Tal vez por eso, por su realismo crudo, recibió todo tipo de críticas el pasado 13 de junio (le dijeron xenófoba, clasista, aporofóbica, machista y misógina) al publicar su primera columna sobre el tema, que tituló ‘Paren de parir’, alertando por la explosión de nacimientos en Colombia de niños de padres venezolanos, que en varias ciudades supera los partos de niños colombianos.

Pero también despertó reacciones a favor entre quienes lamentan ver en los semáforos y en el transporte masivo de esas ciudades a familias inmigrantes, con niños nacidos en el país, dedicadas a la mendicidad. Y entre los que creen que lo hacen, también, para obtener subsidios.

Esta vez, Palacios no es tan directa en el título de su columna de El Tiempo (‘¿Derechos sin deberes?’), pero sí lo es con quienes pretenden usar sus argumentos para llamar a la expulsión de venezolanos o a limitar su ingreso a Colombia. “Debo decirles que hicieron una lectura equivocada y que no cuenten conmigo”, escribe.

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Pero vuelve sobre la responsabilidad que les cabe a los padres venezolanos. “Las soluciones no pueden exigírseles solo al Gobierno o a las agencias de cooperación, que ya hacen lo que pueden”, dice Palacios, y subraya: “La responsabilidad de una decisión individual que impacta la vida de un ser totalmente dependiente [los niños] y de la sociedad en general, no se puede evadir con el argumento de que quien la toma está en condición de vulnerabilidad”.

Recuerda que así como lo ha hecho en otras oportunidades con las mujeres que tienen hijos para ‘amarrar’ a sus maridos, o con los hombres que los tienen para probar lo machos que son, “instar a los migrantes a tomar conciencia del impacto de reproducirse en medio de sus precarias condiciones […]” es un “elemental llamado a entender” que “una sociedad llena de derechos y vacía de deberes” no funciona.

“¿Se puede decidir libre y responsablemente si las tradiciones, las religiones y las ideologías se imponen sobre lo evidente?”, pregunta Palacios, antes de afirmar que “las personas controlan su reproducción porque saben que los hijos demandan tiempo, recursos y unos niveles, en ocasiones, tan desafiantes de sacrificio y amor que deciden tener menos de los que las tradiciones o las religiones ‘mandan’ o no tenerlos”.

Por eso, también se pregunta si no será que “lo clasista y violatorio de derechos sexuales y reproductivos es asumir que porque una persona es vulnerable no se le puede reconocer su capacidad de reflexionar sobre su propia realidad”.

Y vuelve a la afirmación que desató la polémica, esta vez con un argumento más fuerte, en clave de derechos. “Creo que si la decisión es tener hijos, incluso sin haberlos planeado, se deben priorizar los derechos del ser humano por nacer sobre los de quienes los engendran. Por eso repito: si no se los pueden garantizar, paren de parir”.