“Es muy triste que en vez de ser ellos los que nos saquen en hombros seamos nosotros”, dijo Pedro Nel Ospina, técnico del Tolima, luego de que algunos de sus jugadores, con picas en mano, ayudaran a remover escombros del Manuel Murillo Toro.

Historia del estadio de Ibagué

Este estadio pasó por varios nombres. Se construyó en 1955 y se le llamó Gustavo Rojas Pinilla, tras la caída del dictador pasó a ser Diez de Mayo. Posteriormente, se homenajeó a quien cedió los terrenos, ‘Serrano Ávila’; más adelante se nombró San Bonifacio, pero ese era el mismo nombre del cementerio y lo tildaron de mala suerte.

Manuel Murillo Toro fue un presidente de los Estados Unidos de Colombia en 1864 y 1872, nació en Chaparral y en honor a él finalmente el Concejo de la ciudad decidió llamar el estadio. En 1981 el Kokoriko Tolima armó uno de sus equipos más recordados con jugadores como: Óscar Quintabani, Hugo Gallego, Víctor Hugo del Río, Janio Cabezas, Gustavo ‘Piña’ Mendoza, Cristino Centurión, Evaristo Isasi, entre otros.

Los ‘pijaos’ fueron séptimos en el todos contra todos y clasificaron al cuadrangular semifinal junto a Atlético Nacional, Cali y Deportes Quindío. En las tres primeras fechas el Tolima empató todos sus juegos y por la cuarta jornada recibía al Cali que estaba por encima un punto. Era un partido vital, en aquel momento los dos primeros clasificaban al cuadrangular final. Desde el mediodía hubo largas filas en el Manuel Murillo Toro, aunque el presidente Gabriel Camargo aseguró que no se iba a llenar.

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Tragedia en el Manuel Murillo Toro

Ese miércoles 18 de noviembre de 1981 parecía que todo iba a ser fiesta. Sobre las 7:45 p. m., mientras se disputaba el partido preliminar, los asistentes empezaron a sentir que se me movían las graderías y se escuchó un estruendo.

Después hubo silencio total por unos segundos que poco a poco se convirtió en gritos y llantos desesperados. La baranda principal del costado suroccidental se vino a tierra, era la que estaba sobre la cafetería y el camerino visitante.

Parte de la tribuna se desplomó, caían personas, vigas y cemento sobre otras personas. Voluntarios, personas de la Cruz Roja, bomberos y policías debieron levantar los escombros para rescatar heridos y recuperar los cuerpos. Rápidamente llegaron ambulancias y trasladaron a los hinchas en peor estado al Hospital Federico Lleras. Afortunadamente los demás asistentes se comportaron bien y evacuaron en orden.

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Las autoridades hicieron un llamado a todos los dueños de grúas para que colaboraran levantando los escombros. La región ya venía de varios problemas graves con grandes construcciones: Plaza de Toros de Guadalupe, Coliseo Cubierto, un puente sobre el río Combeima, el teatro Metropol y la Torre B del edificio López de Alarzo en pleno centro de la ciudad, todos desplomados.

Lo más grave es que en febrero de 1981 la ‘cachucha’ del estadio se cayó. Ese día afortunadamente el Murillo Toro estaba solo, aunque casi mata a una señora del aseo. La decisión fue quitar todo el techo del escenario y jugar algunos partidos en Neiva. Probablemente ese desplome meses atrás ya había debilitado la estructura del estadio y pudo ser una de las causas de la tragedia. Tampoco estaba claro cuánta gente le cabía al estadio, Coldeportes decía que el cupo era de 22.000, el Tolima de 18.000 y la Dimayor 16.000.

En aquel momento era difícil controlar cuántas personas asistían a los estadios. No era raro que se vendieran más de las boletas aprobadas y existía mucha falsificación más los que se colaban. Sin embargo, Gabriel Camargo negó sobrecupo y también que hubiera presionado a los árbitros para jugar el partido como se aseguró en algún momento. El saldo final fue de 19 muertos y 45 heridos. Tampoco se sabía a ciencia cierta quién asumía la responsabilidad. El estadio era propiedad del municipio, pero el mantenimiento estaba a cargo de Coldeportes quienes argumentaban que durante los partidos era obligación del Tolima.

“Es como si todo, hasta el fatalismo estuviera de acuerdo para que esa gente no gozara jamás con el equipo. Fíjese, preciso se quedan sin estadio la noche cuando estábamos dispuestos a dejarlos afónicos de la dicha”, dijo Américo Quiñonez, jugador del Tolima.

Y es que a nivel deportivo se creía que los ‘pijaos’ eran un equipo de muy mala suerte, aunque aficionados de otros clubes lo apoyaban, le decían el ‘Tolimita’ y celebraban cuando se enteraban que marcaba gol en otro estadio.

La morgue del Hospital Federico Lleras copó toda su capacidad. Como historia paradójica el dueño de la funeraria más antigua de la región, Manuel José Romero, murió en la tragedia y debió ser velado en otra funeraria. También falleció un niño de solo 3 años. Gabriel Camargo contó que los directivos tenían separados 30 puestos en el sitio donde ocurrió el desplome y afortunadamente no se habían acomodado ahí.

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Tolima debió jugar de local en Bogotá, clasificó al cuadrangular final y fue subcampeón por detrás de Atlético Nacional. Una de las declaraciones más curiosas después de la tragedia la dio un aficionado en el hospital a un periodista de El Tiempo: “Yo soy hincha del Tolima, lo quiero y lo seguiré queriendo, y afortunadamente mis lesiones no son graves. Solo espero salir de aquí y que me digan donde tengo que ir a verlo jugar”.