Lastimosamente las escenas atípicas de hermosos animales silvestre captados por cámaras en jardines y calles, no son más que ilusiones, ya que una vez la normalidad regrese de a pocos, y con ella el ruido, contaminación y caos reinantes en las grandes ciudades, estos serán exiliados nuevamente a los cada vez más pequeños espacios donde pueden habitar sin riesgo.

Tuvimos que llegar a la instancia en la que un virus, un organismo microscópico, ponga en vilo a la vida humana tal y como la conocemos. Más de la mitad de la población mundial, que se cuenta en miles de millones de personas, está en aislamiento obligatorio, viendo como no solo se transforma su día a día, sino también como se incrementa la zozobra de imaginar el enorme impacto económico y social que vendrá después.

Pero esta desafortunada situación, que pasa muy pocas veces en la historia, es asimismo la oportunidad más grande que tendremos para reinventarnos como civilización y entender de una vez por todas que el desarrollo, entendido tácitamente en su significado, debe ser reemplazado por uno que tenga en cuenta a las generaciones futuras, por lo tanto, deberá respetar el límite que la naturaleza le impone.

Es hora de voltear al origen, de entender que no somos el centro del universo, que simplemente somos una parte en el engranaje del equilibrio natural, pero que el planeta sabe existir sin nosotros; él puede, y de hecho ha experimentado traumas mucho mayores que el impacto humano; pero lo que no es posible, es la existencia del hombre sin el planeta azul.

Los grandes cambios han surgido justamente en las épocas más oscuras de la historia, y esta, que desde ya se proyecta como la mayor de todas en el siglo XXI, es el escenario perfecto para establecer modelos sostenibles en todos los procesos humanos; desde los más importantes, como la producción de energías limpias, hasta los más simples como el cambio en los hábitos alimentarios.

Ya es conocido el peligro que supone la relación entre hombres y animales; de esta se han desprendido males de enormes proporciones como muchos de los virus mas letales que hemos soportado, entre ellos el que ahora nos tiene a muchos en casa, y a otros exponiendo su vida en la primera línea de defensa.

Es momento de parar la explotación, tráfico, y consumo de animales salvajes, es tiempo de dejarlos en sus hábitat, que los resguardan de la mano del hombre y su avorazada cruzada de tenerlo todo sin importar el costo. Pero ese respeto por la fauna salvaje también nos protegerá de nuevos, y tal vez más peligrosos virus que pueden transferirse entre ellos y nosotros.

La especie humana está a punto de comenzar un cambio obligatorio, uno que deberá poner en la misma balanza a la globalización voraz que nos tiene acostumbrados a consumir desmedidamente, versus un modelo de desarrollo sostenible que contemple los aspectos ambiental, social y económico como una triada que debe tratarse en igualdad de condiciones.

De la decisión que tomemos en ese equilibrio nada fácil, dependerá que la especie humana tenga un segunda oportunidad sobre la tierra.

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