Esa versión que involucra a Rappi comenzó con un testigo que dijo en Blu Radio haber visto a un supuesto ‘rappitandero’ que ayudó a Merlano. Sin mayor soporte, ese testigo aseguró: “Abajo la estaba esperando [a la excongresista] un motociclista que trabajaba con Rappi”.

Pero ese no fue el único caso. De igual manera, La W, sin decir específicamente quién, señaló: “Aseguran que iba acompañada de un hombre con el uniforme de Rappi”.

A este tipo de informaciones se suma el enfoque que da El Espectador en su primera página a la noticia de la fuga de Meralno. El diario capitalino usa un título de una sola palabra que evoca claramente a la aplicación: ‘Rapifuga’.

Aída Merlano

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Pero en el video que reveló el Inpec del escape solo se aprecia a un motociclista con casco, una chaqueta negra y un bluyín. Nada más. Muy diferente a la chaqueta y la gorra naranja casi fosforescente que identifica a los domiciliarios de Rappi. Tampoco se aprecia, por ningún lado, el logo de la empresa.

Lo único naranja que se puede ver en el video es un objeto pequeño que el motociclista tiene entre sus piernas, cuyo color se ve magnificado por el tono del tanque de la moto y los colores vivos del casco que después le entregó a la excongresista. Lo cierto es que el tamaño del paquete también difiere del de las grandes maletas que los ‘rappitenderos’ suelen cargar a sus espaldas.

La vinculación de Rappi, por lo tanto, fue sugerida por terceros que tienen diferentes versiones que no concuerdan con la única evidencia clara que hay, hasta ahora, del escape de Merlano: el video.

Otro ejemplo de ello es que un testigo dijo, en el programa ‘La Luciérnaga’ de Caracol Radio, que una “mona” ayudó a Merlano cuando cayó, y la ayudó a subirse a la moto. Pero lo que se ve es que cuando la excongresista se tiró por la ventana tres personas se acercaron a ella, pero ni siquiera la tocaron, y la condenada exsenadora se levantó por sus propios medios. Eso sí, mientras iba caminando, la posible “mona” la acompañó, casi que siguiéndola, hasta el vehículo.

Aída Merlano

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Ese testigo también dijo que la moto “era como de Picap [una aplicación de transporte] o como de Rappi”. Pero la mujer “mona” , consultada por Blu Radio, dijo que ahí no había nada de Rappi.

En esta historia, bien valdría tener en cuenta la reflexión que hace Luis Guillermo Vélez en su columna de este miércoles en La República, titulada ‘Lecciones de un video’.

En ella, Vélez recuerda el infortunado episodio que el ciclista Germán Darío Gómez vivió en el Mundial de Ciclismo, y por el que la opinión pública se le fue encima, por redes sociales, a la Federación Colombiana de Ciclismo (FCC) y Coldeportes, al considerar que había “abandonado” al deportista colombiano cuando estaba en uno de sus momentos de gloria en la prestigiosa competencia.

El día después, con la intención “de echarle más leña a la hoguera”, dice Vélez, emisoras entrevistaron al ciclista y este dejó claro que se trató de un incidente de mala suerte, y que la FCC actuó como debía, pues “estaba en el lugar 21 de la fila —su lugar asignado—, era ilegal adelantarse y el lugar donde se pinchó era estrecho y le resultaba difícil a cualquiera parar”.

Germán Darío Gómez

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El columnista señala que luego de la declaración del ciclista, nadie salió a ofrecerle disculpas a la federación, “ni a la dirigencia, ni al Estado, ni a nadie”, y hace una reflexión que aplica tanto para el caso del ciclista, como al de la vinculación de Rappi en la fuga de Merlano:

“Esta opinión exprés es rápida para criticar y condenar, pero impávida a la hora de rectificar. Ya sabemos que en el ciberespacio la verdad poco importa: importan los likes, los retuits y las tendencias. El problema es que el costo lo acaban pagando las instituciones”, concluye.