Al lado de unos muy obvios y acertados que sí merecen una reflexión de los medios mencionados (el más protuberante: ‘Messi, Higuaín y una mujer, candidatos al mejor gol del año en Europa’), hay una gran cantidad de ejemplos criticables porque entrañan desconocimiento de las informaciones retituladas (la necesidad de que el debate sea informado trasciende el género), censura (siempre justificada con las mejores intenciones, pero censura, al fin y al cabo: “Esta historia no debería existir”… mejor omitir…), privilegio de la opinión militante y personal sobre los hechos y el criterio periodístico, y hasta simple capricho. Todo enmarcado en un poco constructivo tono pontificador (patentizado por aquel “me uno a la campaña ‘Mujeres rescriben Mujeres’ con esta perla…”, pero no lo único).

Los cambios fueron introducidos sin ninguna explicación en la edición impresa (ni siquiera un llamado a la web donde hay videos explicativos), ni para periodistas, ni para lectores rasos, por lo que el mensaje solo puede ser entendido o interpretado por el grupo de iniciadas participantes del ejercicio. Francamente, una oportunidad desperdiciada para hacer pedagogía, que ojalá se corrigiera en la ya anunciada segunda edición. La versión digital, que incluye videos explicativos, nutre esta crítica. Una observación: para que los comentarios no sean interpretados como reacción instintiva por haber sido incluidos, nos vamos a referir a casos de todos los medios.

Ojalá acepten dar el debate. Estamos dispuestos a darlo. Veamos los ejemplos:

La periodista Claudia Morales cambió el título ‘Crimen pasional en el centro comercial Santa Fe’ por un simple ‘Crimen en centro comercial Santa Fe’.
Con la bien intencionada idea de eliminar el móvil pasional (pues suena a justificación, dice) se convirtió un aberrante feminicidio —que estuvo precedido de una implacable persecución— en algo plano (objetable desde el punto de vista periodístico), que le resta gravedad al hecho.

Morales comete un error cuando argumenta que para que la expresión ‘crimen pasional’ pudiera aparecer en un titular debería estar tipificado en el Código Penal. Tal vez eso es cierto si el objetivo fuera redactar una sentencia judicial o invocar una norma. Pero la expresión, que sí existía en versiones anteriores del Código Penal, y está en sentencias judiciales que son jurisprudencia (¡vigente!), tiene plena vigencia en el lenguaje corriente (¿y en el lenguaje periodístico?) y “hace referencia al crimen ocurrido entre parejas con vínculos amorosos” (antes de destrozar esta afirmación, remitirse a las credenciales de la autora que lo dice).

Utilizando el mismo rigor legal de ella se puede decir que un crimen entraña la violación de la ley penal, y la palabra crimen no necesariamente es sinónimo de asesinato. Un crimen en el centro comercial podría ser el robo de una cartera o un celular. Si la idea era quitar el ‘crimen pasional’, ¿por qué no se mantuvo la denuncia del terrible feminicidio?

La mejor manera de argumentarle a Morales es acudiendo al otro buen ejemplo de los titulares equivocados, el seleccionado por Jineth Bedoya, donde un ‘La tragedia los volvió a unir’ fue cambiado por ‘Nuevo caso de feminicidio en Tunja’, donde ella hace notar, acertadamente, que el lenguaje (literario, en el caso que ella cita) “le quita el peso que tienen los feminicidios”. (Aquí creemos que valdría la pena preguntarse si incluir sistemáticamente la palabra feminicidio en los títulos es garantía de que se le da el peso que le corresponde, o la palabra podría terminar convertida en paisaje, quitándoselo: ‘Otro’ feminicidio).

La conversión de títulos periodísticos (que buscan lícitamente tener impacto) en títulos planos, académicos, genéricos, insulsos, es compartida por María Paulina Arango, quien cambió el inicial ‘Joven encontró a su novia besándose con otro y la boleteó en Twitter’ por ‘Despecho, venganza y Twitter’ (de los mismos creadores de ‘Sexo, mentiras y video’).

Cindy Morales no reescribió el título (de Pulzo) ‘La lista completa de los jugadores y miembros de Santa Fe que estuvieron en una fiesta sexual’ y optó por decir que “esta nota no debería existir”. Ella critica la expresión ‘fiesta sexual’ incluida en el título asumiendo, de manera equivocada, que la nota habla exclusivamente del presunto abuso sexual contra una mujer.

