La forma de comer inadecuadamente llega a ser vista como un problema de salud pública, es decir la equivocada nutrición ha llevado a generar toda clase de enfermedades, que consumen buena parte del presupuesto de las naciones, tanto como las de los del llamado primer mundo como los países en desarrollo.

Es así como hasta hace poco tiempo, esos hombres o mujeres de dimensiones enormes, a la manera de luchadores japoneses de sumo, se veían principalmente en las calles de las ciudades de los Estados Unidos; hoy en día, no es extraño verlos en nuestro entorno. Y detrás de ellos vienen las enfermedades coronarias, la diabetes y otros problemas como los articulatorios.

Por eso resulta interesante ver como esta situación ha traspasado las barreras de los asuntos médicos, llegando a hacer parte de la legislación. Es así como el Congreso de Chile logró determinar normas bastante estrictas, como colocar etiquetas a los alimentos advirtiendo de su contenido en grasas, carbohidratos y azúcares, entre otros, previniendo a los consumidores del riesgo de su consumo.

En nuestro país, el año pasado se dieron diversos debates en el legislativo, alrededor del consumo excesivo de azúcares en las populares gaseosas, pero primó el lobby de los grandes empresarios y la excusa de las pérdidas que una medida de éstas acarrearía a las tiendas y especialmente a los pequeños comerciante, que obtienen buena parte de sus ingresos de estas bebidas y de los alimentos de paquete, que contienen un alto grado de calorías y grasas.

Sin embargo, el tema se ha explorado a través de los diversos medios de comunicación con la participación de la academia y entidades del Estado como el Bienestar Familiar, que reconocen la gravedad del asunto. Ya que resulta especialmente preocupante que según la Encuesta Nacional de Situación Nutricional, “el 51,2 % de la población adulta y el 17,5 % de los niños presentan sobrepeso y obesidad en Colombia”.

Por eso, así como sucedió con los cigarrillos, al obligarse a las tabacaleras a colocar avisos alusivos a su daño a la salud, esta medida tendrá que llevarse a la llamada comida chatarra. Y es a partir de investigaciones científicas y estudios epidemiológicos, que han demostrado lo perjudicial que resultan estos excesos para toda la población; lo que lleva a buscar corregir estas conductas desde la más temprana edad.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.