Querido por todo un país gracias a su aporte para clasificar a la Selección Colombia de fútbol a un mundial después de 16 años, e idolatrado por echarse el equipo al hombro, dejando un sello en Brasil, más un bombazo que aún retumba en el Maracaná, James David Rodríguez Rubio se convirtió en leyenda viva del balompié nacional, con un reconocimiento de jugador estrella por parte de los grandes de la historia, como si fuese poco. En resumen, un orgullo patrio.

Sin embargo, desde hace mucho tiempo se dejó de hablar de aquel jugador exquisito en el terreno de juego y no porque no se quiera, sino que no se puede, debido a que él mismo se negó la oportunidad de seguir demostrándolo. ¡Ojo! El talento nunca se le ha dejado de reconocer, pues en uno que otro video que se cuela de los entrenamientos en Valdebebas, lo pone en evidencia y también cuando se viste de tricolor. Pero, a decir verdad, los amantes de este deporte hemos quedado con el sinsabor y la tristeza de ver cómo pasa otra temporada en el banquillo de la humillación.

Actualmente, a sus 29 años, James me conduce a verlo como un niño caprichoso, necio y mimado, a quien le abrieron las puertas de par en par en Alemania para que volviera a brillar, pero que sin respeto alguno así dejó, dándole la espalda a quienes confiaron y apostaron por él sabiendo de su potencial, todo por querer regresar a los ‘flashes’ de nuestros colonizadores que así igualito lo tienen como le pasó a nuestros antepasados hace más de dos siglos, controlado y explotado de su riqueza futbolística.

Dicho esto, viene a mi memoria aquel momento cuando jugando para los germánicos les marcó gol a los merengues en el mítico Santiago Bernabéu, quedándose más del tiempo necesario pidiendo disculpas, con el marcador en desventaja, siendo eliminado de la Liga de Campeones y sabiendo que no salió de ahí en los mejores términos… fue cuando supe que no valoraba la oportunidad que le daban.

El Bayern de Múnich, deslumbrante campeón de la reciente edición de Champions League, era un salvavidas perfecto para el cucuteño, un lugar en el que estaba siendo realmente valorado, pero que lastimosamente ignoró “porque no se sentía cómodo y no era feliz”.

Para mí es totalmente desconcertante ver que James, mientras esos monstruos futboleros conquistan Europa, se autodefine como el mejor jugador en la historia de Colombia, en un presente que poco le favorece. Considerarse no es lo grave, aunque sea discutible, pero son declaraciones que solo le aportan a su ego y nada en absoluto a su fútbol.

De seguro, sí volvió a ser feliz en Madrid, lujos le sobran, fue padre por segunda vez y está con sus viejos amigos, pero ¿y en lo deportivo qué? No es un secreto que a este ‘crack’ no le tocó como a otros, que si no es por el fútbol, era estar en pandillas o sin comer, pero es muy meritorio que haya surgido gracias al amor puro y fiel hacia el balón, un sentimiento que a gritos le pedimos vuelva a sentir para así volver a deleitar con su mágica zurda.

Ahora resulta penoso verlo dar manotazos al aire y chapucear desesperado para no ahogarse en un Real Madrid que le ha estado mintiendo en su propia cara, con el calvo en el primer puesto de la fila, pero eso es algo que él mismo se buscó regresando al club blanco como si hubiese sido el malo del paso, cuando todo el mal ha sido en su contra desde la partida de Ancelotti en el 2015.

Puede ser que le faltó alguien de más confianza que le hiciera caer en cuenta del error que estaba cometiendo al irse del equipo bávaro, o una persona que le ayudase mejor en adaptarse a la vida teutona, aunque eso ya solo queda en la reflexión, pues lo hecho, hecho está.

Con la cátedra de fútbol que ha mostrado el Bayern este último mes y un estilo de juego definido, resulta imposible pensar que el colombiano regrese a los planes del campeón alemán, pero es innegable que más de uno cayó en la nostalgia al imaginarse a James alzando la orejona en Lisboa, después de ganarle al París Saint-Germain de Neymar y Mbappé, o, yendo más atrás, siendo partícipe de la estrepitosa goleada al Barcelona, cosa que hasta a un seguidor culé colombiano no le habría caído mal, pero así son las cosas de la vida y de este hermoso deporte.

Solo resta seguir deseándole lo mejor a un pilar del seleccionado nacional, que en lo posible su futuro esté en un equipo donde tenga regularidad futbolística y así pueda nuevamente vestirse de amarillo bajo las mejores condiciones para hacernos soñar con el título de Copa América.

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