Caigo, caigo lentamente. Porque el abismo llama, jala, devora. Es como un vacío imantado. Las alturas vistas hacia abajo, también son precipicios. 

Mi precipicio de hoy es esta novela ‘Los Abismos’ (Alfaguara, 2021), de nuestra querida Pilar Quintana (@pili_quintana) (Cali, 1973), que ahonda en lo mas profundo de la infancia de su pequeña narradora y protagonista, Claudia. Una niña de 8 años que vive en un apartamento de 2 pisos, con una escalera casi abismal, en cuyo interior “me encantaba correr por la selva, que las plantas me acariciaran, quedaran en el medio, cerrar los ojos y escucharlas. El hilo del agua, los susurros del aire, las ramas nerviosas y agitadas”. 

Una niña que se ve enfrentada a descubrir pasados dolorosos y enredados, y se va haciendo consciente de la adultez y sus complejidades, de a poco. Una hija de un matrimonio de conveniencia entre un hombre mayor nada agraciado, con una mujer joven y elegante, donde el amor erótico fue siempre lo no nombrado. 

Con su mirada de niña que siempre comprende el fondo de las cosas desde sus percepciones e intuiciones infantiles, Claudia nos va desvelando la naturaleza humana a través de los sucesos y comportamientos de sus padres, de su tía Amelia y su esposo Gonzalo, y de otros personajes que merodean en la historia, pero cuyas ausencias son de vital importancia, como la prima Gloria Inés y la desaparecida amiga Rebeca O´Brien, Natalie Wood, Karen Carpenter. 

Precipicio-soledad-ausencia atraviesan el libro bajo la lente de la pequeña Claudia. Los abismos son infinitos, nos tropezamos con ellos en cada nuevo camino que nos propone el libro. Es tan abismo un edificio, una escalera, una pesadilla, la bebida, la infidelidad un vacío interior, como los despeñaderos reales que rodean la ciudad de Cali o la finca de las O´Brien. Muñecas, serpientes, personas, todas van a caer a los abismos sin contemplaciones y, en tanto caen, Claudia solo va descubriendo la vida adulta, el sendero hacia la cacareada libertad occidental.

La descripción de la relación de Claudia con su madre nos asombra por la exactitud de su representación. Cuántas de nosotros en algún momento de ira, no tuvimos sentimientos de odio, con culpa, por alguno de nuestros padres. Cuántas de nosotros no hemos oído narrar a hijos no queridos, los vericuetos de las relaciones filiales, dolorosas cicatrices que generalmente nunca sanan. Pero también cuántas de nosotros no nos hemos sentido – las que lo somos – malas madres y hemos hecho nuestros mejores esfuerzos por ser mejores cada día. Altibajos que nos narra Claudia desde su pequeño mundo abismal.

Las pesadillas que Claudia tiene, la última de ellas justamente con un abismo, la hacen sentir que apenas si durmió un minuto entre cuando cerró sus ojos de noche, y volvió a despertar de mañana. Pesadillas de niña, con viruñas, monstruos y fantasmas incluidos que le revelan sus angustias y le muestran una calzada probable, con esperanza, para no huir hundiéndose. 

El tema del suicidio, que nos es ocultado en casi todas las sociedades y casi hasta la adultez, como un misterio enjaulado, los desórdenes alimenticios, la depresión – en el libro es una “rinitis”, son aparentemente incomprensibles para Claudia, pero resulta ser ella la que más claras tiene las cosas.

La prosa encantadoramente cotidiana de Pilar Quintana – que desde “La Perra” (Literatura Random House, 2017, ganadora del IV Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana) era límpidamente realista, se convierte en un amplio recorrido, en un paseo de palabras precisas, fluidas, exactas. Sus descripciones son asombrosos espejos de nuestros recuerdos y pesadillas infantiles y, quienes hemos vivido en este dolorido país, de su mano, comprendemos por fin los susurros de la violencia rural, su todavía violento presente, y por sobre todo, las consecuencias que van dejando sus arquetipos del pasado, machistas y demoledores, mortales si se quiere. Abismos todos. Sí. 

El XXIV Premio Alfaguara entregado a Pilar este año, no hubiera podido quedar en mejores manos. Porque la prosa de Pilar es, con lo sencilla, más reflexiva que cualquier narrativa filosófica o sicológica. Nos expone un mundo aparentemente inocente y pacífico bajo el cedazo de una mirada inofensiva, que nos deja aturdidos deliciosamente con la profundidad detrás de sus naturales letras. 

Hay que leerla sin prisa y sin pausa. Honro a Pilar como la gran mujer y escritora que es. Sin lugar a dudas una de las mejores en el mundo hispano. Que este premio sea el inicio de un camino merecido – el premio también lo es – y que la luminosidad de su prosa – eso dijo el jurado que otorgó el premio – nos acompañe muchos años más.

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