Por: María Paula Charry Mejía

Darcko es un perro que vivió en la calle, sin hogar o alguien a quien acudir cuando sentía hambre, frío o necesitaba una caricia. En la búsqueda desesperada de algún alimento que pudiera estar en la basura, una buena persona que le regalase un pan o un lugar caliente y seguro para refugiarse del frío, Darcko deambulaba por las calles de Chía, un pueblo situado en el norte de Bogotá.

En su afán, no corrió con suerte, pues se volvió invisible ante los ojos de cientos de personas. Incluso, tampoco lo vio (o no se sabe…) el conductor de un bus que iba a gran velocidad y lo atropelló. Así, Darko engrosó la triste lista de 490 animales que fueron atropellados por vehículos en 2018 en Bogotá, según la Alcaldía.

Mateo Gómez era solo un adolescente de 17 años cuando ocurrió el accidente de Darcko. Él estaba cursando grado once y se dirigía a su colegio en una ruta escolar. Al ver lo sucedido, decidió bajarse de inmediato del transporte y revisar al animal.

“El perro temblaba y lloraba. El conductor del bus ni siquiera paró para ver qué le había pasado. La gente de los alrededores solo se acercaba para chismosear y algunos tomaban fotos. Eso me partió el corazón”, recuerda Mateo.

Como Darko, 903.573 perros callejeros viven en Bogotá y sus alrededores, según cifras de la Secretaría Distrital de Salud (SDS), y sufren constantemente accidentes, en los que la mayoría de veces no hay un aparente responsable. Como ocurrió con el conductor del bus que atropelló a Darko, muchos deciden seguir derecho o apartar al animal herido a un andén, según el Instituto Distrital de Protección y Bienestar Animal.

Con cara de perro

Los accidentes de tránsito son solo una de las dificultades que deben sufrir a diario los perros callejeros, pues, según el médico veterinario Alejandro García, los principales problemas que enfrentan estos animales son debidos principalmente a bacterias, parásitos o virus. Algunas de estas enfermedades son la parvovirosis, el moquillo, la rabia, la giardiasis, la erliquiosis y la sarna (que puede ser incluso transmisible al ser humano), además de factores como la desnutrición.

Aunque Darcko no presentaba ninguna de estas dolencias, al ser atropellado, su cadera se dislocó, por lo que no podía caminar, moverse, ni si quiera levantarse.

Ese día, Mateo se quitó el blazer y lo utilizó para cargar a Darcko hasta la veterinaria más cercana. Sin embargo, se encontró con algo que no esperaba.

La empleada del lugar le negó la atención, ya que, al ser un perro de la calle, “nadie respondería por él”. Adicionalmente, hizo una afirmación que atemorizó a Mateo: “Ese perro, si es que se salva, no va a volver a caminar”.

Las veterinarias, al ser empresas privadas, no están obligadas a atender a los perros callejeros, aseguró Julián Tarquino, funcionario del Instituto Distrital de Protección y Bienestar Animal. Consciente de esta situación, desde 2017 la Alcaldía de Bogotá cuenta con un Centro de Urgencias Veterinarias donde se pueden reportar accidentes, atropellos y maltratos a animales a través de la línea 123.

Para la época en que Darcko sufrió el accidente no había un recurso como este que permitiera encontrar una solución. Mateo, esta vez en compañía de su mamá, visitó otro veterinario que aceptó revisar al animal. El diagnóstico fue desalentador: “Fractura de cadera y pérdida de hueso”. La recuperación iba a ser larga y con posibles complicaciones. Sin embargo, el perro no presentaba signos de maltrato físico, pero sí se veía desorientado, por lo que el veterinario concluyó que podría haber pasado por un caso de abandono o se había extraviado de su hogar.

Causa y efecto

Dos de las causas más comunes por las que hay perros callejeros en Bogotá, según Andrea Padilla, vocera en Colombia de la ONG Animanaturalis, son “el comercio y la mala tenencia de animales”. Causas que parecen distantes al caso de Darcko, pero que posiblemente estén más interrelacionadas de lo que se puede imaginar.

“Lo que pasa en el comercio es que los vendedores reciben perros que ni si quiera vienen de criaderos certificados, sino de personas que usan a sus mascotas con fines de lucro o incluso son perros robados, como ocurre en la Avenida Caracas en Bogotá, y se los reciben por 100 pesos. Cuando alcanzan una edad mayor y no logran venderlos, los tiran a la calle”, afirma Padilla.

En Colombia no existe una ley que prohíba el comercio de perros, por lo cual la lucha de miles de animalistas para el fin de esa práctica parece inútil. Sin embargo, estos centros de venta deben cumplir con el Acuerdo 509 de 2012, expedido por el Concejo de Bogotá, que exige “acciones responsables para la comercialización de pequeños animales domésticos de compañía en el Distrito Capital”. La realidad es que, al no existir una prohibición, las ventas ponen en aprietos a las fundaciones y centros que dan en adopción a animales en condición de calle.

