Los países examinados fueron Haití, Djibouti, Kenia, Nigeria, Afganistán, Guatemala, Madagascar, Burkina Faso, Zimbabue y Somalia, los que recibieron el mayor número de llamamientos de la ONU por fenómenos meteorológicos este año.

Por poner unos ejemplos, Somalia está experimentando la peor sequía desde que se tienen registros y un millón de personas han tenido que irse. En Kenia, 2,4 millones de personas pasan hambre. En Nigeria ha caído en un 40 % la producción de cereales por condiciones climáticas extremas, lo que ha dejado a 2,6 millones de personas en estado de hambre aguda. Y en Burkina Faso la sequía y la desertificación de cultivos ha causado hambre extrema en más de 3,4 millones de personas.

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El informe advierte que las tasas de hambre en esos puntos se han aumentado más del doble en los últimos seis años debido a escasez de alimentos. Mientras que en 2016 unas 21 millones de personas sufrían hambre aguda, la cifra actual va en 48 millones, de los cuales, 18 millones están cerca de la inanición o una condición patológica en la que la falta de alimentos puede causar la muerte.

Gabriela Bucher, directora de Oxfam Internacional, dijo para The Guardian que “el cambio climático ya no es una bomba de relojería, está explotando ante nuestros ojos. Está haciendo que los fenómenos meteorológicos extremos, como las sequías, los ciclones y las inundaciones, que se han multiplicado por cinco en los últimos 50 años, sean más frecuentes y mortales”.

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Según Bucher, los “trastornos geopolíticos” que trajo la guerra de Rusia y Ucrania puso en riesgo la coalición generada en la Cop26 de Glasgow, en donde los países se comprometieron a limitar la temperatura global a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales. Para la directora es crucial la conversación que tendrá lugar en la Cop27, en noviembre, sobre la responsabilidad económica de los países ricos de atender los desastres causados por el cambio climático.

Los líderes de los países ricos en contaminación deben cumplir sus promesas de reducir las emisiones. Deben pagar las medidas de adaptación y las pérdidas y daños en los países de bajos ingresos, así como inyectar inmediatamente fondos para salvar vidas para cumplir con el llamamiento de la ONU para responder a los países más afectados “, sentenció Bucher.