Isabella* diariamente le pide a Dios y a los ángeles protección para su hijo de crianza, Miguel*, que en la actualidad solo se comunica con ella cuando los efectos de la heroína que consume van desvaneciendo.

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Miguel conoció a su madre adoptiva cuando tenía 10 años. Su padre inició una relación sentimental con ella y decidió que quería presentar a sus hijos Miguel y Raquel que para ese entonces tenía 9 años. Isabella tenía 2 hijas en ese momento, una de 6 y la otra de 8, por lo que todos los niños congeniaron inmediatamente entre risas y juegos.

Al cabo de unos meses, Isabella se mudó con su nuevo esposo, sus 2 hijas y sus 2 nuevos hijastros. “Al principio fue complicado para todos, más que todo para mis 2 hijastros, que no soportaban las órdenes que les daba de organizar su habitación y cumplir con los deberes del colegio. Cada vez era más arduo el trabajo de crianza con ellos, su padre era un hombre impulsivo que los golpeaba y generaba disparidades que los alejaban de nosotros”.

La relación de Miguel con su madre biológica también era difícil, Isabella narra que ni ella ni su padre cumplían su rol con el menor y esto desde pequeño empezó a marcar una personalidad vulnerable e influenciable en Miguel, “Miguel repetía constantemente que su madre no lo quería” afirma Isabella, que con el paso del tiempo asumió ese papel y lo desempeñó con cariño.

Pasaron los años y la familia tomó un nuevo rumbo hacia una ciudad desconocida, por cuestiones de trabajo, Isabella cuenta “los hijos ya eran adolescentes, explorando y conociendo personas en un nuevo colegio. Cada uno cumplía con sus responsabilidades y sacaban las mejores calificaciones, excepto Miguel, a él se le dificultó más”.

Sin embargo, el joven logró graduarse del colegio e iniciar sus estudios universitarios como un adolescente normal. “Miguel pasaba mucho tiempo en la universidad, nosotros pensamos que era por los trabajos que debía realizar, pero sus notas mostraron que no era así. La hermana de Miguel llegó un día a la casa y nos contó que él se había vuelto consumidor de marihuana y que fumaba de manera constante”.

Isabella recuerda que ella y su hijastra le habían sugerido al padre de Miguel internarlo en una clínica siquiátrica, aprovechando que aún era menor de edad para evitar una adicción más adelante, pero el no quiso hacerlo. 

“Miguel se fue de la casa y se perdió en el mundo de las drogas hace muchos años, pero nosotros nos enteramos porque un día nos llamaron del hospital diciendo que habían recibido al niño con una sobredosis de tusi en su organismo. El papá se fue inmediatamente al hospital y habló con una enfermera conocida”. Isabella entre lágrimas aseguró que la enfermera le dijo “Miguel ya tiene daños irreversibles en el cerebro, si no deja su adicción hoy, va a alcanzar un punto de no retorno”.

Isabella sintió que su mundo se caía, pensaba en el error que cometieron al no haberlo ayudado cuando aún era posible y que ahora ya era demasiado tarde. “Yo sabía que Miguel no se iba a dejar porque es una persona rota, llenaba sus vacíos con falsas sensaciones de felicidad que le estaban ofreciendo los alucinógenos”.

Isabella mencionó que han tenido conversaciones con Miguel para ayudarlo a salir de la drogadicción, pero que el considera que no está dañando a nadie y que por el contrario consigue mucho dinero de forma fácil mientras se siente bien. 

Actualmente, Miguel tiene 26 años, no terminó su universidad y ahora es un cocinero y consumidor de tusi, una droga altamente adictiva que en palabras del mismo Miguel distorsiona la realidad y genera sensaciones como euforia, felicidad, temor, entre otras. Adicionalmente, su madre afirmó que el joven inició a inyectarse heroína, situación que asusta y genera incertidumbre a la familia y al mismo Miguel, pues ahora es consciente de su adicción, pero también es consciente del martirio que significaría dejarla.

“Las personas no entienden el dolor de tener un hijo con problemas de adicción hasta que lo tienen, es un tema que no nos gusta mencionar entre la familia, duele desde que escuchamos su nombre”, afirma Isabella.

Agregó que no son muchas las personas que saben de la situación, y aquellos que sí, sienten tristeza ajena por las decisiones de Miguel que han afectado su salud. “Somos nosotros los que sentimos angustia, culpa e impotencia por no poder ayudarlo a que recupere su vida”.

Afectaciones para la familia, según expertos

El experto y entrenador en habilidades blandas de inteligencia emocional, Óscar Eduardo Duque, manifestó respecto al sentimiento de culpa de la madre que “nosotros experimentamos cualquier cantidad de situaciones y normalmente tomamos decisiones que en su momento creemos que son las mejores, si caemos en cuenta que tal vez hicimos daño a alguien o a nosotros mismos eso está muy bien, pero en vez de culparse llénese de fuerza y gratitud por lo bueno que hizo. Eso sí, hay que asumir responsabilidades con nosotros mismos, con la sociedad, con la familia, etc”.

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Agregó que la sociedad suele dedicarse a culpar a los demás con base en los juicios que tiene y que estos más adelante pueden cambiar, “culpamos a una mujer en el sentido de si es buena o mala madre, de acuerdo con la forma en la que educa a sus hijos, o a un padre en el mismo caso”.

*Los nombres de madre e hijo fueron cambiados para proteger sus identidades.