“Las personas prefieren comprar perros de raza que salvar a un animal sin hogar”, lamentó Padilla.

Existe una falta de conciencia sobre lo que conlleva tener un nuevo miembro en el hogar. “Falta de tiempo, poco conocimiento sobre la esterilización, escasez de dinero, falta de sensibilidad y cultura, entre otros, son factores que llevan a la mala tenencia de perros, y a su vez conduce al abandono de estos”, agregó Padilla. Posiblemente alguna de estas causas desembocó en la situación de Darcko, una historia que solo quedará en sus recuerdos.

La ley 1774 de 2016 establece que los animales “son seres sintientes, no cosas”, pero si esto es así ¿por qué es legal su venta? Están en vitrinas para exhibir y escoger como si se tratase de cualquier objeto. Es importante preguntarse: ¿si no se prohíbe la venta de animales, cómo se podría fomentar la adopción?

¿Quién responde por los animales en Colombia? ¿Quién es el encargado para que las causas anteriormente presentadas no ocurran? En Colombia no existe un ministerio encargado exclusivamente a los animales, que fomente su tenencia responsable y que sancione a quienes se deshacen de su mascota cuando empieza a estorbarles. ¿Si no existe un ente que proteja y trabaje nacionalmente estas problemáticas, ¿cómo se evitara la sobrepoblación de perros callejeros?

¿Qué se puede hacer?

Hay acciones que se pueden tomar para tratar y disminuir la problemática.

1. Esterilización y castración: Según el médico veterinario Alejandro García, “la esterilización es un procedimiento médico con el objetivo de evitar la proliferación de nacimientos”. Además, Andrea Padilla, vocera de Animanaturalis, asegura que es “el único mecanismo ético y humanitario para controlar la sobrepoblación”.

Otras de las ventajas de esta alternativa son la prolongación de vida, disminución de posibilidades de desarrollar enfermedades relacionadas a los órganos reproductores y disminución de estrés del animal por necesidad de aparearse.

2. Tenencia responsable: Educarse sobre los cuidados y necesidades que tiene y requiere un perro antes de tomar la decisión de adoptarlo, pues la mayoría de los casos de abandono es debido a la desinformación. Una buena tenencia implica conocer que tipo de alimentación requiere el animal, cuales son las vacunas necesarias, visitas regulares al veterinario, juegos y actividad física, ente otras.

3. Adopción u hogar de paso: “Lo primero que se debe hacer si se encuentra a un perro callejero en condición de vulnerabilidad es llevarlo al veterinario. Cuando se encuentre estable, puedes convertirte en la segunda oportunidad, darle una familia o brindar tu casa por un tiempo mientras se consigue un hogar para el animal”, aseguró Daniela Castilla, dueña de la Fundación Dejando huella.

4. Padrinos: Muchas personas no tienen tiempo ni espacio para adoptar o dar su vivienda como hogar de paso, por lo que optan por el sistema de apadrinar. “Las personas eligen un perrito y pagan un dinero para el mantenimiento de él, es como tu perro, pero sin necesidad de tenerlo en casa. Por ejemplo, en nuestra fundación les enviamos a los padrinos fotos de su perrito cada sábado y les contamos qué se hizo en la semana”, dijo Castilla.

5. Donadores: No se trata solo de dinero. Normalmente, las fundaciones y refugios reciben collares, camas, juguetes, comida, medicamento y todo aquello que les permita ayudar a proporcionar una buena calidad de vida a los perros.

“Salvar a un animal no cambiara el mundo, pero sí el mundo del animal”, se lee en un graffiti anónimo plasmado en una de las paredes de una calle cualquiera en Bogotá. Y este mensaje es el perfecto reflejo de la historia de Darcko: finalmente ocurrió un milagro, dos meses después de que se sometiera al tratamiento intensivo, ¡volvió a caminar! Podía batir la cola para demostrar la alegría que le producía ver que tenía una nueva oportunidad; por fin tenía una familia y en sus ojos no se veía dolor, su mirada solo transmitía perdón. Perdón por quien lo maltrató, abandonó o quizás no se detuvo a saludarlo; perdón por el que le negó un pan o no le ofreció una sola gota de agua; perdón por el que lo ahuyentó al molestarle su presencia y perdón por aquel cuyo afán fue más importante que detenerse para dejarlo cruzar la calle.

Esta no es solo la historia de Darcko, es mucho más que eso, es la historia de cientos, quizás miles de perros que viven en la calle y a diario se enfrentan al maltrato e indiferencia. Los invisibles que nadie ve, nadie oye y nadie escucha.