El miedo es, sin duda, un arma muy útil de la inteligencia para preservar la vida y el bienestar en caso de peligro. Nos permite adaptarnos y defendernos para asegurar nuestra supervivencia. Funciona de manera inmediata y eficaz: impulsa a que todo el organismo responda de forma integrada para sortear adecuadamente aquello que genera riesgo.

El miedo: ¿cómo se manifiesta?

Cuando se presenta ante un peligro real, el miedo es saludable, ya que activa el proceso adaptativo, que, por lo general, es muy corto. El cuerpo responde a una situación amenazante, y una vez se resuelve, el temor desaparece espontáneamente.

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Pero la historia es otra cuando, desde el pensamiento o la emoción, le damos el valor de amenaza a situaciones que a la hora de la verdad no representan un riesgo, ya sea por el recuerdo de experiencias previas o por la suposición de acontecimientos futuros.

En estos casos, el organismo utiliza todas sus capacidades de manera innecesaria y genera un sobreesfuerzo que aumenta la tensión a todo nivel y produce tal fatiga, que, en ocasiones, puede llevar a la incapacidad e incluso a la parálisis. Además afecta la salud mental, según los médicos.

Cuando el miedo es infundado

En estos tiempos, gran parte del planeta vive así. Pone al cuerpo a reaccionar a partir de suposiciones y hace que el temor a sufrir en un futuro se convierta en un sufrimiento en el presente. Por esta razón, cada vez que siento temor me debo preguntar si eso que me angustia está pasando en este mismo instante, o solamente es una posibilidad de lo que ocurrirá después.

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Al hacerlo, descubriré que el miedo psicológico siempre me habla de un futuro que no existe y me impide disfrutar un presente real. De hacernos esa pregunta con frecuencia, desactivaremos el temor psicológico como respuesta inadecuada y anticipatoria.

De esta manera, el mecanismo que la naturaleza nos dio para protegernos solo se activará en los momentos en los que lo necesitamos. Así aprovecharemos esta época para descubrir las oportunidades que tenemos de aprender, crecer y compartir, a sabiendas de que la sabiduría de nuestro cuerpo nos mantendrá a salvo cuando sea necesario.