¿Cómo se puede llamar a una fiesta a la que un directivo del equipo invita a 23 trabajadoras sexuales? Sobre este caso se publicaron 19 notas en Pulzo y muchas de ellas hablaban exclusivamente de la presunta violación contra una mujer. La nota criticada por la periodista habla de la fiesta sexual, no del presunto abuso que sucedió en ella. La periodista también hace énfasis en la expresión ‘La lista completa de jugadores’, asumiendo que la lista incluye los nombres de las personas involucradas en el presunto caso de abuso sexual. Luego pregunta: ¿La Fiscalía había adelantado alguna investigación? “También se cae en que puede implicar a personas que no estuvieron en eso”, agregó ella.

Para encontrar las respuestas a esa pregunta y a ese juicio, Morales simplemente tenía que leer los dos primeros párrafos del artículo criticado. En el primero dice: “Fue revelada (la lista) por La W teniendo en cuenta el reporte de la investigación realizada por la Fiscalía”. El segundo párrafo dice: “No necesariamente todos los mencionados en la lista sostuvieron relaciones sexuales con las trabajadoras sexuales asistentes, ni estuvieron involucrados en el hecho que derivó en la denuncia de una trabajadora sexual por presunta violación”, y además se hipervinculan dos notas relacionadas con el tema.

Para Diana Ravelo, otra historia que no debería existir es ‘Cuando Marta Lucía Ramírez tenía las piernas más cotizadas de Colombia’. “Considero que cuando una mujer como Marta Lucía Ramírez, o cualquier mujer, se lanza para un puesto político, definitivamente, al hacer un perfil de puede resaltar tantas características, (en lugar de) resaltar atributos como sus piernas, pues no tienen que ver con la política, ni nada que ver con el mensaje que ella quiere mandar a través de su discurso”, dice Ravelo.

¿Por qué ese enfoque excluyente: pensar que si se habla de este tema, eso implica que no se hable, no se haya hablado o no se vaya a hablar de su pensamiento o plataforma política? ¿Acaso cada vez que se vaya a hablar de cualquier faceta de la candidata se tenga que incluir un preámbulo reproduciendo su hoja de vida, no importa si hablamos de su pasado como modelo o que le robaron la casa? ¡Qué aburrido! El pasado de Ramírez como modelo es una historia más, no la única historia, una historia válida.

La historia del pasado de modelo de un personaje público como Ramírez es absolutamente válida (en el enlace se desarrolla en extenso la posición). Suena más machista considerar que es una etapa en la vida de la hoy candidata a la vicepresidencia de la que no se puede hablar, como si fuera algo vergonzoso. ¿O lo es?

“Los periodistas deben representar a su audiencia (que es posible que no conociera esta faceta de Ramírez), no deben pensar como relacionistas públicos, agencias de prensa, representar intereses de terceros, o valorar desde el prejuicio y la militancia (y en este caso no solo hablamos de la militancia partidista o política, sino incluso de otras militancias sociales, por bien intencionadas que parezcan)”, decíamos sobre este caso en particular hace poco (en el enlace incluido).

“El machismo y el sexismo no pueden tomarse como excusa para volver a las mujeres públicas intocables a la observación de los medios o de las redes, a sus revelaciones o críticas. Ellas son iguales a los hombres, tanto en derechos como en obligaciones y, como ellos, están expuestas a la observación mediática tradicional y en redes”, agregamos.

Martha Soto cambió el título ‘Las 28 atletas más sexis de los Olímpicos de Río’ por ‘Las historias detrás de las atletas que se destacaron en los Olímpicos de Río’. En la edición impresa, que obviamente apareció descontextualizada, la propuesta de cambio es, literalmente, otra historia. Aquí habría sido más pertinente que dijera, aunque podríamos no estar de acuerdo: ‘Esta historia no debería existir’.

Pero cuando se escucha lo que la periodista dice en el video es claro que deja que su subconsciente aflore, lo que no es criticable sino revelador: ella pide que se publiquen los 28 hombres más sexis de los Olímpicos de Río. Acudiendo al rigor de las autoras: otra postura supuestamente sexista, desde la orilla femenina.

Luego trata de enmendar y pide otras historias diferentes porque “(en los 2 casos) sería mercantilizar unas personas que se distinguen más por sus logros deportivos que por sus atributos físicos. Yo tal vez diría es que escogimos a las 28 atletas con los récords más importantes que iban a Río, o destacaría las historias que hay detrás de estas valerosas mujeres que logran destacarse en unas gestas de estas dimensiones. Ni hombres ni mujeres tienen que ser destacados solamente por sus atributos (físicos)” (Probablemente, ella cuando dice atributos físicos se refiere a la belleza, porque los que van a los olímpicos sí van exclusivamente por eso: sus atributos físicos).

