El 2025 arrancó con un intenso debate en el panorama económico colombiano, debido a la reforma tributaria presentada por el Gobierno. Si bien la meta es clara —equilibrar las finanzas, reducir la desigualdad y fortalecer la inversión social—, la iniciativa ha redefinido la relación entre el Estado, los empresarios y el capital privado.
La propuesta mantiene la tasa del impuesto corporativo en un 35 %, una de las más altas de la región, pero con un giro: reducir los beneficios y deducciones que tradicionalmente han favorecido a sectores clave como el minero, petrolero y financiero. El objetivo es claro: aumentar la recaudación sin subir la tasa nominal, buscando que los grandes contribuyentes aporten de manera más equitativa.
Mientras los propósitos sociales son aplaudidos, el impacto en el clima de negocios es mixto. Gremios como la ANDI y Fenalco han manifestado su inquietud por el posible efecto de estas medidas en la inversión extranjera directa, generando un escenario de incertidumbre.
En este contexto volátil, muchos analistas e inversionistas están recurriendo a plataformas internacionales como HFM, reconocida por su fiabilidad, para aprovechar los movimientos del mercado derivados de estos cambios fiscales y monetarios. Herramientas de este tipo permiten observar en tiempo real cómo las decisiones políticas influyen en la entrada de capital al país y en la confianza empresarial.
A pesar de las dudas, el mercado financiero ha respondido con cautela, pero sin pánico. El peso colombiano mostró una ligera apreciación frente al dólar, impulsado por la recuperación del precio del petróleo.
La bolsa local también reflejó optimismo, pues el índice Colcap recuperó parte de las pérdidas iniciales, un indicio de que los inversionistas se están ajustando a la nueva realidad.
En el ámbito internacional, las calificadoras de riesgo han recibido la reforma con optimismo moderado. Fitch Ratings y Moody’s destacaron el esfuerzo del Gobierno por ampliar la base tributaria y mejorar la eficiencia del recaudo sin comprometer la estabilidad macroeconómica. Para los inversionistas institucionales, esta postura es clave, pues una política fiscal predecible reduce el riesgo soberano.
Un aspecto fundamental es el destino de los nuevos ingresos fiscales: una parte significativa se orientará a financiar la transición energética, la educación técnica y los programas sociales en regiones marginadas. Este enfoque, si se ejecuta con transparencia, podría mejorar la percepción internacional del país.
El desafío, según empresarios y analistas, sigue siendo la credibilidad institucional. En un entorno donde la política fiscal se cruza con el debate ideológico, el Gobierno debe mantener un diálogo abierto con el sector privado y evitar que las políticas tributarias cambien con cada ciclo político.
El éxito de la reforma de 2025 dependerá de su implementación y de si logra demostrar que el país puede mantener disciplina fiscal sin frenar la inversión, logrando el equilibrio entre justicia social y competitividad económica.
LO ÚLTIMO