La misma Organización Mundial de la Salud recomienda enfáticamente la utilización de la bicicleta como medio de transporte en los tiempos del COVID-19 ya que, por sus características de empleo individual, minimiza la interacción de las personas en los desplazamientos, y por tanto se convierte en un arma efectiva para combatir las diseminación del microscópico enemigo.

En Bogotá, donde millones de personas se movilizan a horas determinadas utilizando el paupérrimo sistema de transporte que la capital tiene, medidas como la reducción en el porcentaje de uso de Transmilenio o los componentes zonales del SITP resultan insostenibles en el tiempo; es aquí donde la bicicleta cobrará un rol fundamental, no solo dando más capacidad de personas en los buses, sino también contribuyendo directamente con la salud de quienes decidan optar por este medio. Cabe recordar que un sistema inmunológico sano es vital para sobrellevar el virus a la hora de un posible contagio.

Aunque la ciudad cuenta con más de quinientos kilómetros de ciclovías, que se ampliaron considerablemente durante el aislamiento obligatorio, también es sumamente peligroso moverse en este medio sostenible de transporte, muestra de ello son las 25 bicicletas que se robaban a diario en tiempos previos a la pandemia, y los muchos casos de personas que salieron de sus casas utilizando este transporte y nunca regresaron.

Muchas personas mutarán a la bicicleta cuando las ciudades se reactiven, algunas de ellas movidas por el miedo reinante al saber que el virus estará presente en las superficies de casi cualquier cosa; otras buscando el ahorro económico que supone moverse sin tener que pagar un pasaje en tiempos donde la mayoría de las familias han visto reducidos sus ingresos de manera considerable.

Cualquiera sea el caso, las ventajas que ofrece la bicicleta con respecto a los otros medio de locomoción convencionales, se maximizarán en los meses siguientes; la tranquilidad de las personas que prefieran ir en dos ruedas por las ciudades se ampliará, no tendrán que empaquetarse a un bus atestado de personas, muchas de ellas contagiadas y tal vez asintomáticas, llegarán a casa con una preocupación menos, algo de cansancio y casi cinco mil pesos en sus bolsillos.

Personalmente no comulgo mucho con la palabra “reinventarse”, ha sido tan empleada por estos días que ha perdido algo del poder que tuvo en algún tiempo, pero, así como todos nosotros tendremos que cambiar el modo en el que vivimos y nos movilizamos para aprender a aceptar el nuevo virus que nos seguirá acompañando, deben también las ciudades realizar cambios profundos en la manera como protegen a los ciudadanos.

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