Obviamente, su subconsciente da los argumentos para controvertirla. La belleza, el atractivo físico, es una dimensión inherente a los deportes (que se remonta, si se quiere, a los griegos). Y el deseo sexual es una faceta humana. Entonces, ¿cómo lo abordamos como tema válido (para darle gusto a ella y a ellos)? Millones de personas que salen a las ciclovías y llenan los gimnasios no solo van por mejorar su frecuencia cardíaca, sino a mejorar su aspecto, ser más atractivos, deseables. Es cierto, no es el único tema, pero es un tema. ¿Otro tema proscrito?

Se deduce que tampoco deberían existir notas que mencionaran el maquillaje de las mujeres: no se puede hablar del de Hillary Clinton ni del de una levantadora de pesas, así sean historias completamente válidas ¡Desmaquillemos los títulos!

María Pallita cambió ‘Lydia Valentín, una Hércules con maquillaje’ por ‘Lydia Valentín hace historia como mejor halterófila del mundo en 2016’; y Camila Granados cambió ‘Sin maquillaje y muy demacrada, así fue la aparición de Hillary Clinton después de su derrota’ por ‘El mensaje de Hillary Clinton tras su derrota frente a Donald Trump’.

Los 2 casos no son lo mismo, a pesar de la común reacción instintiva de eliminar la alusión al maquillaje, sin importar el contexto. Camila Granados justificó su cambio de título asegurando que “se va a juzgar a una persona por su apariencia y por como se está presentando al público… La aptitud de una persona no se puede medir simplemente por su apariencia… Se cree que para que una mujer se muestre fuerte tiene que estar bien maquillada y bien presentada. Esta noticia debería enfocarse sobre el mensaje que quiso transmitir ella después de su derrota”. Y concluye que “eso no es noticia”.
¿Que no es noticia? Coincidimos con ella: así deberían ser las cosas, tanto para hombres como para mujeres: ¡No debería ser noticia! Pero la realidad es otra, especialmente en política. Pensar con el deseo no puede dirigir las decisiones editoriales.

“La tiranía de la apariencia en política afecta a todos, pero es especialmente exigente con las mujeres, a quienes resulta casi imposible librarse de su peso. La misma Hillary Clinton, de 69 años, tuvo que aguantar durante la pasada campaña electoral duros ataques referidos a su físico y, después de su derrota, los rasgos cansados de su rostro despertaron todo tipo de reacciones que se repitieron en Twitter cuando la candidata demócrata decidió cambiar de peinado y muchos lo interpretaron como una forma de querer pasar la página”, dice El País, de España, en un reportaje en el que reseña que Clinton se quejó en su libro ‘What Happened’ que gastó 600 horas en sus cuidados de belleza.

“Con toda la cautela con la que deben tomarse estas generalizaciones, lo que es indudable es que liberarse del maquillaje es todavía una quimera para las mujeres que quieran tener un papel público en una sociedad que no mide por el mismo rasero a los hombres que se encuentran en situación similar”, agrega. ¿Omitir el ángulo del maquillaje podría contribuir al proceso de cambio? La respuesta es un rotundo sí, si tomamos la decisión desde la militancia, que no necesariamente es la del periodismo.

El criterio periodístico nublado por la militancia explica el cambio de otros títulos, por ejemplo, el seleccionado por Sandra Ramírez: ‘Pegarles a las mujeres para disciplinarlas, sugiere político a hombres en Uganda’. Su versión: ‘Rechazo ante declaraciones de político ugandés que sugirió maltratar a las mujeres’.

La justificación de Ramírez es muy confusa. Dice que el titular es ‘problemático’, pero luego de leerlo literalmente, casi que repite las mismas palabras para tratar de explicarlo, antes de lanzarse a la opinión: “Tal cual como está, sin comillas ni nada, parece una afirmación a la que puede llegar a dársele una lectura equivocada”. Nos perdimos.

