El cloro es necesario para eliminar microorganismos que podrían causar infecciones. Sin embargo, contrario a lo que muchos podrían pensar, un excesivo olor a este elemento en una piscina indica que la cloración es insuficiente y que el cloro se ha consumido, lo que forma unos compuestos denominados cloraminas, que causan los fuertes olores en estos espacios.

El consumo del cloro genera un efecto cascada: entre más contaminada empieza a estar una piscina, el cloro sigue consumiendo el mismo desinfectante que queda activo, contaminándolo, y esto va generando los denominados subproductos de desinfección (SPD): cientos de compuestos, que pueden llegar a ser tóxicos, entre los que se incluyen las cloraminas, que en espacios abiertos se pueden evaporar con el sol, mientras que en piscinas cubiertas se acumulan en el aire si no hay buena ventilación.

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“Al tener más densidad que el aire, se quedan flotando sobre el agua, así que la zona donde respiran los nadadores es la más insana”, le explicó el investigador en salud pública José Rodríguez a El País de España.

En ese sentido, ¿por qué los científicos señalan que es importante ducharse antes de entrar a la piscina?

Según Rodríguez, al ducharse antes de entrar a la piscina se evita que la suciedad de nuestro cuerpo contribuya a la contaminación de la piscina, pero “la gente pone un pie, el otro pie, y se mete al agua”.

Entidades como los Centros para el Control y la prevención de enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) de Estados Unidos también insisten en la importancia de no orinar dentro de las piscinas, pues esto contribuye al efecto cascada. 

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Ducharse durante un minuto “elimina la mayor parte de la suciedad o cualquier otra cosa que tenga en su cuerpo que consuma el cloro o el bromo necesarios para matar o inactivar a los microbios”, señalan los CDC.

Por otro lado, una publicación de los CDC explica que la irritabilidad en los ojos, la nariz o la garganta, se debe a prácticas no higiénicas, como la presencia de orina o de heces en las piscinas, justamente porque se reduce el cloro disponible y se forman las clorominas, entre otros subproductos de desinfección.

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Otro problema asociado a este tipo de exposición es la absorción de químicos por la piel o el riesgo de ingerirlos a través del agua. Según una investigación publicada en la revista Agua y Salud, de la Asociación Internacional del Agua, los adultos pueden llegar a tragar unas dos cucharadas de agua por ahora (o 32 mililitros) y los niños, unas ocho cucharadas (cuatro veces más), pues pasan el doble de tiempo sumergidos.