Exaltación de dignidad que invadió a Armando Benedetti y lo llevó a decir públicamente que decidió no aspirar más al Senado, reconocer que fue derrotado en la arena política, es la muestra del proceder de quien desde un laboratorio oscuro y peligroso esgrime artilugios verbales que desvíen la atención de lo coyuntural de este caso. Antes que una justicia amañada, al servicio de los enemigos ideológicos, lo que se observa en el ecosistema social es el normal proceder de quien cambia de principios como transitar de partido a partido cada cuatro años. Reconstrucción de Colombia empieza por la transformación de un Congreso que fue incapaz de autorregularse y dar tránsito a una reforma que acabe con la corrupción y las malas mañas de los caciques de movimientos.

Escenarios del devenir social están plagados de fuerzas que hacen hasta lo imposible para normalizar las formas de sostener económicamente sus intereses. En la búsqueda de votos cualquier cosa vale para quienes hacían parte de la unión nacional, fungieron de social demócratas y ahora dicen tener un pacto histórico por Colombia. La coherencia, que es fundamental en la política, llama a preguntar si el país está en condiciones de seguir en manos de quienes gozan hablando sandeces, en medios y plataformas sociales, en lugar de presentar proyectos que ayuden a todos los que votaron por ellos y en su tránsito por el Congreso no hicieron absolutamente nada. La justicia y las autoridades requieren seguir propinando golpes de opinión como el que trajo la captura de Dairo Antonio Úsuga David, conocido por el alias de “Otoniel”, o el impacto positivo que ahora tiene acciones que se ejercen contra los bandidos de cuello blanco.

Difícil es creer en quienes en este momento se las dan de dignos porque ya vislumbran que no tendrán los votos suficientes para ganar algún escaño en el legislativo, oscuro panorama que enturbia al pacto histórico que arrastra el estigma de quienes han estado conexos a caletas en maletines o bolsas de basura, dudosos vínculos con el chavismo, y ahora inexplicables incrementos patrimoniales que conducen a la extinción del dominio. Peligroso combo es el que dice buscar la transformación real de Colombia, pero todos saben que no dan su apoyo sin aspirar a nada; agentes políticos que lo que han mostrado en la arena gubernamental no ha sido mucho, ni bueno. Personajes que cuando se ven descubiertos de inmediato se inventan miles de seguimientos y asechanzas, delirio de persecución que con el tiempo se desdibuja y a lo largo de la historia se comprueba que no eran tan mansas palomas como lo pretendían demostrar, ejemplo más claro se tiene al recordar a Pablo Emilio Escobar Gaviria y lo que decía del ministro Rodrigo Lara Bonilla.

Reacción emocional, difícil de creer, es la que apuesta por desviar la atención sobre dudosos patrimonios constituidos bajo la fachada de una investidura parlamentaria. Demoradas están las Cortes en depurar el Congreso, agrupaciones políticas que se creen impolutas han dado muestra de relaciones non sanctas que son defendidas por brigadas mamertas de analistas con micrófono en las mesas de trabajo de los medios de comunicación. El pacto histórico no es más que una confluencia de diferentes fuerzas que, tratando de tapar el sol con un dedo, desde la impunidad, logran construir objetivos comunes que lejos están de garantizar la convivencia nacional.

Grave problema del Sensei de los humanos son las alianzas que está haciendo y lo alinean con los de siempre, jugadas sucias que nada distan del populismo que centra la campaña en prometer inalcanzables, generar odios, fomentar la lucha de clases y copiar modelos fallidos de los vecinos para terminar igual o peor que ellos. Clave es no seguir creyendo en parásitos que para evadir la justicia se hacen las victimas y luego huyen del país para hacer gala de la arbitrariedad que cunde en los símbolos de la izquierda latinoamericana. Proceso democrático de los colombianos requiere de un estamento que garantice transparencia, jerarquía de vigilancia y control que aleje el manto de duda que se devela ante lo que están haciendo, con desfachatez, algunos candidatos que se saltan las normas y ya están realizando actos electorales que aún no están permitidos.

Visión sesgada que se impone en el imaginario colectivo está sustentada en la narrativa y los argumentos de las personas que acuden a la plaza pública en medio de las manifestaciones de inconformismo, pero subestiman el silencio de los que no salen a la calle y son una amplia mayoría de los colombianos. Problema de los mamertos es que están convencidos que el pueblo sigue creyendo en prohombres de la democracia que se auto amenazan y posteriormente salen de la nación con rumbo desconocido porque “temen por su vida” y “no tienen garantías”. Insultos que se han proferido contra la Fiscalía tras ocupación de los bienes del “honorable Senador” lejos de ser una persecución son el resultado de unas medidas cautelares por no hallar justificación de un incremento patrimonial, otra cosa es que la Dian lo debió requerir en su momento y compulsar copias a la Corte quien es el juez natural de los parlamentarios.

Tarda bastante la Fiscalía en investigar a otros políticos colombianos que, a diestra y siniestra, hablan de moralidad y tildan a los demás de corruptos; de alquilar balcón está la jugadita de los humanos que no saben como coartar la democracia participativa en las próximas elecciones legislativas y presidenciales. Incoherencia que acompaña a los progresistas llevó a que primero pelearan por la personería jurídica de su movimiento con ocho millones de votos y ahora que la norma no los favorece, para amangualarse con los intachables del pacto histórico, buscan rechazar el reconocimiento. Marrulleros que daban por descontado un fallo en contra y ahora pretenden demostrar grandeza al renunciar a sus aspiraciones argumentando que ponen el interés del país, por encima de su beneficio personal.

Es claro que se atraviesa por una instancia en donde el líder de la extrema izquierda colombiana amaña los hechos para exaltar los ánimos y lograr que se aplique la ley a su conveniencia. Acrobacia de circo en donde los equilibristas que representan a progresistas, comunes, social demócratas y glaucos solo quieren ganar una elección, no promover un cambio para el futuro. Actuar desde la razón es lo que se necesita en este momento en el que Colombia requiere de la concertación, superar la polarización y comprender que se debe construir desde las diferencias. Atomización de la política solo está consiguiendo que a muchos líderes jóvenes les sea muy difícil llegar a ocupar espacio de poder en el futuro.

Rápida fractura del pacto histórico debería tener otra grieta antes de que finalice 2021, retrasada está la JEP en emitir las condenas que se deben proferir contra los ex-Farc, ahora comunes, que no han aportado nada de si, para una reparación que lleve a la justicia prometida. Complejo será confiar en una fuerza política, sin principios, que se arropa en los indultos que les otorgaron imperfectos acuerdos de desmovilización. Costumbre de la izquierda de hacerse la víctima cuando le llega la justicia acaba por difuminar el escaso espacio de credibilidad que les acompaña. Ya es hora que empiecen a caer y pagar por sus actos los inmaculados integrantes de la política corrupta y atrevida, integrantes de espirales ciudadanas y coaliciones que destilan odio y corrupción.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.