Su afirmación es confusa, entre otras cosas, porque no se aclara a qué se refiere con lectura equivocada. Pero más allá de eso y luego de su estéril comentario, recita el discurso para llegar a la conclusión, sin muchas razones de peso, de que con esa noticia de alguna manera se justifica el maltrato que sugiere el político, y lo adorna diciendo que eso va en contra de las reivindicaciones que buscan las mujeres. En efecto, la sugerencia del político afecta tales reivindicaciones, pero una nota imparcial en la que se privilegia la información por encima de la opinión no lo hace.

Luego viene lo verdaderamente problemático: usa los argumentos contra el político ugandés (absolutamente válidos, e incluso compartidos con el autor de la nota) para atacar la estructura del texto, que lo único que hizo fue ceñirse a dar una información, a todas luces controvertida, pero que debe estar por encima de una opinión. Vale la pena decir que dentro del texto, como la propia Ramírez reconoce, hay un espacio importante en el que se menciona el rechazo del que fue objeto, con toda razón, el diputado ugandés.

Pero aquí viene un ‘detalle’ adicional (que cualquier malintencionado podría malinterpretar como ‘ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio’). Pulzo presentó la nota minutos después de que lo hizo El Tiempo (el 15 de marzo), que tituló: ‘Golpea a tu esposa para disciplinarla’, propone un legislador ugandés.

En la publicación de El Tiempo parece que no valió la pena —para usar las mismas palabras de Ramírez— titular por el lado del rechazo. En cambio, sí por el lado de la afirmación (entiéndase, lo que dijo el político ugandés), que fue la orientación final que tuvo el título. De manera que, en el fondo, el encabezado de la nota de El Tiempo tiene exactamente la misma intención que el de Pulzo. Ramírez podría aducir que en la segunda frase de la nota (que en realidad no es nota, sino el video de las declaraciones del político) sí se resalta el rechazo que generaron sus deplorables afirmaciones, que califican de “vergonzosas”.

Tal y como lo reconoce la propia colega, dentro del texto de Pulzo se menciona la reacción de una mujer miembro de un centro de prevención de la violencia doméstica, y se nombran cifras de la violencia física y sexual de la que son víctimas las mujeres del país africano. Incluso, se citan unas declaraciones del presidente de Uganda, que días antes les había exigido a los hombres un trato más digno hacia sus compañeras.

El ejemplo de Sandra Ramírez es una valiosa oportunidad para señalar otro error conceptual (compartido por otros casos): creer que las historias sobre el feminicidio (y otros casos que involucran mujeres) se limitan al título, y que los textos que le siguen no son también un territorio fértil para denunciarlos y darles el peso que les corresponde.

Otro ejemplo permite poner en evidencia lo que se puede llamar un desface temporal de la crítica. Tal es el caso del título ‘Ellas son las ‘scorts’ colombianas que están al borde de la muerte tras accidente causado por el auto de ‘Lord Ferrari’, que Laura Robles propone cambiar por ‘Dos colombianas murieron tras ser abandonadas en accidente automovilístico en México’.

Desface temporal porque ese último título no corresponde a la noticia del accidente, que el mismo sitio ya había presentado horas antes como ‘Choca y se incendia auto de Lord Ferrari’. Desface de hechos, porque en ese momento no habían muerto, tenían quemaduras en el 90 % de su cuerpo.
Asumiendo que no existe tal desface temporal, y que el título corresponde, sigue la propensión a omitir información (¡censura!), con el bien intencionado propósito de no justficar lo que les pasó (¡Se lo buscaron!).

Pero esta omisión es aberrante porque, precisamente, las mujeres fueron abandonadas porque iban en compañía de un presunto delincuente (‘Lord Ferrari), y era importante su condición de ‘scorts’ porque no eran las primeras trabajadoras sexuales colombianas que morían en México. Claramente, por simple sensibilidad humana tenía poco sentido revelar las identidades, causando un daño innecesario a las familias. Pero eso pensamos nosotros. Otra cosa, los periodistas mexicanos que escribieron la nota.

Otros cambios se antojan caprichosos, porque lucen exactamente iguales.

Maru Lombardo cambió ‘Intimidades de la reina Letizia podrían salir a la luz en una novela que publica exmarido’ por ‘La reina Letizia vería su intimidad comprometida por una novela que publica su exmarido’.
A manera de abrupto corte, porque hay mucho más que decir sobre los ejemplos citados (ojalá hubiera oportunidad de dialogar), el ejercicio completo merecería reescribir el título ‘Mujeres rescriben mujeres’…

*A pesar de que aparece firmado por Guillermo Franco, este texto es obra colectiva de periodistas de Pulzo y externos, mujeres y hombres.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.