Durante mucho tiempo se ha creído que los ojos pueden ejercer cierto poder o influencia en las personas, en el antiguo Egipto se creía que el dios Ptah (Creador de los dioses y los hombres) había dado vida a los dioses desde su ojo y vida a los hombres desde su boca, la Biblia nos indica que la lámpara del cuerpo son los ojos (Mateo 6:22-23) y por su parte los irlandeses creían que algunos hombres podían encantar caballos salvajes con su mirada.

Esta creencia que afirma que las emanaciones del ojo son las más potentes se remonta a edades prehistóricas y al antiguo Egipto, pero fueron los griegos los primeros en hablar de aquellas emanaciones en un sentido negativo, con el mito de Medusa, pues la también denominada Gorgona convertía en piedra a quienes la miraban a los ojos, influencia negativa conocida hoy en día como Mal de ojo.

El mal de ojo, también denominado como “oculus fascinus”, es descrito como una influencia maligna emanada desde los ojos que impregna el aire penetrando y corrompiendo el cuerpo de la víctima que lo recibe, además de ocasionarle desde mala suerte hasta enfermedades y accidentes, aunque también puede corromper objetos inanimados que han sido mirados causando efectos dañinos.

Medusa de Carravagio, 1595. Vía Wikimedia Commons.

En la antigüedad se había creído que las mujeres tenían más poder de ejercer esta influencia aunque cerca a nuestras épocas modernas se creyó que podía ser ejercido tanto por hombres como mujeres, en especial desde el establecimiento de las órdenes religiosas, cuando los monjes adquirieron la reputación de poseer esta influencia en especial el monje y místico Rasputín.

Se cree que existen 2 tipos de mal de ojo: El moral y el natural. El moral siendo ejercido a voluntad con encantamientos y artes malignas (brujería) y el natural siendo el más terrible que es aquel en que cuya mirada perjudicial se da de forma inconsciente ejecutando cierto mesmerismo sobre el sistema nervioso de la víctima.

Dentro del folclor polaco una historia relata que un eslavo con el corazón más amoroso fue afligido con poseer la influencia del mal de ojo de forma natural y que este decidió cegarse con tal de no perjudicar a sus hijos ya que los niños son los más susceptibles a padecer este mal; un mal llamado en Italia “Jettatore di bambini” y uno de los más temidos tanto que en la antigüedad ataban al cuello de los infantes cintas de colores como protección contra el mal de ojo. En Constantinopla los ciudadanos pintaban pasajes del Corán en sus casas para proteger a sus hijos de este mal y el pueblo etrusco elaboraba pulseras que sirvieran de amuleto, hoy en día uno de los amuletos más usados en niños.

Existen 3 tipos de amuletos contra el mal de ojo: Los que deben ser usados a la vista ya que atraen hacia ellos la influencia maligna protegiendo a la persona que los lleva, los que deben ser llevados de manera escondida bajo la ropa y, por último, aquellos que son compuestos por escritura sagrada (Biblia o Corán) o figuras cabalísticas.

Entre los amuletos más conocidos contra el mal de ojo está el ojo de Osiris y los escarabajos egipcios, aquellos alusivos al falo (flor de Liz, la mano de Fátima, la pulsera con la punta de la cola de escorpión), la cabeza de medusa gravada en algún metal, la cruz, símbolos alusivos al sol y por supuesto el metal que representa a este astro rey; el oro, los cuales cumplen la función de repeler estas energías negativas.

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