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“Hola, mis preciosas, les pido que recuerden siempre quién fue su padre. Las amo mucho, nunca permitan que les hagan daño y nunca le hagan mal a nadie. Las amo”.
Con ese mensaje, Rubén Franco Rodríguez se despidió de sus hijas, pocas horas antes de morir luego de caer con su camión por un abismo de 180 metros en el Cañón del Chicamocha, en jurisdicción de Cepitá, Santander.
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Rubén, oriundo de El Socorro, descendió de su vehículo para tomar una foto del paisaje, se persignó y luego volvió al volante. Minutos después, el camión cisterna que conducía se precipitó por el vacío, estrellándose contra las rocas. El impacto provocó un incendio, pero la cisterna se desprendió a tiempo, evitando una explosión mayor.
El conductor quedó atrapado en la cabina, que rodó unos 40 metros más. Se mantuvo con vida al menos media hora, mientras los bomberos de Aratoca intentaban rescatarlo entre las latas retorcidas del vehículo.
Su repentina muerte ha causado conmoción, no solo por las circunstancias del accidente, sino por la profunda despedida que dejó como testamento de amor.
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