[…] por lo pronto, y que es imprescindible leer en esta contemporaneidad.

Ha escrito las novelas ‘Zumbido’ (451 editores, 2010, reeditada por Periférica, 2017), ‘Los estratos’ (Periférica, 2013, Premio Otras Voces, Otros Ámbitos), ‘Ornamento’ (Periférica, 2015), ‘Tú y yo, una novelita rusa’ (Editorial Cajón de Sastre, 2015, Madrid), y los libros de cuentos y relatos ‘Carreras delictivas’ (Editorial Universidad de Antioquia, 2006, reeditado por 451 editores, 2008) y ‘Volver a comer del árbol de la ciencia’ (Editorial Tusquets, 2018, Bogotá).

La novela de esta semana, ‘El diablo de las provincias’ (Periférica, 2017, Premio de Narrativa José María Arguedas, 2019), editada y publicada por Tusquets Editores en este 2021, consta de 26 capítulos cortos, que se leen muy rápidamente. Tiene, eso sí, un género indefinible. No sabemos frente a qué estamos y eso la hace más atractiva porque el libro, que parece ser una novela de regreso al origen, nos trae aventuras, suspenso, biología, mafia. 

El autor nos da una idea del nombre del libro, cuando nos dice que “el diablo hace nido en el ojo del pájaro, en la cascara pintada del huevo, en la garra de la bestia, en el reguero de plumas, en el remolino del río.” O más adelante cuando dice “Con el diablo uno sabe a qué atenerse… venderle mi alma al diablo y con la plata irme a conocer el mar”. Ese diablo que anda entre nosotros, tan cercano, que impregna como niebla baja la “ciudad enana” en la que se desarrolla la trama. 

Se trata de un biólogo que, después de 15 años, regresa del exterior a su ciudad de origen, una ciudad que intuimos es Popayán, porque su nombre no se nos dice jamás, pero cuyas descripciones, incluida la de una torre del reloj, un puente de piedra sobre un río, y la del pequeño pueblito turístico afincado en la base de los montes que rodean la ciudad, nos hacen suponer que se trata de la capital del Cauca. 

El biólogo regresa a vivir con su madre, y comienza un trabajo temporal en un internado de niñas, regentado por religiosas. Un fracaso, según el estándar social y laboral. Un trabajo que no se compadece con su pulida formación, pero que sirve de excusa para exponer la preocupación ambiental, a través de las clases que el protagonista da a sus alumnas. 

Al regresar, es contactado, de la forma más enigmática que es posible imaginar, por una antigua novia que trabaja en un monocultivo de palma y le ofrece un trabajo que lo “sacara del fracaso” relacionado con el escarabajo picudo y las feromonas, en las que el biólogo es experto… Completan el panorama un hermano asesinado y un dealer, su proveedor de marihuana pero también su único amigo. Porque la amistad es aquello que ocurre no solo entre dos personas “sino entre dos lenguas, como una simbiosis espontánea e independiente de las voluntades de sus dueños.” 

Y sabemos que algo grave está a punto de suceder, como en el cuento de García Márquez ‘Algo muy grave va a suceder en este pueblo’, porque “algo en el cuerpo del biólogo era capaz de intuir que se estaban despertando no sé qué fuerzas en la ciudad enana, como si un fenómeno natural que ya nadie echaba de menos hubiera reaparecido, discreto y prometedor en su viaje a la catástrofe”

Un secreto envuelve el internado, secreto al que se acerca cuando, en plena clase, una alumna embarazada, rompe fuente y empieza un trabajo de parto que lo llevará a un antiguo convento en donde el misterio se anudará más…

El destino ineludible por encima de cualquier consideración ética, parece ser una de las reflexiones más profundas de la novela. Cárdenas nos lleva de la mano hacia un pasado en el que se gestaron las preocupaciones por la naturaleza a través de la figura de un tío medio loco que lo ha sumergido desde su infancia en el estudio de la naturaleza, del que ya no saldrá jamás. La evasión y el miedo, como motivadores inconscientes del destino, parece ser otra de las preocupaciones de la obra.

Las alusiones y metáforas de lo biológico son múltiples pero fluidas, y hacen que el lector, en medio de un lenguaje elaborado, sintiente, elabore imágenes en su cerebro, con paisajes, entes, elementos conocidos, como el origen de las pepas del aguacate y su relación con los gonfoterios, la etimología cristiana de la pasiflora o fruta de la pasión, el sabor paradisíaco de las granadillas de quijo, los imagos (ejemplares adultos de un insecto) y su relación con las máscaras humanas, los diferentes pájaros cantantes a lo largo del libro. Pareciera que cada fruta, cada insecto, cada ser vegetal nos hablara. Al decir de su autor, la materia tiene una intimidad y una vida propias. 

La inserción de la película de Disney, “Canción del sur”, en el escenario de una típica hacienda caucana, en una atmósfera llena de personajes cinematográficos, así como las reflexiones sobre la discriminación y el racismo, tan propio de la cultura caucana, nos devuelve al dolor colectivo actual, no solo aun no superado, sino aun viviente en la postmodernidad.

La reflexión sobre “la hacienda” como “la representación de la cúspide de la normalidad”, como la encarnación “de la familia, la productividad, la respetabilidad, el buen nombre, la tradición”, en la cultura payanesa de hoy en día, ese espíritu de época que todavía rige las relaciones sociales y económicas de una región que ha dado a luz a los más variopintos gobernantes de este país, nos inician en una vasta deliberación interior sobre los orígenes del errante camino que hoy trasegamos.

Pero no es una novela, ni nostálgica ni que lleve al lector al pasado, para tratar de descifrar el porqué de las decisiones presentes y futuras del protagonista. No; como el mismo Cárdenas lo dice en una entrevista que le hiciera Gina Saraceni para la sección cultural del Banco de la República, sus novelas tratan de llevar la trama hacia el futuro, y esta no es la excepción.

Podríamos decir que es un libro de citas memorables: 

“(…) hasta el fracaso formaba parte de lo admisible… con el debido entrenamiento, uno acaba superando el fracaso conservándose en el interior del fracaso”. 

“Dios está en la muerte y no en la vida porque la muerte es el descanso eterno, la luz perpetua de la rectitud”

“Bastaba con volver muy complicada una historia para que al final ya nadie quisiera escucharla y mucho menos repetirla. Y si nadie repite una historia, pues nadie se acuerda de ella nunca más.” (Advierto que cualquier parecido con la realidad política actual colombiana, es pura coincidencia)

Y ésta última, que es la que más me gusta, en estos tiempos en que debemos inmunizarnos frente a la desinformación, en especial con lo que tiene que ver con la vacuna del Covid y los antivacunas: 

“La conspiración proporciona esquemas de inteligibilidad en contextos donde lo irracional amenaza con desdibujarlo todo. Allí donde el riesgo de delirio colectivo es más alto, allí donde se ha desdeñado el cultivo de la razón y la lógica, las explicaciones de cinco pesos se venden como pan caliente porque le dan a la conciencia un placebo, un sustituto de la razón, y así es más fácil envolver cualquier fenómeno en un aura de misterio que perpetúa el atraso y la estupidez: cualquier evento se vuelve materia de ficción. Y la ficción que no respeta los datos es la anticiencia por antonomasia.”

La pluma de Cárdenas es fina y tiene la magia de dejarnos con pequeños finales imaginados de asuntos no resueltos en su obra, que son no-elaborados con precisión de relojero, precisamente para eso… Es un tejedor de palabras que vale más que la pena descubrir.

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