Su obra más reciente es la más grande que ha realizado hasta la fecha. Está plasmada en el gigantesco paredón de un dique que tiene una superficie de entre 6 y 7 campos de fútbol.

Dauven trabajó durante largas semanas junto a un equipo de 8 personas en el dique de la región francesa de Vouglans. Debió fijar 2.500 puntos de medición láser y las tormentas que hubo a mediados de julio le arruinaron dos semanas de trabajo.

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“Después de las fuertes lluvias pudimos empezar de nuevo”, declara Dauven. Pero ahora logró concluir su obra “La Forêt” (El bosque).

Dauven ya regresó de Francia a su hogar en Krezau, una pequeña localidad ubicada en el oeste de Alemania , en el estado de Renania del Norte-Westfalia.

“Algunas de mis obras de arte son realmente de gran formato”, explica Dauven. Proviene del ambiente del arte, no del mundo del grafiti, por lo que se considera dentro de la tradición del “pulverizador de Zúrich”, Harald Naegeli, pero ha desarrollado su propio método.

En el ‘grafiti inverso’, los muros no son pulverizados con pintura sino que son trabajados con hidrolavadoras de alta presión (no se usa pintura, como en los grafitis de Banksy).

Con una enorme presión de 250 bares, un chorro de agua corta y pulveriza la suciedad depositada como una pátina a lo largo de décadas sobre las superficies. Así es como surgen las siluetas de las obras de Dauven.

El artista reconoce que no fue el único creador del estilo de ‘grafiti inverso’. “De forma independiente, el inglés Paul ‘Moose’ Curtis llegó a la misma idea casi al mismo tiempo”, admite.

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Corría 1997 cuando Dauven, que estudió en la Academia de Arte de Düsseldorf y en Münster, tuvo la idea.

En aquel momento, estaba dibujando en una gran hoja de papel de casi dos metros, sobre la que cayó mucho polvo de carboncillo. “Se arruinó mi dibujo. Pero cuando lo quité con una aspiradora, la idea nació”.

“‘Grafiti inverso’ es la forma más conceptual y, a los ojos de los propietarios de los edificios, ciertamente más tolerable de grafiti“, afirma el experto en arte Gregor Jansen, que dirige la sala de exposiciones Kunsthalle de Düsseldorf.

“A través del efecto del negativo, es decir, de quitar, se produce una inversión. Es una especie de revelado del mensaje visual”, señala Jansen.

El enfoque minimalista del “grafiti inverso” es, según su opinión, la forma más interesante.

Como el arte de Dauven requiere complejidad y es difícil de vender, depende de un patrocinador para realizar sus obras. Un fabricante alemán de hidrolavadoras de alta presión lo apoya cuando está de viaje -como en Francia- con varios escaladores industriales, otros ayudantes y mangueras de agua de 100 metros de largo.

Mientras tanto, este hombre de 55 años ha realizado grandes obras en Alemania, Francia, Japón y Corea del Sur.

Plasmó su creatividad en puentes, muros de presas y muelles de puertos, dejando allí plantas, animales y rostros. A la hora de elegir los motivos, dice que se inspira sobre todo en el entorno del edificio.

Sus obras son efímeras. “Depende de la inclinación de las paredes, el punto cardinal al que están orientadas y el clima. En Japón mi dibujo sobre el muro de un dique desapareció completamente luego de dos años, en (la región alemana de) Eiffel permaneció durante cinco a seis años”.

Sus trabajos están documentados en libros de fotografías. El artista señala que otro aspecto que distingue sus obras de los grafitis convencionales es la aceptación: “También gusta a la gente que no es tan experta en arte. No recibo ningún gesto hostil”.

Según revela, solo la ciudad de Colonia, en el oeste de Alemania, hizo borrar “grafitti inversos”. “Pero esas no eran mis obras en Colonia, sino de un artista que trabaja bajo el nombre de ‘seiLeise'”, dice Dauven.