord. En otras palabras, la economía francesa se ralentiza, pero no se derrumba.

Para repuntar, los actores económicos esperan que se apruebe un presupuesto y se establezcan orientaciones claras. Pero ahí es donde está el problema: sin un gobierno estable, es imposible tomar decisiones sobre fiscalidad, ayudas o inversiones públicas. Se instala un círculo vicioso. La incertidumbre política frena la economía, y una economía debilitada alimenta la desconfianza política. La conclusión es obvia: para que Francia recupere su crecimiento, primero tendrá que recuperar un gobierno.

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