Óscar Wilde no solo fue agudo escritor, también formuló audaces propuestas de Reforma Tributaria. Sabiamente sugirió que los solteros deberían pagar más impuestos, ya que no es justo que algunos hombres sean más felices que otros.

Y a propósito de las mujeres, los “sufridos” hombres y de la vida en pareja, puede decirse que algunos matrimonios son hechos en el cielo, pero su mantenimiento debe hacerse en la tierra. Y según la economía del mismo Wilde, que lo que Dios ha unido en la tierra no lo separe el hambre.

El efecto matrimonial está ilustrado en esta historia. Un hombre y una mujer desconocidos entre sí, terminan juntos en el dormitorio de un tren. Después del bochorno inicial se van a dormir, la mujer en la cama de arriba y el hombre abajo. A media noche la mujer le dice “Lamento molestarlo, pero tengo frío. ¿Será que puede prestarme una cobija?”. El hombre con una mirada de picardía le dijo: “Tengo una idea mejor. Hagamos de cuenta que estamos casados”. “¿Por qué no?”, dijo la mujer con una risita más picarona. “Perfecto, contestó el hombre, entonces ¡vaya a buscar su propia cobija!”.

Esa es la mecánica marital que ha hecho escuela desde Adán y Eva. El problema radica en que las mujeres creen que los hombres son como los hornos microondas: los adquieren suponiendo que sirven para todo… pero al final resulta que solo sirven para calentar. Y una mujer se casa con un hombre pensando que cambiará, pero no lo hace. Un hombre se casa con una mujer esperando que siempre sea la misma, pero cambia, porque el matrimonio es un proceso bioquímico que convierte una media naranja en un medio limón.

Es la dicha del matrimonio donde los hombres despiertan tan guapos como estaban al acostarse y las mujeres, por alguna razón desconocida y misteriosa, se deterioran durante la noche, asomándose con cierta apariencia de espanto. Pero todo hombre debería casarse alguna vez; después de todo, la felicidad no es lo único en la vida, además el hombre soltero… es un animal incompleto. El casado ya es un completo… animal.

Las relaciones fracasan por la incomprensión mutua. Para ser feliz con un hombre, solo hay que entenderle mucho y quererle un poco. Para ser feliz con una mujer, hay que quererla mucho y no intentar para nada entenderla. Y aceptar que al hombre joven le gustan todas; más tarde, una más que todas; al final, ya casado, todas menos una. Y entender que una mujer se preocupa por el futuro hasta que consigue marido. Un hombre jamás se preocupa por el futuro hasta que tenga mujer.

Un par de situaciones nos ilustran mejor la “sostenible” relación de pareja. Si un hombre con extremo cuidado y amabilidad le abre la puerta del carro a su esposa, algo es nuevo: el carro o la esposa. Un esposo está en su casa, con el perro en el patio ladrando por entrar y la esposa tocando la puerta, ¿a quién le abriría primero? Por supuesto que aquel que sabe, se callará después de entrar.

Recordemos que patrimonio es un conjunto de bienes, conceptualmente matrimonio sería lo contrario, un conjunto de males. Y aplicando las finanzas de Wilde, un hombre exitoso es aquel que gana más dinero del que su esposa puede gastar.

Una mujer exitosa es la que puede encontrar a un hombre así. Por toda esta realidad el Vaticano hará una reforma a la bendición matrimonial, cambiando la palabra muerte por suerte. Una vez casados ahora sí, “hasta que la suerte los separe”.