A ocho meses de las elecciones regionales, y en la primera etapa de la contienda, en Medellín se mueve a diario un ejército de personas que, aunque de distintos bandos, tienen un mismo fin: recoger firmas para avalar distintas candidaturas. Según la Registraduría, hoy hay inscritos 32 grupos significativos de ciudadanos para este fin.

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¿Cuánto cuesta recoger estas firmas? ¿Quiénes cumplen esa tarea? EL COLOMBIANO conversó con varias personas que consiguen firmas para diferentes precandidatos y contaron cómo funciona esta actividad y a cuáles situaciones se enfrentan cada día.

Diferentes condiciones

Los que hacen el trabajo duro de recolección están sometidos a distintas condiciones que van desde voluntariados, sin ningún tipo de contraprestación, hasta contratos laborales de un salario mínimo con las prestaciones legales. También varían los horarios y la dotación de elementos, como camisetas o gorras que los identifiquen con las campañas específicas.

Quienes dicen ser “voluntarios por convicción” son generalmente jóvenes de los barrios más pobres de la ciudad o sin oportunidades, que se suman a estos proyectos políticos porque creen en las promesas de los precandidatos.

Son, tal vez, quienes cumplen la labor bajo las condiciones más difíciles: no les dan ni para comprar agua, ni para pagar los pasajes, ni para comprarse un refrigerio. Hay quienes ni siquiera tienen una camiseta que los identifique.

En este grupo deben incluirse también contratistas como los de la Secretaría de Educación de Medellín que han denunciado en constantes ocasiones presiones para ayudar a recoger firmas. Incluso, los citan a reuniones de capacitación y, a la par, muchos de ellos, deben seguir cumpliendo las obligaciones contractuales con la dependencia.

Otros contaron que les pagan por día de trabajo sumas que van desde los $ 30.000 hasta los $ 50.000, con metas de 80 firmas por día. Este medio conoció casos en los que han tenido problemas para que les paguen, aún cuando cumplen con las exigencias diarias e, incluso, se han dado renuncias por esta causa y hasta migraciones de una campaña a otra.

Los precandidatos necesitan 50.000 firmas válidas, avaladas por la Registraduría, para proceder con su candidatura. Sin embargo, como es muy común que se invaliden planillas por distintas razones, casi todos se van con metas de 150.000.

Aventurando un cálculo, recoger esas 150.000 firmas para el caso de quienes pagan $ 50.000 diarios requeriría una inversión de unos $ 95 millones. El número de personas que tenga cada campaña influye solamente en el tiempo que se van a demorar consiguiendo las firmas.

Otros grupos relataron que les pagan $ 800 por cada firma, con una meta que oscila entre las 60 y las 80 firmas diarias. El valor de 150.000 firmas sería de $ 120 millones. A algunos de estos “recolectores” les dan también los pasajes para que vayan, en bus o metro, de sus casas a los puntos de recolección y viceversa.

Los más afortunados relatos que conoció este medio fueron los de quienes firman contratos laborales, con los que les pagan un salario mínimo con las prestaciones y uniformes. En este caso, el número de personas es menor, aunque también tienen metas de 80 firmas diarias.

Suponiendo que sean 20 contratos, el gasto mensual sería de unos $ 26 millones y, en caso de que cumplan la meta de cada día, en ese tiempo se lograrían 48.000 firmas.

A esto deben sumarse lo que gasten los precandidatos en publicidad, uniformes y otros elementos de identificación para salir a las calles.

Como factor común de las campañas está la conformación de equipos base o de coordinación, que son los que distribuyen al personal, entregan las planillas vacías y luego las devuelven llenas, y dan las instrucciones sobre cómo debe ser el procedimiento para que las rúbricas no se invaliden. En todos los casos, los horarios oscilan: comienzan entre las 8:00 y las 10:00 de la mañana, y terminan entre las 5:00 y las 7:00 de la noche.

No es una tarea simple, quienes piden firmas manifestaron que aunque en ocasiones las personas los tratan con amabilidad y aportan con su firma, otras veces deben soportar hasta insultos que, en realidad, son para los precandidatos.

No faltan los que se acercan y solicitan que les dejen firmar la planilla, porque ya tienen una imagen favorable del aspirante, pero también están los que firman con nombres o cédulas falsas, lo que es muy difícil de controlar en las calles, pero que, a futuro, puede significar la invalidez de una planilla en la Registraduría.

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Es por esto que los equipos de campaña aplican un primer filtro de revisión de las firmas, antes de llevar las planillas a la Registraduría.

Lo cierto es que los precandidatos que optaron por este camino han reportado avances de recolección que van desde las 6.000 (los que empezaron más tarde) hasta las 80.000 firmas (los que se lanzaron al ruedo hace más de dos meses).

Y aunque logren la cantidad de rúbricas que esperan, no significa que llegarán hasta el tarjetón, pues en el camino, como siempre sucede, se establecen alianzas y coaliciones en las que unos se tienen que bajar de tren y entregarle su caudal electoral a otro candidato que tenga más posibilidades

En todo caso, los ciudadanos normalizan las repetitivas escenas en las calles: personas, generalmente jóvenes, con planillas en mano pidiendo firmas y entregando volantes, en puntos estratégicos de la ciudad, como el Centro, pero con presencia en todas las comunas y corregimientos. De hecho, no es raro ver en un mismo lugar a recolectores de firmas de varias campañas.

Esto, en consideración de algunos analistas genera una fragmentación política ante la gran cantidad de opciones a las que se enfrenta la ciudadanía, pero también es un camino ventajoso para los aspirantes porque les permite empezar la campaña antes y darse a conocer más ante la opinión pública, tendencia que manda en este momento, tanto para debutantes como para viejos conocidos en el mundo electoral.