A pesar de venir rompiendo estigmas sociales durante los últimos años y pasar fronteras con sus ritmos pegajosos, la champeta tiene en frente un largo camino en el cual se encontrará con barreras por superar para seguir engrandeciendo el género.

Notoriamente, la pandemia desaceleró el impacto que traía el movimiento, pero sus exponentes no están cruzados de brazos esperando que todo pase, pues así como lo han hecho otros artistas, valiéndose de las nuevas tecnologías, los champeteros trabajan para transportar sus creaciones hasta el confinamiento de sus seguidores y así gocen como si estuviesen presentes en una tradicional fiesta de picó (anglicismo de Pick Up).

Dada la crisis humanitaria, el mundo musical se ha valido de los conciertos en streaming de pago logrando contrarrestar las mermas económicas de los últimos meses y que los artistas, de cierta forma, puedan estar activos. En Colombia, este nuevo modelo de negocio está siendo replicado y la Maxiteca Imperio Producciones (MIP), mejor conocida como El Imperio, no se quedó atrás y se espelucó.

El pasado 29 de agosto, este picó de 12 años de vida, realizó un show sin precedentes en el Teatro Adolfo Mejía de Cartagena logrando abrir camino entre el sesgo social que aún existe en la ciudad y, aunque los decibeles dentro del TAM fueron controlados, la música se sintió en los hogares de todos los imperialistas que alzaron su voz y se lo disfrutaron.

Con más de un siglo en el centro amurallado, esta fue la primera vez que el emblemático sitio recibió a un picó completo, a pesar de haber sido construido con la intención de que toda la población cartagenera tuviera acceso. Claramente, esa idea de Henrique Luis Román, gobernador de Bolívar por aquel entonces, se diluyó con el pasar del tiempo… pero nunca es tarde.

Sin duda, el 2020 ha estado cargado de cosas inesperadas y este evento pasó a ser una de esas desde lo positivo, en donde un patrimonio material cartagenero, como lo es el Teatro Adolfo Mejía, y otro inmaterial, la champeta, se unieron en una misma causa de lucha contra el clasismo y la discriminación.

Arnaldo Iriarte, director creativo y artístico del MIP, me confesó que la idea era hacer el concierto en la Plaza de Toros, siendo ahí donde tradicionalmente converge la comunidad champetua. Pero, el Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena (IPCC), al no contar con un decreto nacional que regulara la presentación online, puso el TAM a disposición.

Así, siendo conocedores de la connotación histórica que tenía hacerlo en este honorable lugar y de los cuidados sanitarios y materiales a tener en cuenta, bajo estrictos protocolos, la logística y los artistas sacaron adelante una puesta en escena nunca antes vista.

“El Imperio está a la altura de cualquier escenario, no solo nacional sino internacional, y para poder hacer esos paralelismos hay que conocer un toque de picó y el espectro de las artes escénicas que lo recibe sin ruborizarse”, dijo Rubén Egea, asesor de dirección del IPCC, en apoyo a estas expresiones culturales.

No tengo conocimiento de las veces que Iriarte y Egea hayan conversado, pero soy testigo de un pensamiento que tienen en común, un motivador que hizo posible ese concierto: querer borrar todo prejuicio sobre el género.

“La champeta no es sinónimo de vandalismo, esto es cultura, un género más que debemos apoyar entre todos”, expresó Arnaldin, como es conocido popularmente este diseñador gráfico.

Por su parte, Rubén resaltó otro matiz importante: “Desde su casa, la ciudadanía champetua, que teme al picó por su estigmatización histórica, apreció lo más importante que es el talento de estas personas”.

Aun así, considero que este gran paso puede llegar a ser más apreciado si se sigue trabajando para brindar espacios de inclusión semejantes y no solamente en lo artístico, sino en los demás sectores de la sociedad, en donde los pertenecientes a esa otra Cartagena, de la que tanto se habla, se sientan valorados.

¡Larga vida a la champeta!

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