Eran las nueve de la mañana y hasta la cancha de Campo Amor llegó un grupo de 26 jugadores profesionales. Todos estaban desempleados. Los obreros del deporte rey se quedaron sin contrato y andaban en busca de un agente o un equipo que les devolviera la posibilidad de pisar un estadio.

El sol había calentado la grama sintética y por los pies de los deportistas rondaba una sensación similar a la de estar cerca de una plancha caliente. Sus rostros estaban llenos de bloqueador solar.

(Vea también: [Videos] Volador por poco quema a jugador de Nacional, en previa de la Superliga)

Carlos Castro –goleador en los años noventa del Deportivo Independiente Medellín y del Atlético Nacional– es el encargado de dirigir el plantel. Su misión es evitar, a toda costa, que el fútbol los deseche.

Las cuentas de la Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales (Acolfutpro) indican que este año han sido 98 los jugadores que se han quedado sin contrato en el país.

Las lesiones, las decisiones técnicas y las administrativas son las razones que argumentan los clubes cuando quieren cortar de raíz la relación con sus jugadores.

El profesor reunió a su equipo en la mitad de la cancha. Hicieron una ronda y se encomendaron a Dios: pedían por la familia, por sus sueños y por la pelota, esa que es cariñosa con algunos e ingrata con otros.

EL COLOMBIANO los acompañó y evidenció cómo es el día a día de los desempleados del fútbol.

Yulián Mejía: dos años con una lesión

A Yulián Mejía no se le olvida el último partido que disputó como profesional. Era 26 de noviembre de 2020 y defendía los colores de la Unión Española de Chile.

Corría el minuto 62 del partido que su club le ganaba 3-0 a La Calera por la liga chilena. El mediocampista abandonó el estadio en una camilla y desde entonces no ha vuelto a ingresar. Su diagnóstico fue una lesión de ligamento cruzado anterior.

El técnico de este equipo de desempleados, Carlos Castro, le contó a EL COLOMBIANO sobre la alegría que le genera poder entrenarlos.

“Dirigirlos me parece estupendo. Son jugadores profesionales que ya tienen mucha información. En Acolfutpro los acogemos para que mantengan su nivel y condición física mientras se les brinda una nueva oportunidad para estar en competencia”, señaló el profesor Castro.

Después del calentamiento, los jugadores se dividieron en dos para disputar un cotejo. Algunos quedaron para el cambio.

Los salarios, el gran ‘pero’

Los salarios que entrega el oficio de la pelota no siempre son millonarios y tampoco garantizan una estabilidad vitalicia. El fútbol, muchas veces, implica que los jugadores dejen a sus familias para vivir solos en el exterior.

“He estado en el extranjero por ocho años y siempre he vivido solo. Lo que hacemos nosotros es un altibajo. Si uno supiera que va a tener dos años de contrato ganando buenos sueldos, con toda la tranquilidad, le diría a la esposa ‘amor, renuncie al trabajo’. Pero sería muy irresponsable decir eso porque en medio de un altibajo te dicen que no vas más”, detalló Jhonatan Mosquera, defensa central.

Es por eso que los jugadores desempleados aprovechan su situación para recuperar el tiempo que el balón les arrebató. El fútbol –como si fuera una relación tóxica– los privó de las cosas que para ellos son esenciales.

Ossa, con pasado en el fútbol colombiano por Envigado, Medellín y Bucaramanga, se levanta todos los días temprano para llevar al trabajo a su esposa que es cosmetóloga. En las tardes, entrena fútbol con sus hijos y otros niños de Itagüí.

Gambetas, barredoras, cabezazos, voladoras, despliegues de velocidad y hasta enojos por ser sustituidos fueron las acciones vistas durante el “picadito” que organizó el profesor Castro.

Estos profesionales son polivalentes, como dicen algunos comentaristas. Se cambian el uniforme para ocupar otras posiciones en el terreno de juego: la de padres, hijos, hermanos y estudiantes.

Mosquera, por su parte, es el encargado de preparar el almuerzo para sus dos hijos. Cuando termina las labores domésticas visita a su mamá o a su hermano Sergio Mosquera, recientemente fichado por el Nacional.

El partido de los desempleados

En los últimos minutos del ‘picadito’, Mejía recibió un pase de Ossa y desde fuera del área fusiló al portero rival. El juez pitó el final del cotejo. Los jugadores se limpiaron el sudor y regresaron a sus casas con la esperanza de que, en cualquier momento, un mensaje les notifique que la pelota se acordó de ellos y que podrán volver a jugar.

Yefferson Bedoya: futbolista, estudiante y mesero

Debutó en 2018 con el Atlético Huila y desde allí partió al fútbol venezolano. En la última temporada su club, Real Frontera, le rescindió el contrato. “En las mañanas entreno y en la tarde aprovecho el día para trabajar en un restaurante como mesero. En la noche estudio psicología en la Universidad Abierta y a Distancia, voy en noveno semestre. Ya casi me gradúo”.