El mundo atraviesa una situación nunca vista en tiempo modernos, este virus altamente contagioso que recorre el planeta y logra aplacar hasta los egos políticos más férreos, tuvo su supuesto origen en un mercado de mariscos de Wuhan, China, y se diseminó a gran velocidad mediante los millones de viajeros que despegan a diario en los aeropuertos del mundo.

El confinamiento se volvió el único mecanismo eficaz para detener el contagio y hacer que el sistema de salud del país sea capaz de soportar el creciente número de pacientes que son diagnosticados cada día por COVID-19, por lo que, desde el 25 de marzo y hasta el 13 de abril, se obligó a todos los habitantes de Colombia a entrar en cuarentena, haciendo que la vida y las costumbres de millones de personas, cambien intempestivamente.

Nos hemos acostumbrado a tener una vida acelerada, ligada a un ritmo en el que movernos de un lugar a otro se convirtió en algo tan necesario que era impensable dejar de hacerlo; pues ahora, cuando la calma llama y el entorno familiar se transforma en el único refugio para la pandemia, podríamos repensar el rol que le damos a nuestro hogar.

En estos momentos debemos apelar a la sensatez, sabiendo que de nuestro comportamiento responsable depende cuánto tiempo nos lleve derrotar a este invisible enemigo; también aprender las lecciones que seguramente vendrán después. Se trata de una lucha por nuestra especie, por nuestros padres, hijos, hermanos, y por esas personas que aun cuando no conocemos, hacen parte de la sociedad en la que vivimos, y por tanto también debemos cuidar.

Apelemos a la unión como principal arma para afrontar la soledad, incertidumbre e impotencia de creernos derrotados; sepamos que es en los momentos más difíciles cuando emergen los mejores valores humanos, y tal vez, después, cuando la luz del túnel esté más cerca, seamos conscientes de que el equilibrio con nuestro planeta y sus especies debe retornar a un punto de respeto, para que eventos como este reposen solamente en los libros de historia. 

Es la primera vez que el mundo en pleno encamina esfuerzos colectivos para encontrar una vacuna que elimine a este habitante no deseado; podría también ser un nuevo comienzo para borrar los roces políticos y sociales en una comunidad que está viendo en la vulnerabilidad del cuerpo humano, algo común en todos sin importar abolengos.

Sé que habrá muchos problemas derivados de esta pandemia, y eso se sumará a los que ya existen en una sociedad tan desigual como la nuestra; sé que pediremos respuestas a quienes desde sus cargos gubernamentales no tomaron decisiones sensatas para mitigar la emergencia; sé que voltearemos a mirar a los más desprotegidos y les pediremos perdón por haber pensado de manera individual; pero sobre todo sé que volveremos a cantar, a bailar y a expresarnos como antes, y sí, volverá el tiempo de los abrazos.

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