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La encontraron muerta. Dentro de un saco. A cinco casas de su casa. Esa fue la noticia que, pasadas las 11 de la noche, rompió en dos al corregimiento de Mingueo, La Guajira. Durante todo el día, cientos de personas habían buscado a Shelsy Michel Navarro Ojeda, la niña de 3 años desaparecida a la una de la tarde. La rastrearon por calles, fincas, cámaras de seguridad, y hasta en pueblos vecinos. Sus fotos inundaron redes, su nombre corrió de boca en boca, la Policía desplegó unidades por toda la zona.
Pero la pequeña nunca estuvo lejos. Estaba allí mismo: en el barrio Vivero, metida en un saco, abandonada a solo cinco casas de donde vivía.
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El hallazgo cayó como un balde de agua helada sobre un pueblo entero que había pasado horas buscándola con la esperanza de encontrarla con vida. Las velas que la comunidad encendió para iluminar su regreso se apagaron de golpe cuando se confirmó que la niña estaba sin vida, en un punto que todos habían pasado una y otra vez sin imaginar lo que allí ocurría.
Desde el primer momento, familiares y vecinos se movilizaron por todo Mingueo. La familia, desesperada, recorrió cada calle; los habitantes salieron con linternas, motos y altavoces; los grupos de WhatsApp explotaron con mensajes de alerta. La Policía sumó patrullas y agentes para ampliar la búsqueda a corregimientos cercanos.
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Hasta que un grupo de personas vio un saco sospechoso cerca de una vivienda del sector. Cuando lo abrieron, encontraron lo que nadie quería ver.
La noticia se regó en minutos. Gritos, llanto, incredulidad. La indignación se apoderó de los vecinos: “¡Estuvo ahí todo el tiempo!”, repetían, incapaces de entender cómo una niña buscada por todo un corregimiento terminó apareciendo muerta tan cerca de su propia casa.
Las autoridades acordonaron el área mientras la familia, completamente quebrada, era sostenida por vecinos que tampoco podían mantenerse en pie.
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