En el Quindío fue inaugurada la séptima casa universitaria del país, programa liderado por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF, y dirigido a aquellos jóvenes que son denominados como ‘hijos del Estado’, pues ingresaron siendo niños a la entidad y cumplieron la mayoría de edad sin ser adoptados y actualmente se encuentran adelantando estudios universitarios y en plena construcción del proyecto de vida.

En la nueva casa, ubicada en el kilómetro 8 de la vía Armenia-La Tebaida, podrán encontrar vivienda, alimentación y lo que necesiten para su formación.

Además, contarán con apoyo profesional de personal del ICBF, quienes se encargarán de sugerir pautas de comportamiento y convivencia.

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Lina Arbeláez Arbeláez, directora nacional del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, argumentó que este programa se constituye en un apoyo para estos jóvenes que han tenido una vida difícil.

“Es una casa que está súper ordenada, cuentan con piscina y tienen lugares para el esparcimiento. Estos jóvenes no pudieron contar con una familia, no pudieron ser adoptados y hoy son hijos del ICBF y por eso tienen el apoyo de la entidad”, dijo

En el país hay 4.200 niños, niñas y jóvenes en condición de adoptabilidad y de estos 3.900 son mayores a 7 años o tienen algún tipo de complejidad para ser adoptados.

Pero también aportan

Los jóvenes ‘hijos del Estado’, conscientes de que deben retribuir a la sociedad, han iniciado una serie de procesos tendientes a dejar huella, tal y como lo explica Jenny Shirley Pérez Suárez.

“Actualmente estoy en tercer semestre del pregrado de sicología. Llegué a esa institución a los 16 años cuando me encontraba en décimo grado, estuve en una institución llamada Juan XXIII, luego fui trasladada a Madre Margarita y luego pasé por 3 hogares sustitutos. Ahora, a mis 21 años, llegué a esta casa y esto me deja muy contenta por el apoyo que esto ha significado. Por esta razón sacamos un día a la semana para también ayudar y devolver un poco de eso que nos dan”, dijo.

Una de las tareas es apoyar a fundaciones en favor de los animales abandonados, gestionando el alimento. También, consiguen alimentos para regalarlos a la población migrante venezolana. Otros tienen la tarea de visitar centros de bienestar de adultos mayores y apoyar con tareas.

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Hay reglas

Para vivir en esta casa, que inició operaciones el año pasado, hay que cumplir una serie de normas de convivencia como respetar los horarios, mantener un promedio académico y un comportamiento ejemplar, que permita la convivencia de cerca de 36 beneficiarios de este programa.

Deben estar dormidos a las 11:30 p. m. y quienes se vayan a quedar por fuera, pueden hacerlo con la autorización del defensor de familia. 

“Es a veces difícil porque somos 36, pero para esto se encuentra el grupo de profesionales que siempre intentan mantener ese orden, escucharnos y buscar una solución a los inconvenientes que se puedan presentar”, expresó la joven Pérez Suárez.

De otro lado, Pablo Emilio Úsuga Monroy, beneficiario del programa, expresó: “Para mí significa mucho, este ha sido mi hogar. Es nuestra casa donde hemos sido apoyados y espero cumplir mi sueño de ingresar a la Policía Nacional”.

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A su turno, Laura Fernanda Trujillo Ospina, coordinadora del programa, manifestó: “Esta casa abrió sus puertas el 28 de diciembre del 2020 y trabajamos con 36 jóvenes universitarios, quienes están cursando carreras universitarias y a este proceso se le denomina simulador de la vida real”.