Anuncio de nuevas protestas y bloqueos, programados para la próxima semana, por parte de quienes apostaron por destruir el país en un afán confeso para llegar al poder, pone en jaque a una débil economía en proceso de reactivación, tras el prolongado tercer pico de la pandemia, al reactivar un estallido social que propicia un incremento en las tazas de desempleo y la pobreza. Siniestro personaje, que se sueña presidente, secundado por honorables patrocinadores de delincuentes, soterradamente impone una doble agenda política y social con infinidad de fisuras y escasos puntos de unión; dietario temático y conceptual que aporrea por un lado y pide unidad por el otro. Belicosidad llevada a la calle, acciones de hecho que exigen toda la firmeza de los gobernantes, y la fuerza pública, para garantizar las oportunidades que reclaman millones de colombianos.

Espectro ideológico denota la incapacidad de quienes ahora aspiran a la primera magistratura, para articular un proyecto y transformar un sistema político, inepto, carente de representatividad frente a los intereses del colectivo social. Estrategia de hacerse elegir con mentiras, hablar pestes del gobierno y sus fuerzas afines, despellejar políticas públicas y prometer maravillas, será el karma de quien poco a poco se desprestigia, se desinfla, pierde adeptos, y ya demostró lo nefasto que es en el ejercicio del poder y la oposición. Líder de los humanos, perfecta representación del manzanillo venenoso, no es más que un ruin y cobarde personaje que, sin el menor sentido de la moral, apuesta por la bajeza táctica de polarizar el país, armar clases populares y confrontar a la policía, el ejercito y la ciudadanía en general, para conducir a una guerra civil que acabe por desestabilizar el orden democrático de la nación.

Conciencia colectiva llama a superar las diferencias y reconocer que todos los ciudadanos hacen parte del problema político, económico y social que transita la país, y la solución que está por venir. El cambio no va a llegar de afuera sino de adentro con una participación política que trascienda lo electoral en una nación repleta de problemas e inequidades. Espiral de desacuerdos y cizañas es aprovechada maquiavélicamente por fatalistas que centran su discurso en la inviabilidad como estado, sin demostrar al mundo que el cambio es posible. Construcción conjunta de Colombia llama a reconocer que se tienen muchos problemas sin caer en la falta total de coherencia que acompaña a la extrema izquierda que plantea soluciones económicas poco factibles; se preocupa por la educación, pero se mantiene en paro a la cacería de excusas para no volver a clases; y les preocupa la salud, pero promueve el bloqueo de ambulancias, ataques al personal médico y deja morir personas.

Lucha por mejorar la inequidad con bloqueos absurdos y violencia irracional deja sin sustento y sin trabajo a miles de personas. Un mejor país para, todos los colombianos –de izquierda y de derecha, mujeres y hombres, niños, jóvenes y adultos, empresarios, empleados y desempleados–, quienes marchan y no marchan, requiere del esfuerzo y la voluntad de todos los ciudadanos para construir nación. Cátedra de justicia e impunidad es la que ahora indigna a las clases menos favorecidas que son las más perjudicadas por los altos precios, en la canasta familiar, que dejaron los bloqueos del paro nacional; política de sembrar el terror desde la que, quienes se hacen llamar la primera línea, se niegan a reconocer sus equivocaciones. 

Ideas, palabras y acciones no son coherentes en los proyectos comunistas y socialistas que ahora se quieren extrapolar a Colombia, lo que para muchos alcanzó logros importantes, para los ciudadanos, con el paso de los años han decaído y evidenciado debilidades para el desarrollo de las naciones que optaron por esquemas políticos que ahora sucumben en dictaduras sin pudor. Problemas que aquejan a Colombia, y la izquierda hace ver como los más graves del mundo, son los mismos de muchos países que los asumieron como absolutamente comunes y tuvieron voluntad de resolverlos. Arquitectura de futuro está atada a un cambio de mentalidad política enquistada en quienes solo piensan en el beneficio propio, o de sus patrocinadores, atornillados en cargos públicos manejando la política fiscal que les da poderes inmensos.

El primer paso para resolver los problemas es evidenciarlos y tener asiduidad para cambiar lo malo, nueva propuesta de reforma tributaria, que está por radicar en el legislativo la administración central, lejos de la intimidación, represión, silencio y cizaña, que endilgan los protestantes al gobierno, es el músculo financiero que se requiere para dar viabilidad a una sociedad crítica con un profundo sentido y sensibilidad humana. Transformación, con base en un acuerdo como nación, es la apología al arrebatado pensamiento del comité del paro que fue hábilmente utilizado por fuerzas políticas que en esta recta final, camino a elecciones, deben demostrar si se le miden a tramitar y aprobar las reformas que la gente reclama. Para salir adelante es indispensable trabajar y dejar de seguir pagando, con muertos Covid y un costo alto de la canasta familiar, las campañas de algunos que alimentaron el paro y los bloqueos.

Colombia se cansó de los extremos, comienza a emerger una semilla de cambio y esperanza que requiere de la unión y la labor conjunta para la edificación de un futuro prospero y diferente como nación. Conciencia colectiva se hastió de ver que cualquier delincuente puede hacer lo que se le de la gana, impunidad total que reina entre quienes pulverizaron la reactivación de la industria y el empleo, los mismos que ya tienen en mente, este 20 de julio, volver a atizar en las calles la rebeldía camuflada en el pacífico ejercicio a la protesta. Derechos, libertad e igualdad que convocan para alzar su voz en busca de una paz con justicia económica, social y ambiental, pierde todo sentido y raya el límite de lo absurdo con el proceder vandálico que acompaña a una masa protestante cegada frente al respeto por las diferencias.

Giro de 180 º que se propone al país debe demostrar que verdadera resistencia y grito de libertad se dará en las urnas. Elegir bien será el motor que ajuste los detalles en una máquina que hasta ahora ha sembrado pobreza en un país que se ahoga en la corrupción y ambición de políticos que llegan de manera fraudulenta al poder y llenan sus bolsillos, y los de otros pocos, a costa de la miseria de muchos.

Peligroso es que la juventud en Colombia empieza a huir de una nación sin oportunidades laborales y educativas, estado que no admite al que opina distinto y en el que cada día es más radical el discurso, mensaje desde el que se crean estereotipos para atacar a quien cree en caminos distintos a reducir los problemas a un estado proteccionista que brinde educación gratuita, ingreso solidario y expropie el capital privado para saciar los deseos socialistas de la izquierda colombiana.

La carencia de recursos, por difícil que sea el momento, con esfuerzo se puede superar, pero la ausencia de ganas y energía condenan irremediablemente cualquier instancia al fracaso; cada día trae sus retos y los colombianos saben trabajar duro para salir adelante. Optimismo es el que se requiere para que Colombia no caiga, como otros países de la región latinoamericana, en manos de líderes con proyectos políticos en los que se enmascaran como salvadores y protectores de los más pobres, pero llegan al poder para fortalecer sus intereses particulares y clientelistas.

La que se avecina es una campaña llena de emociones, mascaras para ocultar un pasado político y pocos campos para razonar; entorno de alta tendencia a la trampa y la criminalidad, red de adeptos convencidos de que la culpa de todo es del gobierno y sin asumir la cuota de responsabilidad que a cada uno le asiste.

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