Investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), analizaron el impacto de las partículas de humo en la calidad del aire de Estados Unidos y encontraron que los incendios provocados por el humano representan más del 67% de las pequeñas partículas de humo, denominadas PM2.5, en el país. Estas partículas degradan la calidad del aire, provocando enfermedades respiratorias y muertes prematuras.

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De acuerdo con el articulo publicado en la revista Environmental Research Letters, más del 80% de las muertes prematuras causadas por pequeñas partículas de humo en Estados Unidos se deben directamente a incendios provocados por el hombre.

Por otro lado, los autores encontraron que el humo de los incendios provocados por el hombre fue responsable de 20.000 muertes prematuras solo en 2018. Esto supone un 270% más que en 2003, cuando la frecuencia de incendios era baja. La investigación pone de relieve que tras años de alta actividad de incendios, hay concentraciones mucho más altas de PM2,5 de humo en el aire.

“Los incendios no sólo amenazan las vidas humanas, las infraestructuras y los ecosistemas, sino que también son una importante causa de preocupación en cuanto a la calidad del aire. Los altos niveles de exposición al humo pueden afectar negativamente a la salud humana, provocando afecciones como infecciones respiratorias, cáncer de pulmón, cardiopatías e incluso partos prematuros”, manifestó Therese Carter, autora principal del estudio.

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El equipo utilizó la Base Mundial de Datos sobre Emisiones de Incendios para cuantificar las emisiones de los incendios agrícolas y después lo clasificaron en dos categorías: de ignición humana y de ignición natural. Finalmente, simularon la concentración de partículas de humo en todo Estados Unidos con un modelo de transporte químico.

De esta manera, recomendaron a las entidades estatales aplicar planes de gestión para limitar los incendios agrícolas a los periodos en que las condiciones meteorológicas minimicen los efectos sobre la salud. Sin embargo, reconocieron que aquellos provocados por los humanos son mucho más difíciles de gestionar debido a su carácter esporádico.

“Ahora que sabemos que el ser humano puede desempeñar un papel fundamental en la reducción de las concentraciones de PM2.5, deberíamos poner en marcha políticas, normativas y planes de gestión para reducir los incendios provocados por los humanos. Los esfuerzos deberían centrarse en determinadas regiones y tipos de ignición para tener más éxito. Identificar y reconocer las fuentes de estas partículas es el primer paso hacia un futuro más limpio y saludable”, concluye Carter.