“Las cosas pasan por algo”, una frase trillada que siempre encaja y zafa en cualquier conversación al quedar limitado de parla. Esta puede sonar muy filosófica, pero solo hasta que ese algo ocurre sabemos que estuvo bien aplicada, por el contrario, en el momento puede resultar tan nefasta que es capaz de acabar una buena charla o cortar el empuje de quien creyó poder encontrar algo más oportuno que unas palabras de relleno y mediocre aporte (me confieso, muchas veces la dije, pero estamos para mejorar), bueno, el punto es que Liyi González la hace ver diferente.

Ella lo toma de la siguiente manera: lo que pasó no se puede cambiar, pero sí afrontar. Liyi es una joven que superó el coronavirus, posterior a que se manifestara en su cuerpo de formas que, hasta ese entonces, salían de la normalidad sintomática que se conocía para un caso de contagio.

Ahora, otra famosa frase es “vienen cosas peores, dice la Biblia”. Yo me quedo pensando y solo deseo que a Liyi no le salgan con esta, lo digo porque es una expresión que regularmente no se dice con el respeto que merece, sino con la ironía de no preocuparse por lo que pasó (siendo malo) ya que no es nada comparado a lo que nos espera. Decirla en el marco de lo que estamos viviendo me parece aún más inadecuado, que si esta pandemia no es el peor capítulo en la vida de muchos, pasa cerca.

Por suerte está ella que vuelve a dar otro excelente cachetazo de cómo hay que ver las cosas cuando se ponen feas. Al preguntarle si algo en su vida cambió a raíz de su experiencia como positiva para COVID-19, me hace sentir con su respuesta, sin intención alguna, que el virus nunca estuvo en su cuerpo, sabiendo claramente que sí lo portó, pero es tan natural en su relato que hace pensar que no hablamos de la superación de una terrible enfermedad y la muerte misma, sino de oportunidades para ser buenos y mejores.

Sin embargo, eso solamente es una construcción de mi percepción, pues en su serenidad es consciente de las secuelas físicas y psicológicas que presenta, más allá de que todo lo tomó como una lección de vida.

“Me hizo más fuerte, ver las cosas de una manera distinta; pero, sobre todo una persona resiliente, dispuesta a adaptarse a todas las circunstancias y observar lo bueno de ellas. Me gusta haberlo vivido porque entendí que solo así, viviéndolo, se puede saber que es estar en una posición vulnerable, donde dependes de otras personas y la diferencia que hace un trato amable a una mala cara”, afirma la chica cartagenera.

Con las primeras palabras intercambiadas me di cuenta de su optimismo y lo bien que está luego de sentirse al borde del precipicio, pero no estuvo sola, su familia hizo sentir su presencia durante los días que estuvo hospitalizada, a pesar de que no les permitieron estar físicamente.

Esta joven de 21 años se encargó de tranquilizar a sus padres una vez supo que el test dio positivo y lo tomó con calma, pues para ella fue un descanso saber lo que pasaba en su cuerpo después de días de incertidumbre y angustia. Lo que realmente le preocupaban a Liyi eran sus piernas.

Resulta que el virus se manifestó a través de un dolor abdominal constante y seguido a esto presentó una parálisis en las extremidades inferiores impidiendo su movilización. González supo que estaba contagiada estando junto a su madre en un cuarto del Hospital Naval de Cartagena y desde ahí tuvieron que separarse, quedando en manos de médicos que velarían por su cuidado.

Liyi solo convive con sus padres, pero ellos tuvieron pruebas negativas, aún así no se descarta que hayan sido asintomáticos. Durante los días que estuvo en UCI no pudo tener comunicación con ellos y estando sola llegó a pensar que no lo iba superar, pues cada día se presentaba una complicación… por fortuna, vivió para contarlo.

Estando más estable le permitieron usar el celular de dos a tres horas, así fue como pudo hablar con sus familiares, quienes destrozados por la situación lograban sacar el ánimo necesario para su hija, quien los considera un pilar.

A eso le sumamos el trato de los médicos y enfermeras, Liyi recuerda que fue una atención muy cálida dentro de lo difícil que fue tratarla, pues presentaba hipersensibilidad a cualquier cosa, pero fueron más poderosas las palabras de aliento que le compartieron y a quienes les agradece por ayudarla a superarlo.

Pasado poco más de un mes, la estudiante de administración de empresas dice estar bastante recuperada y que es poco lo restante para estar bien del todo. Para ella no tiene precio estar en casa (y muchos quejándose porque se sienten encarcelados), el calor de su hogar no se compara con nada y me atrevo a decir que la actitud que mantuvo frente a la delicada situación tampoco.

Ojalá no existiese la necesidad de llegar a ver la vida en peligro para pellizcarse y reaccionar sobre lo que estamos haciendo con nuestras vidas, a Liyi le deseo longevidad para que siga por ese camino de ser lo mejor para sí misma y los demás, mientras que con este ejemplo de supervivencia espero llegar a mover sus fibras, corazón, espíritu o como le quiera llamar a eso que le puede llevar a ser una buena persona en este globo que tanto lo necesita.

Por último, nuestra protagonista se despide diciendo: “Me hace feliz ser testimonio porque puedo hablar con propiedad a través de lo vivido y así ayudar a muchas personas que también lo necesitan. Me enorgullece haber tenido este virus y superarlo después de creer que no volvería a salir. El mundo es como es, hay personas buenas y otras no tanto, pero tu granito de arena hace mucho para cambiarlo. Espero que cada día sean más las personas conscientes de esta situación que está azotando el mundo entero.”

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