A finales de la década del sesenta, se siniestró una avioneta que transportaba a tres ciudadanos de origen japonés pertenecientes a la familia Emura, residente en el Valle del Cauca. Y en noviembre de 1971, un avión Douglas C-47 de matrícula ecuatoriana que volaba de Guayaquil a Bogotá para un mantenimiento de rutina, quedó incrustado en la nieve y sus tres ocupantes fallecieron.

Comenzando los años noventa, también ocurrieron dos emergencias aéreas: el 23 de septiembre de 1991 los cuatro ocupantes de un avión Séneca III de matrícula HK 2656 P, estuvieron 70 horas atrapados cerca al cráter del Nevado y para su rescate fue necesaria la participación de montañistas expertos; mientras que el jueves 25 de agosto de 1994, la aeronave HK-2285 P cayó con cinco pasajeros a cuatro horas a pie del predio El Placer, ubicado al noroccidente de la misma montaña.

En esta ocasión, Q’HUBO le cuenta las historias de los dos accidentes aéreos ocurridos a principios de la década del setenta, que dejaron seis víctimas mortales.

Tragedia en las familias Emura y Takefuji 

Los excursionistas ibaguereños Jairo Salinas y Édgar Polanía encontraron algunos restos del avión ecuatoriano. Foto: El Tiempo.

Alfonso Londoño, un ganadero que habitaba en una finca ubicada cerca al Parque de los Nevados, le contó al periódico El Nuevo Día en octubre de 1994, que desde los años setenta y hasta esa fecha había sido testigo de al menos cinco accidentes aéreos en la cumbre del nevado del Tolima y sitios cercanos.

Según él, uno de los siniestros que más recordaba fue el ocurrido a finales de los sesenta, cuando una aeronave en la que viajaban tres integrantes de una misma familia cayó en la inmensidad de la montaña. Se trataba de Camilo y Hernando Emura, y su primo Víctor Takefuji, tres ciudadanos cuyas familias eran migrantes japoneses que habían llegado al Valle del Cauca varios años atrás. Según Londoño, la búsqueda de este avión tardó más de seis meses, al cabo de los cuales, varios campesinos de la región informaron que lo habían hallado y dieron aviso a las autoridades.

Finalmente, los cuerpos fueron extraídos por los organismos de socorro y la colaboración del hermano Marista Andrés Hurtado, avezado montañista ibaguereño. En la actualidad, los restos de dicha aeronave, entre estos el motor, permanecen abandonados en un lugar del páramo, cercano a una laguna.

Siniestro de avión ecuatoriano

A las 4 de la tarde del miércoles 3 de noviembre de 1971, los tres ocupantes de un avión Douglas C-47 de matrícula ecuatoriana HC- ANJ y adscrito a la empresa Aero Amazonas que cubría la ruta Guayaquil – Bogotá, se declararon en emergencia luego de despegar del aeropuerto de Cali, donde hicieron una escala. Varios minutos después del reporte a la torre de control, se estrellaron contra una montaña ubicada entre el nevado del Tolima y el paramillo del Quindío. Allí viajaban el capitán Ramón Vives Moscoso, el copiloto Emilio Alvarado y un mecánico de apellido Brito.

El 10 de enero de 1972, tres meses después del siniestro, Marco Aurelio García, un campesino residente en la vereda Mosul, ubicada en el parque de los Nevados, le informó a la Policía que apenas se enteró del accidente en noviembre, se dedicó a buscar el avión extraviado y encontró una parte del fuselaje y a dos de las víctimas mortales, en un lugar cercano al nevado del Tolima.

En la actualidad, los restos del avión Douglas C-47 están cerca al paramillo del Quindio. Foto: Juan Anzola.

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Como prueba de la veracidad de su versión, el hombre se trajo el carné de piloto del capitán Ramón Vives y viajó hasta Ibagué para entrevistarse con las autoridades y ofrecer su servicio de guianza. Marco Aurelio García le relató al comandante de la Policía que en ese sitio se encontraban dos de los tres cadáveres, muy bien conservados debido a las bajas temperaturas.

Pero el campesino exigió una suma de dinero a cambio de revelar la ubicación exacta de parte del fuselaje a las autoridades. “Si me quieren creer, pues que me paguen los 20.000 pesos y con mucho gusto les ayudo. Si no me pagan, que lo busquen ellos”, dijo García en aquella época, quien en medio de las conversaciones que sostuvo con funcionarios de la Aeronáutica Civil, de manera inconsciente, terminó dando detalles claves que a la final permitieron el rescate del piloto Ramón Vives Moscoso y el copiloto Emilio Alvarado, cuyos cuerpos fueron trasladados y entregados a sus familias en Guayaquil, Ecuador.

Faltaba encontrar al mecánico Brito

Jairo Salinas y Édgar Polanía trajeron algunas partes de la aeronave como prueba del hallazgo. Foto: El Tiempo.

El sábado 4 de marzo de 1972, los excursionistas ibaguereños Jairo Salinas y Édgar Polanía, en una de sus travesías por el nevado del Tolima, de manera coincidencial hallaron el resto de la aeronave ecuatoriana luego de divisar que de la nieve sobresalían el alerón izquierdo y parte de la cola. Al llegar al sitio, hallaron una pierna, que a pesar del tiempo, se conservaba en buen estado, con apenas algunos morados. Se trataba de una de las extremidades del mecánico Brito.

Como prueba del hallazgo, ambos se llevaron algunas piezas del tablero de control y una pequeña bala de oxígeno que lograron sacar de la aeronave para mostrarla a los encargados del rescate.

Partes del avión ecuatoriano que cubría la ruta Guayaquil – Bogotá y se estrelló contra la nieve.

Al día siguiente, el periódico El Tiempo publicó la fotografía de las partes halladas y gracias a esta noticia y a una llamada de larga distancia, la Fuerza Aérea Ecuatoriana le confirmó a las autoridades colombianas que los restos del avión encontrado por Salinas y Polanía eran del Douglas C-47, extraviado cuatro meses antes. Finalmente, el cuerpo de Brito también fue extraído de esta zona y trasladado a su país de origen.