Residió en varios lugares antes de volverse un reconocido jugador profesional, pero dos de las narraciones más sentidas fueron sobre sus casas en la niñez, ambas ubicadas en Antioquia.

Y es que ahí, aunque expresó que fue feliz, y lo recuerda con un cariño especial, también evidenció que no tenía nada de los lujos que hoy se puede dar, pues para ese momento su familia era de escasos recursos y vivían de lo poco que su mamá ganaba, pues su padre murió cuando él tenía 4 años.

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Casa de Juan Guillermo Cuadrado en Necoclí

Esta propiedad en su natal Necoclí (ver mapa) fue la primera a la que se refirió en su escrito (en cuyo lanzamiento lloró) con la siguiente frase: “Es mi casa, bueno, la casa de mi abuela”.

El lugar, donde la celebridad no vivía con su mamá (ella trabajaba en otro municipio y solo podía ir a verlo algunos fines de semana), tenía “techo de zinc”, era “de adobe sin revocar, gris, áspera, hermosa”, con “el piso en tierra” y calurosa, aunque el calor que se sentía era menos que afuera, comentó el deportista. 

En la vivienda residían varias personas, más de cinco sin contar a Cuadrado, pero no era tan amplia ya que, de acuerdo con él, solo tenía: “Una pequeña sala, con el televisor rojo y negro de perillas, dos habitaciones y la cocina”.

Adicionalmente, contaba con un patio donde el jugador sacaba agua para tomar, pues allí su abuelo había construido un tanque de cemento para poder almacenar el agua.

Ese lugar, además, le servía al volante y a sus primos de ducha, según esta anécdota que recordó: “Salgo de la habitación hacia el patio trasero. En fila india, junto a unos cuatro primos espero mi turno. Uno a uno la abuela va subiendo a cada nieto al lavadero, saca agua con una totuma y nos baña con jabón azul; luego me envuelve en una toalla y, para que no me ensucie, me pasa cargado para un mesón donde nos vestimos entre juegos y burlas de niños. A dos pasos estaba la cocina”.

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Y aunque no contaba con muchas comodidades, el 11 de la Selección Colombia destaca de ese hogar que era en su tierra y quedaba cerca del mar, el colegio y la cancha en la que jugó sus primeros partidos con un balón rojo que ni siquiera era de cuero.

“Necoclí era todo lo que en mi niñez hubiera podido desear: playa, río, ciénagas, bosques, manglares y parajes exóticos que quedaban tan cerca como ir a la escuela. Un pequeño rincón del Urabá antioqueño con no más de 20 cuadras plenas de la alegría del Caribe. Un pedazo de tierra que huele a mar, y que se ilumina con la blanca sonrisa de mi gente. Y justo en el centro del pueblo, un inmenso lugar donde todo corría, menos el tiempo: […] una cancha de fútbol llamada ‘La batea’ y que yo insistía era un aeropuerto, al fin y al cabo, cada vez que ponía los pies sobre ella, para mí era la sensación más cercana a volar”, manifestó.

Casa de Cuadrado en Apartadó

Ese lugar era pequeño, pero fue muy importante sentimentalmente para el futbolista, pues allí fue donde vivió por primera vez solo con su mamá.

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El día que llegó a ese sitio, estaba lloviendo muy duro, pero eso no le quitó la felicidad a la estrella del fútbol —que ha dado cátedra a Cristina Ronaldo bailando salsa choque de poder estar cerca a su madre. Por eso, relató ese momento así e incluyó detalles de cómo era esa vivienda: 

“Las tablas grises que hacían de paredes de la casa fueron un cálido refugio en medio de aquel aguacero. Todo estaba en un mismo cuarto, la cocina y la cama, pero era nuestro espacio. Descargamos las maletas, nos sentamos en la cama con los pies en el suelo, escuchamos el aguacero que caía como con ganas de romper las tejas, y reímos… reímos mucho. Era la primera vez en la vida que experimentábamos la sensación de vivir juntos en una casa independiente”.

Ese hogar estaba ubicado en el barrio Vélez, de Apartadó (ver mapa del municipio), y allí Cuadrado también encontró una cancha de fútbol cerca, ‘El chispero’, donde ya conoció un balón de fútbol de verdad y tuvo sus primeros guayos, que su mamá le regaló con ahorros de varios sueldos (ella trabajaba en las bananeras y estudiaba su bachillerato en la nocturna).

Tiempo después, cambiaron de residencia, pero las cosas se pusieron feas por la guerrilla en Apartadó, entonces, se devolvieron a la vivienda de la abuela en Necoclí.

Al final, y cuando apenas tenía 13 años, el jugador se volvió a separar de su mamá y se fue a vivir con un director técnico a Cali, en busca de su sueño de ser futbolista profesional, que no le fue tan fácil conseguir, pues antes le tocó pasar por varias pruebas y ciudades, entre ellas Bucaramanga y Medellín, donde tampoco vivió con lujos. En esos lugares residió en apartamentos, la casa hogar de un equipo y hasta los cuartos de un estadio. 

Una de las cosas que más le dolió en ese proceso, es que, pese a todos los sacrificios que hizo, desde dejar su familia y entrenar hasta más no poder, en muchos equipos lo descartaron porque era “muy chiquito y muy flaquito”, según su libro, que incluye la promesa que le hizo a su madre y fotos de su infancia, como esta que también compartió en Instagram:

 

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