Por: El Colombiano

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Este artículo fue curado por pulzo   Dic 31, 2025 - 11:31 am
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El reciente incremento del salario mínimo en Colombia, decretado para el año 2026, ha comenzado a reflejar preocupaciones que traspasan el ámbito puramente laboral y llegan a otros sectores esenciales, particularmente el educativo. Una consecuencia tangible de este ajuste es el alza en el costo de las matrículas de maestría en universidades públicas, donde los valores suelen calcularse en función del salario mínimo legal vigente (SMMLV). Según información de El Colombiano, el aumento de 23,7% en el salario mínimo no solo mejora los ingresos de los trabajadores, sino que también impacta de manera directa en el precio de servicios básicos, alimentos, créditos, salud y, notablemente, educación superior.

El vínculo entre los costos de posgrado y el SMMLV hace que cada incremento repercuta automáticamente en el presupuesto de quienes buscan acceder a programas académicos avanzados. Para un sector de la población, particularmente los jóvenes profesionales, una maestría suele representar un camino hacia mejores oportunidades laborales y sociales. Sin embargo, los crecientes costos amenazan con transformar el anhelo de movilidad social en un privilegio inaccesible. Diego Palencia, analista financiero citado por El Colombiano, advierte que este fenómeno puede ocasionar un "choque inmediato" en el sistema educativo: al elevarse significativamente la base salarial, también lo hacen los costos administrativos y académicos, lo que a su vez podría desincentivar la inscripción y conducir a una "caída vertiginosa de nuevas matrículas" en las universidades públicas.

No obstante, las instituciones educativas han intentado amortiguar este panorama adverso por medio de sistemas de becas y exenciones. La Universidad Nacional de Colombia, por ejemplo, otorga el beneficio de Grado de Honor —con exención total de matrícula a estudiantes destacados— y brinda apoyos económicos para maestrías y doctorados equivalentes a varios salarios mínimos mensuales. La Universidad de Antioquia, por su parte, financia becas tanto con recursos propios como a través de cooperación internacional, facilitando el acceso a la educación avanzada.

El entorno de las becas, sin embargo, enfrenta también sus propias dificultades estructurales. Recientes recortes y reorientación de fondos internacionales, especialmente tras las modificaciones en los programas de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), han disminuido considerablemente el margen de sostenibilidad de estas ayudas en Colombia, tradicionalmente uno de los mayores receptores de apoyo de esa agencia en la región.

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Ante la salida de USAID y el cierre de otras líneas de financiamiento, las universidades colombianas —así como las fundaciones u ONG involucradas en el apoyo educativo— han optado por fortalecer estrategias de recaudación de fondos (fundraising) y buscar nuevas subvenciones (grants). Según destaca Palencia, un grant se entiende como una subvención no reembolsable concedida por gobiernos, fundaciones u organismos internacionales para financiar proyectos educativos, sociales o de investigación, mientras que el fundraising abarca todas las formas de obtención de recursos económicos para continuar sosteniendo estos programas de becas y formación.

Iniciativas como Afrus ilustran el esfuerzo de adaptación al fortalecerse, recurriendo a la tecnología e inteligencia artificial en busca de suplir la reducción de recursos internacionales. La transformación de estas estrategias se vuelve fundamental en una economía que enfrenta retos estructurales, especialmente cuando están en juego no solo los costos de matrícula, sino también la calidad de la investigación, la formación de talento y las oportunidades de desarrollo en Colombia.

Finalmente, si bien la mejora en los salarios cumple su objetivo de fortalecer los ingresos de la población trabajadora, el desafío residirá en evitar que la educación superior se torne un bien excesivamente costoso. El riesgo es claro: enfrascados en el dilema de mayores ingresos versus mayores barreras de acceso, el país podría ver comprometida una de sus principales herramientas de movilidad social.

¿Cómo impacta la reducción de fondos internacionales como los de USAID en el acceso a la educación superior en Colombia?

La disponibilidad de fondos de cooperación internacional ha sido durante años un elemento clave para facilitar el acceso a becas y programas de posgrado en instituciones colombianas. USAID, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, permitió historicamente que estudiantes, investigadores y organizaciones no gubernamentales contaran con recursos para financiar formación avanzada, investigación y proyectos sociales.

Con el recorte o la salida de estos apoyos, las universidades públicas y privadas se ven obligadas a buscar alternativas como el fundraising y la diversificación de fuentes de financiación. Esto implica replantear no solo la sostenibilidad de las becas, sino también la viabilidad de que jóvenes talentos continúen aportando al desarrollo del país a través de la educación superior. ¿Será suficiente la innovación en las estrategias de recaudación de fondos para cubrir la brecha que deja la disminución de la cooperación internacional?


* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.

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