“El punto de salida no es ‘el calendario está lleno y por eso nada cambia’”, advirtió Gianni Infantino, presidente del ente regulador del fútbol, al comienzo del 71º congreso de la Fifa, organizado por videoconferencia este viernes.

“Todos conocemos el valor que representa la Copa Mundial y el impacto que puede tener, pero quisiera poner este debate en un contexto más amplio, en el del calendario internacional de partidos. En todos los análisis vamos a dar prioridad al elemento deportivo, no el comercial. Si hacemos dos Copas del Mundo cada dos años vamos a duplicar los ingresos, pero tenemos que tener en cuanta si va a mejorar el aspecto deportivo”, añadió

El congreso aprobó una propuesta de la federación de fútbol de Arabia Saudita, por amplia mayoría, para llevar a cabo “un estudio de viabilidad sobre las consecuencias de la organización” de los Mundiales masculino y femenino “cada dos años”.

“Lo estamos estudiando. No creo que perjudique a la emoción de la competición”, dijo Infantino sobre esta polémica propuesta.

No se marcó una fecha límite para decidir sobre la joya del fútbol mundial, que se disputa cada 4 años desde 1930 en categoría masculina y desde 1991 en mujeres.

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Lejos de ser una iniciativa saudita, la idea viene del director de desarrollo de la Fifa, el francés Arsène Wenger, quien ya en marzo abogaba por alternar cada año Mundial y campeonato continental, y de “detener todo lo demás”.

La idea de un Mundial cada 2 años resulta atractiva para los difusores televisivos, pero amenaza con enojar a los campeonatos nacionales, a las confederaciones y a todos los clubes que constatan el agotamiento de los jugadores. Por no hablar de los aficionados, recelosos del fútbol-negocio.

“Quizás deberíamos pedir a la Uefa y a la Fifa que amplíen los años. Quizás podríamos tener 400 días por año”, bromeó a mediados de abril Pep Guardiola, entrenador del Manchester City.

Semejante reforma supondría el final de los lucrativos partidos amistosos, reorganizaría las fases de clasificación, atrasaría los torneos continentales programados dos años después del Mundial e impondría a los clubes la liberación de sus internacionales cada verano, con lo que se retrasaría su incorporación a sus equipos y aumentaría los riesgos de lesiones.

Sobre todo porque el año 2024 coincide también con la entrada en vigor del nuevo formato de la Liga de Campeones, que establece decenas de partidos más que la Uefa aún no sabe cómo programar.